PRIMERA PARTE

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- Creo que Mamá Jeanee no se recuperará nunca de la muerte de Papá Georges - decía Isabelle mirando por la ventana, observando como la nieve caía y recordando aquellos tiempos en los que por esa misma ventana divisó por primera vez a Hugo.

- Yo mismo aún lo extraño y creo que lo extrañaré por siempre - Hugo hablaba mientras limpiaba cuidadosamente aquel autómata que tuvieran como reliquia y que él tanto quería.

- Tengo miedo de que se deje morir, sé que han pasado dos años, pero se está consumiendo, no para de llorar y casi no come. Debemos hacer algo, darle otro propósito - Hugo dejó la limpieza a un lado, pensaba pero nada se le ocurría - tiene que haber algo por lo cual quiera luchar, quiera vivir.

- No lo sé, tú eres como su hija, deberías ser su motivo de vivir, pero quizás crea que estarás bien sin ella.

- También te quiere a ti, y no es cierto que estaría bien sin ella, por otro lado está todo este caos - se sentó derrotada hundiendo sus manos en sus dorados cabellos - ¿crees que lleguen aquí Hugo?

- Tal vez, esperemos que no - se acercó a ella y comenzó a acariciar sus cabellos, por alguna razón ahora hacerlo era más difícil que nunca. Ella levantó la vista y se miraron fijamente por unos segundos. Solo centímetros separaban sus rostros, él estaba perdido en lo rosa de los labios de Isabelle y ella en lo celeste de los ojos de aquel chico que amaba más que nadie en el mundo. Ambos sentían la respiración acelerada del otro, los dos querían hacer lo mismo y desde hace tanto que lo deseaban, pero de nuevo fue Hugo el que se alejó, comenzó a rascar su cabeza y a tomar torpemente el trapo con el cual hubiera estado limpiando al autómata anteriormente.

- Por Dios Hugo - dijo molesta dirigiéndose a la salida - somos amigos, no hermanos.

Él aun limpiando el autómata miraba de reojo la puerta por la que Isabella hubiera salido, en su mente una guerra se estaba librando, Isabella tenía razón no eran hermanos, y solo Dios sabía cuánto deseaba besarla, pero algo dentro de él le decía que no debía, algo le indicaba que no era correcto, antes pensaba que de hacerlo estaría traicionando la confianza de Georges, cuando él se murió todo era demasiado deprimente como para pensar en algo más con Isabelle, se necesitaban pero él no debía aprovecharse de su dolor para acercarse a ella, ahora ya habían pasado 2 años, y aun así pensaba que a Mamá no le iba a agradar que un niño huérfano que vivía en su casa estuviera saliendo con su pequeña, aunque lo habían criado como a un hijo, él aún se sentía como un huérfano, un extraño, y siempre lo sería. También estaba el hecho de que no sabía si Isabella sentía lo mismo por él. Quizás y fuera amable con él, era tan hermosa que le parecía casi imposible que ella lo amara. Aunque más de una vez ella parecía molesta por la distancia que él ponía, pero ¿y si eso solo era producto de su imaginación?, ¿y si quería tanto creer que Isabelle lo quería que veía cosas donde no las había?, todo era un gran caos en su cabeza.

Isabella sabía que no podía estar más en la casa, miró la habitación de mamá Jeanne, quien como siempre tan solo miraba a un punto en el vacío, y decidió que iría a comprar algo para la cena. Ya tanto Isabella como Hugo tenían 16 años, tan solo hace 4 años atrás que se habían conocido, que Hugo había pasado de ser un huérfano a parte de una familia, sin embargo para ellos parecía una eternidad, habían perdido a Papá Georges de un ataque al corazón, ahora Hugo era un gran mago, y a ella le encantaba escribir. Hugo ganaba suficiente dinero para mantenerlos, y ella escribía pequeños artículos para un periódico. De un tiempo acá había crecido un cierto distanciamiento entre ellos, hablaban con más formalidad y casi evitaban cualquier clase de contacto, aunque ya hace tiempo que Isabella no quería contenerse, siempre esperaba que Hugo diera el primer paso, pero en cada momento él solo sabía irse. Pensaba en que ya no esperaría más, si él no la quería, aceptaría la propuesta de aquellos chicos que la cortejaban, no esperaría por él toda la vida, aunque en el fondo sabía que nadie podría reemplazarlo a él.

Nada nos separaráDonde viven las historias. Descúbrelo ahora