Capítulo 2: Soy Debbie

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Recordaba que era frío, hacía frío. No podía cubrirse con nada y jamás había experimentado una sensación así, varada en medio de la nada y protegida simplemente por aquello que llamaba vestido.

Estaba asustada de morir ahí, sola y congelada, y sólo era una niña.  Se comenzó a tallar los ojos mientras lágrimas resbalaban por su mejilla, no sabía si era el polvo que se colaba por sus pestañas o simplemente había llegado a su límite.

Soy Debbie, yo puedo hacerlo

Trataba de calmarse pero entonces comprendió que no sabía que hacer, no sabía a dónde ir ni con quien, estaba sola, se recostó en el duro piso y trató de recordar como lucían las estrellas cuando no había viento, recordó la pequeñez que sentía, no era nada en ese universo y aveces creía que tampoco en el universo  había una persona.

Sus ojos comenzaban a cerrarse cuando unos brazos fríos y fuertes la levantaron, trató de abrir los ojos, hacer algo y correr a refugiarse, pero su cuerpo no respondía, estaba agotada, su vista iba disminuyendo hasta que cerró los ojos y cayó en la inconsciencia.

  — 

  — Debbie, Debbie... Deb  — Escuchó y se levantó de golpe, volvió a la realidad, Fodoll estaba enfrente de ella.

  —¿Qué... haces aquí?  — cuestionó confundida mientras rascaba su frente.

  — Baja la voz  — susurró — Ellos están aquí, están revisando todo...

  —¿Ellos? ¿Quiénes?  — Dijo exaltada mientras comenzaba a ponerse sus botas.

  — Los Silus, no podía dormir así que decidí levantarme a esperar el amanecer, comencé a escuchar ruidos, cuando fui al salón los vi, estaban revisando las canastas y cajones, Debbie ellos están buscando algo y temo que sea... ya sabes, eso.

Debbie sintió en escalofrío por todo el cuerpo, si encontraban los planos probablemente se los llevarían para interrogarlos <<torturarlos>> sobre quién fabricaba los planos, además de los conocimientos que tenían sobre los posibles rebeldes, no dudo más y se levantó, antes que nada tomó un ferge que estaba debajo de su almohada y guardó en la parte trasera de su pantalón tratando de que no se notara.

  — ¿Qué? ¿Qué vas a hacer?

— Voy a hacer que esos malditos se detengan de lo que sea que están haciendo, esta es mi casa. — Dijo en un tono molesto

  — ¡¿Estás loca?! ¡Te matarán antes de que intentes algo!

  — Tranquilo, no pasará nada, sólo hablaré con ellos — sonrió irónica

— ¡¿Entonces por qué cromos llevas un arma?!

— Por si las dudas — Dicho eso le guiñó el ojo y se encaminó al salón, las piernas le temblaban y se sentía pálida, hablaría con esos cabrones.

Decidió aspirar la mayor cantidad de aire que pudiese, de nuevo su ser se llenó de ese sentimiento de anhelo, no dejaría jamás que la pisotease, no en su propia morada, ese tal vez era el único lugar en donde no se encontraban físicamente aquellos que le hacían desear simplemente dar pelea.

Asomó la cabeza y los pudo mirar. Eran dos.

No había estado jamás tan cerca de uno, todo siempre fue mirarlos asesinar, esta vez sonrío, no conocía el sentimiento, era algo extraño, se sentía bien.

Estaban riendo entre ellos mientras miraban los frutos sobre la mesa, un nazán cayó y rodó hasta chocar contra la pata de una silla, y entonces fue ahí cuando decidió salir a enfrentarlos, ellos rápidamente se giraron a verla.

— ¿Sucede algo aquí? — Dijo tratando que su voz sonara lo más firme posible

— Vuelva a dormir, un chequeo nocturno — menciono el Silus número uno.

— Me parece que no, están violando mi morada y a lo que sabemos eso no esta permitido — levantó esta vez la nazán del suelo para colocarla sobre la mesa de nuevo.

— Dígame, su autoridad, ¿Qué esta buscando? Digo, tal vez los pueda ayudar, después de todo es mi hogar — Lo dijo tan sarcásticamente que incluso ella misma se sorprendió de las agallas que había tenido, una oleada de miedo y adrenalina la recorrió.  Ellos se miraron entre sí.

— Correcto, ya hemos acabado aquí, es mejor que sigan descansando.

Y sin más se marcharon, Debbie sonrió, acababa de echar a dos silus de su casa, se sentía orgullosa, miro hacía la mesa, su mesa, su casa. Río sola por unos segundos y Fodoll apareció, simplemente se lanzó a abrazarlo.

— ¡¿Lo viste?! ¡Es mi casa!

— Claro que lo vi, ¡Es nuestra casa! — Y una vez más rieron juntos.

Debbie esa noche no pudo más que cerrar sus ojos y abrir una gran sonrisa, sentía algo extraño, de alguna manera se había opuesto antes la autoridad, ante los Silius.


Una vez que la luz se hizo presente en el planeta de nuevo, Debbie se levantó realmente alegre, el acontecimiento de la noche la había dejado bastante feliz, sentía como si una parte de ella finalmente comenzara a vivir.

Hizo las tareas de siempre, trasladó algunas hortalizas a otras ubicaciones y puso más trampas, últimamente había demasiados saqueos y aunque aún no le pasaba a ella no se iba a arriesgar a que le robasen lo que tanto había trabajado.

Cargo algunos kilos de patopas, nazanes y carrms para ofrecerlos a algunos clientes frecuentes.

Su caminata fue tranquila por la misma ruta, no más incidentes de disparos o sonidos extraños, de hecho el exceso de calma era lo que comenzaba a preocuparle.

Comenzaba a anochecer cuando había terminado de vender todo, continuaba con el ferge, tenía una sensación de que lo necesitaba. Estaba volviéndose paranoica, las repentinas declaraciones la estaban haciendo pensar de verdad.

Iba caminando en silencio, el cielo ya era casi de un color marrón, podía mirar algunos híbridos y algunas aves, le pareció extraño pero no tomó mucha importancia. Tan pronto como pasaban los minutos pudo notar que el aire se ponía espeso, era mucha tierra levantándose y a lo lejos puso divisar distintas luces, eran camionetas. Rápidamente sacó el ferge y comenzó a caminar hacía el lado contrario, y era como si el sonido de las camionetas la siguiera, su respiración estaba espesa, miró rápidamente hacía atrás y comprobó lo que ya se esperaba, la estaban siguiendo, corrió más rápido y se topaba con más plantas, su camino se le dificultaba, dejo de escuchar los motores pero no podía confiarse así que siguió corriendo y esta vez aún más rápido, recibiendo de vez en cuando uno que otro rasguño por parte de las plantas, después se encargaría de ellos; no pasaron siquiera dos minutos cuando algo la derribó, rodó junto otro cuerpo, en un intento rápido trató de liberarse, pero, lo habían conseguido, estaba atrapada y no podía moverse, su vista se comenzó a nublar, escuchaba murmullos a lo lejos, nada era nítido.

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