TERCERA PARTE

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El vecindario había pasado de estar en el completo silencio a ser una congregación de murmullos, nadie salía de sus casas pero en todas los lamentos, gritos y llantos se escuchaban. Isabelle y Hugo corrieron escaleras arriba para saber que ocurría, mamá Jeanee había salido de su estado de letargo y sentada en aquel sillón escuchaba la radio con atención. 

— ¡Niños! Por fin llegan – les hacía señas de que se acercaran a ello, a lo cual obedecieron de inmediato – no estamos en posición de llegar tan tarde a casa. ¡Cómo es posible que seas tan impertinente Isabelle! No solo te pones en peligro a ti sino también a Hugo. Que no vuelva a suceder.

Isabelle la miraba con fascinación, podía ser que la estuviera regañando pero por fin hacía algo más que tan solo mirar al vacío y ver dibujos. 

— No lo volveré a hacer lo juro, pero ¿Qué ha pasado? – señalaba la radio detrás de mamá Jeanee.

— ¡Oh niños! – suspiraba – todo de ahora en adelante irá de peor en peor – hizo una pausa como tratando de buscar las palabras, aunque en realidad solo estaba recordando viejos y malos tiempos – han entrado a Francia.

— Ahh – Isabelle se tapaba la boca para no exhalar un grito, Hugo tan solo apretaba el hombro de Isabelle quizás con la intención de darle ánimos o consuelo, aunque el mismo sentía un temor inmenso – estamos perdidos.

— Solo debemos ser fuertes, en la primera guerra la vimos muy mal, pero ya ven aún sigo aquí – mamá Jeanee sonreía se había dado cuenta de que aún tenía dos niños a su cargo.

— Debemos seguir escuchando.

Hugo alzaba el volumen de aquella vieja y elegante radio, sin duda alguna debían estar lo más informado posible. Él había seguido muy bien los pasos de las tropas Alemanas, sabía lo cruel que resultaba ser su líder Adolfo Hitler, quizás lo que sabía solo provenía de las noticias en el periódico y la radio, pero se había formado una idea bien clara en su cabeza de lo monstruosos que eran los nazis, si llegaban a París quien sabe cuántos horrores sufrirían. Una parte de su cabeza escuchaba y asimilaba lo que aquel hombre en la radio relataba, pero otra se concentraba en un solo asunto, tenía que hacer lo posible para mantener a Isabelle y Mamá Jeanee alejadas del peligro, pero ¿qué podría hacer?

— Mañana todo será un caos – decía Hugo mirando la ventana, Isabelle se había acercado lentamente aunque su paso no había pasado desapercibido por él – iré a encontrar todo el alimento que se pueda y a informarme más de lo que ocurre en las calles.

— Yo iré también – decía ya a su lado.

— No – expresaba tajantemente – es mejor que este aquí segura, sana y salva.

— Lo siento Hugo pero iré, dos personas trabajaran mejor, además tengo que ir al periódico necesitaremos dinero, mucho dinero, así que es mejor ni pensar en perder nuestros empleos.

— Isabelle yo puedo conseguirlo, no tienes que…

— No insistas, no pienso ser una carga Hugo, soy incluso más lista que tú, así que no se hable más. En el periódico puedo enterarme de muchas más cosas que en las calles. 

— Entiende que no siempre puedes hacer lo que se te venga en gana – decía entre la desesperación y la rabia. 

— Y tu entiende que somos un equipo – tomaba su mano – no te abandonaré y tú no me abandonaras y los dos trabajaremos para mantenernos con bien en medio de ésta maldita guerra. 

— Entiendo – decía vencido – es solo que tengo miedo de que algo malo te ocurra. Sabes – sonreía – creo que si tuviéramos la decisión de hace 4 años podríamos…

— Arreglar todo esto – finalizaba, él solo asintió y ambos sonrieron. 

A todos les fue imposible dormir. Así que a primera hora Isabelle envuelta en su abrigo y una bufanda esperaba en la puerta para irse. 

— Ok muy bien yo iré a la plaza principal – decía Hugo poniéndose unos guantes.

— Y yo al periódico y luego al mercado del este – Isabelle sonriendo bajaba un poco más aquel gorro azul sobre la cabeza de Hugo.

— ¿De verdad es tan necesario que nos separemos? – preguntaba casi rogando.

— No me mires así – le daba un leve golpe en el pecho – pareces un cachorrito abandonado – reía – claro que es necesario, los dos somos listos ¿qué ha de pasarnos? Además no es que Hitler éste ya paseándose por las calles de parís. Apresurémonos y nos vemos en la estación del tren.

— En frente de la tienda de Papá Georges – Isabelle asintió, se dio la vuelta para continuar su camino, pero en una guerra mental se reviró de nuevo – ¡Isabelle! – ella alzó la mirada para verlo – solo… solo cuídate – se acercó le dio un beso en la frente y se retiró casi corriendo.

— Lo haré.

Dijo un tanto turbada, no dejaba de pensar en el casi beso de la noche anterior. Caminaba casi monótonamente hasta que una pareja de enamorados se besaban en una esquina, de una iglesia unos novios salían casándose, todos ellos hacían lo correcto, sí quizás París sería bombardeada pronto ¿qué hacía ella esperando a que el amor de su vida se decidiera a besarla? No esperaría más, esa noche ya no esperaría más. 

Estaba hasta contenta con su resolución hasta que en el periódico la noticia del día hizo palpitar muy aceleradamente su corazón: “Todos los jóvenes mayores de 13 años irían a la guerra”.

Nada nos separaráDonde viven las historias. Descúbrelo ahora