Mentiras

186 18 4
                                    

-¡Ey, Shanon!

Casi ni si quiera había salido del portal cuando una muchacha de ojos café oscuro y un pelo moreno escalonado hacia delante había bramado aquel saludo. Se trataba de Adelaila, la cual poseía una potente voz que podía dejar sordo a cualquiera si se lo proponía. Muchas eran las veces que ambas chicas se preguntaron por sus orígenes; la morena era procedente de España, vivía en un pueblo de Aragón hasta que se mudaron a Nueva York por el trabajo de su padre, a los nueve años. En cuanto a Shanon, poco se sabía de ella, apareció en un orfanato de la ciudad junto a una nota que marcaba el día de su nacimiento y el nombre, pero no estaban reflejados sus apellidos. Aunque aquello no la aterraba de forma consciente, sus sueños se desataban en extrañas y confusas secuencias, en ocasiones aterradoras.

-Ey Adelaila, hola. -Aún se percibía el desánimo en la cara de la pelirroja a causa del griterío de sus padres.

-¿Te ocurre algo Shan? Últimamente estás rara.

-Ya -Admitió tras unos segundos de silencio -No consigo dormir bien estos días.

-¿Otra vez esa pesadilla de la casa y el llanto? -La contraria simplemente asintió con la cabeza. -Podrías mirar por Internet que significa, o ir al psicólogo.

Adelaila, no seas exagerada! -Replicó mientras su amiga reía a carcajadas.

Era una broma! Relájate, mujer. - Recomendó la española.

-No estoy tan tarada como para ir al loquero.

Adelaila seguía mirando a la pelirroja con una sonrisa burlona, Shanon rodó los ojos y empezó a andar. El lugar donde iba a comprar el pan no era una panadería como tal, más bien una repostería donde servían porciones de pastel, café y té a parte de vender lo que andaba buscando. Se quedaron un rato tomando algo tal y como le había alertado la neoyorquina a su madre.

-Ahora si que me podrías llamar loca, pero ¿a veces no te da la sensación de que nos ocultan algo?

-¿Ocultar quienes? -Adelaila colocó un rostro confuso.

-No sé, el mundo, los que toman decisiones supongo.

-¿Que es lo que te lleva a pensar en esa tontería? No creo que nadie nos mienta.

-Es que ayer vi una página donde hablaban de filosofía o no se que más, pero era rara, trataba sobre eso, los engaños, las mentiras y la realidad.

-Seguro que es algún loco de estos que solo quiere asustar a la gente con falacias.

Shanon solo se encogió de hombros como contestación, se replanteaba lo dicho anteriormente a la vez que le daba un sorbo a la infusión.

-Si, supongo que será una tontería -Contestó finalmente. -Oye ¿quieres quedarte en mi casa a comer?

-Me gustaría, pero no puedo. Vienen amigos de mi padre y tengo que estar allí.

En los labios de la pelirroja apareció una mueca de ganas ahogadas.

-Bueno... Al menos te acompaño a casa.

-Vale.

Cuando ambas se acabaron el té se levantaron y pusieron rumbo a la casa de Adelaila. Vivía en una zona algo más alejada de la ciudad donde las casas unifamiliares eran las dueñas del barrio. Los que habitaban en aquel área tenían algo más de dinero, pero nada exagerado.

-Gracias por acompañarme Shanon.

-No hay de qué, ya sabes que me gusta pasearme.

-Lo sé, eres de las pocas enérgicas aun, siempre necesitas desfogarte de alguna forma.

-Bueno, hasta esta tarde si te apetece quedar.

-Adiós.

Tras la conversación la morena se  introdujo en la casa. Shanon sacó del bolsillo sus cascos, conectándolos al móvil y empezando a andar hacia su piso tomando unas callejuelas que, aunque parecían bastante peligrosas, no tenían nada de malo. Llegado un punto de camino la joven se comenzó a marear, obligándola a detenerse un momento para ver si así se le pasaba.
Mientras ella se agazapaba levemente para ver si funcionaba, cuatro ojos la observaban desde el edificio contiguo, cuchicheando en bajo.

-¿Estás seguro de que sí? Nos meteremos en un lío si no lo es.

-Ya te he dicho que sí -Dijo exasperada la otra voz.-

Guardaron silencio al ver que la muchacha a la que estaban observando hacía lo que ellos esperaban. Shanon tomó un libro que vio del suelo, tenía una tapa marrón, aparentaba ser antiguo, sin título alguno.

-¿Quién ha dejado esto aquí?

Continuó revisando el libro en busca de algún marcador que pusiera su propietario más lo único que empezó a sentir era una fuerte jaqueca, de pronto a su alrededor todo cambió, solamente en su cabeza. En la tapa unas palabras resaltaban aunque antes estuvieran ocultas.

-¿Matrix y la filosofía...? -"No he visto este libro en mi vida." pensó para sí.

-Te lo dije, te lo dije.

Ambos ojos observadores desaparecieron del lugar para cuando la neoyorquina había comenzado a buscar las voces con la mirada aún extraviada en un azul marino donde destacaban los objetos más importantes de la zona, o algo así. En su mente aparecieron dos opciones, dejarlo en el suelo de nuevo y hacerse la desentendida o llevárselo escondido bajo la chaqueta, era un libro raro que la verdad quería ver. Optó por la segunda proposición y se apresuró a volver a casa, chocandose con algunas personas al no estar aún acostumbrada a esa visión tan extraña. Buscó torpemente las llaves, no quería que los policías le vieran con una especie de objeto oculto por la calle. Entró al portal, subió en el ascensor y fue a su cuarto, no se detuvo casi ni a saludar a sus padres.
-¡Ya estoy aquí!

-Hola hija, ¿que tal con Adelaila?

No hubo respuesta, la joven ya se había atrincherado en su habitación para revisar aquel tomo tan extraño. Abrió el libro, tenía un pequeño resumen de una historia, unos humanos sumergidos en un mundo virtual, totalmente engañados para mantenerlos controlados, pero al parecer, algunos no se quedaron con la parte brillante de la moneda y buscaron la verdad. Recordó la página en la que había visto algo parecido sobre eso, la buscó y buscó, pero había desaparecido del mapa, incluso de su historial, era como si alguien hubiera borrado todo ese rastro de información.

Casa de Adelaila

-Adel, cuanto has tardado, ve a arreglarte, corre.

-Si madre, enseguida.

Adelaila subió de inmediato a la habitación y se puso ropa formal, poco tardaron los amigos de su padre en llegar.

-Bienvenidos hermanos, pasad al salón, la mesa está lista. -Decía una voz varonil potente, el padre de la española.

La chica bajó cuando se hubo puesto presentable y comenzó a saludar también para después tomar asiento y comenzar todos a comer.

-Ahora que esos caóticos están extinguidos, al fin podremos cumplir nuestro cometido. Que el padre del entendimiento nos guíe.

Todos los hombres de la sala repitieron a la vez, para después brindar y continuar con la celebración.

Assassin's Creed ResurfaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora