Leigh-Anne frunció el ceño. No creía ni por un instante que Liam necesitara que le examinaran los ojos, sobre todo teniendo en cuenta cómo la habían escudriñado aquellos mismos ojos esa mañana y cómo la miraba en ese momento. Fijó la mirada en él.
–¿Cuándo fue la última vez que te hiciste una revisión?
Él se encogió de hombros.
–Ahora mismo no lo recuerdo exactamente. Pero es posible que no haya vuelto a hacerme una desde la última vez que me vio tu padre.
Leigh-Anne suspiró.
–Está bien, entonces. Sígueme.
Liam le lanzó una inmensa sonrisa.
–Claro.
Cuando llegaron a su despacho, Leigh-Amne cerró la puerta tras ellos.
–Por favor, siéntate en esa silla mientras busco tu ficha. ¿Sabes si hay glaucoma en tu familia?
No pudo evitar fijarse en lo bien que encajaba su cuerpo fornido en la recia silla cuando Liam se sentó.
–No, que yo sepa.
Ella asintió con la cabeza y sacó su ficha del armario.
–De acuerdo, pero creo que de todos modos te voy a hacer también la prueba del glaucoma.
–Lo que a ti te parezca mejor.
Leigh-Anne levantó una ceja. En aquel momento, no le parecía lo mejor que estuvieran los dos a solas en su despacho.
–Échate hacia atrás y relájate un momento mientras coloco el equipo.
–De acuerdo.
Leigh-Anne se inclinó hacia él para acercarle la lámpara a la cara. Empezó a darle vueltas la cabeza al sentir el olor de su loción de afeitar.
Era una fragancia tan masculina… Su cuerpo había comenzado ya a responder a su olor y a su cercanía.
–Apoya la barbilla aquí y lee la línea más cercana a la de abajo que veas bien.
–Está bien. Creo que puedo leer las letras de la última línea.
–De acuerdo, pues adelante, de izquierda a derecha.
–Pues hay una E de éxtasis, una S de sexo, una P de pasión, una O de orgas…
–Es suficiente con que digas la letra.
–Si lo prefieres.
–Lo prefiero.
–De acuerdo. Las siguientes letras son T y F –Liam sonrió–. Tenía preparadas unas palabras muy buenas para ellas.
Leigh-Anne sacudió la cabeza, sonriendo.
–Apuesto a que sí –apartó la máquina de su cara y anotó algunos datos en su ficha.
–Bueno, ¿qué opinas? –preguntó él.
Ella se dijo que, si no conseguía que se fuera de allí cuanto antes, perdería la capacidad de pensar, al menos racionalmente.
Intentaba mantener una actitud profesional, pero Liam se lo estaba poniendo muy difícil.
–Te lo diré después de hacerte la prueba del glaucoma –dijo mientras preparaba el tonómetro.
El procedimiento concluyó en apenas unos minutos.
–Tienes una visión perfecta, lo cual es sorprendente teniendo en cuenta el tipo de trabajo que haces. Está claro que dosificas el tiempo que pasas delante de la pantalla del ordenador, y eso es muy inteligente por tu parte.
Liam asintió y se puso en pie.
–¿Ha acabado el examen?
–Sí.
–¿Soy tu último paciente de hoy?
Leigh-Anne levantó una ceja antes de contestar.
–Sí, ¿por qué?
–Por esto.
Y, por segunda vez ese día, Leigh-Anne se encontró entre sus brazos.
Por segunda vez ese día, Leigh-Anne no se resistió a él.
Liam la estrechó entre sus brazos con suave precisión y se apoderó de su boca con la facilidad y la experiencia de un hombre que sabía lo que quería y cómo conseguirlo.Leigh-Anne se sintió indefensa e incapaz de hacer nada, excepto seguirle la corriente. Sobre todo, porque su cuerpo gozaba al sentirse abrazado con fuerza por un hombre con el que tenía afinidad.
Liam exploró por completo su boca con la lengua, haciéndola sentirse débil por el deseo y consumida físicamente por la pasión.
Leigh-Anne sintió que le tocaba las nalgas y la apretaba contra su cuerpo, y comenzó a acariciarlo audazmente.
La pasión, que no sentía desde hacía más de siete años, se apoderó de ella, hizo arder su cuerpo y desbarató su razón. Los besos de Liam llenaban un espacio que había permanecido vacío desde su marcha. Y su cuerpo le decía exactamente qué quería y de quién. Cuando una de las manos de Liam abandonó su trasero para acariciar su pecho, excitando la punta con el pulgar, Leigh-Anne dejó escapar un profundo gemido gutural.
Recordaba la primera vez que Liam la había tocado así y cómo el sentir sus manos sobre los pechos había erizado cada nervio de su cuerpo… igual que en ese instante.
El estrépito del claxon de un coche los separó bruscamente y, por un instante, se miraron el uno al otro intentando controlar su respiración.
Por fin Leigh-Anne dijo:
–No puedes ir por ahí besándome cuanto te apetezca, Liam
Para mostrar su desacuerdo, él se inclinó de nuevo y la besó en la punta de la nariz.
Instintivamente, Leigh-Anne se acercó a él.
–¿No puedo?
–No, no puedes –susurro suavemente, pero al mismo tiempo levantó la boca hacia la suya para que volviera a besarla.
Liam la besó con ansia y Leigh-Anne se estremeció de nuevo bajo la acometida de su boca. Tocó los músculos duros de sus hombros y se dejó llevar por el placer y la magia de su boca. Tenía que ser más fuerte la próxima vez, razonaba, pero en ese momento necesitaba aquello.
Lo deseaba. Una parte de ella había olvidado el placer que podía sentir una mujer en brazos de un hombre.
Sobre todo, si esos brazos eran los de Liam Payne.
Un momento después, Liam apartó lentamente su boca y la miró a los ojos.
–Cena conmigo esta noche, Leigh-Anne –dijo con voz baja y áspera.
Leigh-Anne estuvo a punto de rehusar su invitación. De pronto sentía la necesidad de recobrarse, antes de hacer con él algo que podía lamentar más tarde. Pero, cuando Liam comenzó a depositar leves besos alrededor de su boca, perdió la capacidad de resistir.
–Sí, cenaré contigo.
ESTÁS LEYENDO
La Caricia De Un Amante ⚓ | ADAPTADA | Liam & Leigh-Anne | •TERMINADA•
Historia CortaLa intensa exitacion de Leigh-Anne ante la imagen de un hombre en la playa solo podia significar una cosa. Algo que ella habia evitado hace mucho, no queria aceptar lo que sus ojos veian, si eso significaba una sola cosa: Liam Payne habia vuelto a l...