El chico durmiente.

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Es la cuarta vez que vengo en la semana a la sala de estudios, tan tranquila, con un ambiente calmado, incluso ver a los demás estudiantes te motiva a querer abrir tus apuntes y sumirte en ellos. Tengo la esperanza de volver a encontrar a ese chico durmiente. Pasó a formar parte de mi rutina, volviéndose el único momento que podría denominar como algo interesante.

La forma en que administraba mi tiempo para estudiar entre clases me impedía venir en un horario que fuese de tres a cinco de la tarde, pero desde que vi a ese sujeto enjuto una extraña curiosidad invadió mi interior y el hambre que acumulaba toda la mañana desapareció. Ahora me tomo una escasa media hora para comer entre mis clases de medio día.

Ahí estaba él, en un rincón apartado de todos los estudiantes que le miraban con extrañeza por ser la única persona que ocupaba sus horas libres para poder reponer energías. Quisiera hacer lo mismo, que poco me importara los comentarios ajenos. Admiro ese valor de hacer lo contrario a todos los presentes.

La razón por la que le observaba no era solamente por verle dormir, sino la manera tan alarmante que siempre se despierta, recoge sus cosas y huye de la sala como si el acontecimiento de su vida estuviera tomando lugar justo en ese momento. Diario, desde que vengo a su encuentro, incluso desde antes que yo le descubriera.

El sonido de su respiración se mezclaba con el ruido del papel al pasar las páginas, murmullos, cierres de mochilas en constante movimiento, pisadas, etc.

Ver su rostro me era imposible. Su posición al dormir cosiste en recargar los brazos sobre la mesa y esconder la cabeza entre el hueco que se formaba en medio. Sólo puedo mirarle el rostro en el transcurso de su despertar hasta su salida. ¿Mi opinión? Es un chico apuesto.

He pensado en hablarle y descubrir la razón del por qué siempre duerme, saber a dónde va después de la siesta, si aquella complexión tan delgada es debido a que come poco y duerme mucho. No quiero ser entrometido, y quizás lo sea, pero cuando algo destaca en mi cotidiana vida es imposible no prestarle la atención debida.

Pasaron los minutos, me concentré en mis apuntes pasados sobre la ética de la comunicación. La sala comenzaba a vaciarse. El chico se despertó de manera sobresaltada. Me apresuré a cerrar la libreta y dejar que por segundos mi mundo se centrara en él.

Guardaba con prisa libros y un par de hojas sueltas que habían quedado escondidos debajo de su cabeza al dormir.

—¡Rayos! —exclamó luego de tener problemas al cerrar su mochila. En su mirar se apreciaba que forcejeaba para poder desatorar dicho cierre —. Tengo que comprar un nueva —dejando poco menos de la mitad sin cerrar, se colgó la mochila sobre el hombro. Me miró durante escasos instantes y sonrió como si le causara diversión que nuestras miradas se hayan encontrado.

Contemplé su partida.



El día siguiente fue similar al pasado, y al anterior, y el anterior a ese, salvo por la temperatura que bajó considerablemente. El aire frío se volvió helado.

Dieron las tres con quince minutos. Llegué a la sala de estudios con un café en mano. No hay nada mejor que calentarte el estomago con un buen café.

Me acomodé en mi asiento acostumbrado; junto a la mesa donde yacía el chico durmiente.

Si pensé que yo tenía frío, ese chico estaba congelándose. Su cuerpo delgado temblaba bajó ese gran abrigo que vestía. Me pregunté cómo era posible dormir en esas condiciones.

Encontré la excusa perfecta para acercarme a él. Cinco días esperando por una mínima señal. Me senté frente a él e intentando ocultar que estuve ansiando ese momento, toqué su hombro hasta lograr despertarlo.

Su sobresalto fue menor a cuando se despierta por sus propios méritos. Debajo de él no había ningún libro o cuaderno con apuntes, sólo era él durmiendo nuevamente. Suspiró y los dientes le traqueteaban. Sentí aflicción por él.

—Ten —le ofrecí mi café. Por la sonrisa del día anterior tuve la idea que es una persona amigable —. Lo necesitas más que yo.

La confusión tomó posesión de su semblante, sin embargo eso no duro mucho. Realizó una muy leve reverencia con su cabeza y aceptó el café tomando inmediatamente un gran sorbo.

—Jung Jin Young.

—¿Perdón?

—Si me diste tu café lo más que puedo hacer es presentarme. Me llamo Jung Jin Young, gracias por evitar que muera de frío.

—Gracias por aceptar el café y evitar que muera de vergüenza. Shin Dong Woo.

Nos sonreímos y sentí una nueva especie de calidez invadir nuestro pequeño espacio.

—No te veías cómodo al dormir con este frío -comenté tratando de alargar nuestra plática.

—Incluso en mis sueños me perseguía, pero ahora estoy mejor. Tengo que empezar a dormir mejor en las noches.

—¿No duermes bien?

—No —negó. Tomaba sorbos ocasionales mientras hablaba —. Estoy ocupado con... Algo importante. Vengo aquí queriendo estudiar porque no tengo mucho tiempo de hacerlo, pero me duermo al instante. Ya se ha convertido en parte de mi rutina.

—Deberías poner una alarma que te despierta por si te quedas dormido.

—Me robaron el móvil.

—¿Reloj?

—No midas mi tiempo, DongWoo.

Cogió su mochila y se levantó de su asiento. Nuestra conversación por fin empezaba a tomar un rumbo interesante y ya se iba.

—Me retiro. Buen día y gracias nuevamente por el café.

C o n c o r d i a ; ShinYoungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora