Caos

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Casa de Shanon {Dos horas antes}

El varón ya se había marchado de casa hacía unas cuantas horas. Se despertaba temprano para ir a trabajar. La madre aún permanecía en el hogar, sola pero atareada, su oficio se solía realizar con un ordenador en cualquier sitio. Allá de las doce de la mañana alguien llamó a la puerta, la mujer fue a abrirla con total calma (pero sin retirar todavía el seguro de la entrada) más en su rostro se mostró desánimo e incluso una pizca de asco o repulsión hacia lo que estaba viendo tras la rendija. Fuera, se encontraba el padre de Adelaila junto a otros hombres igual de trajeados que el primero, la mayoría de ellos armados.

-César, ¿que quieres?

Lejos de molestarse por los modales de la contaría, este le brindó su más encantadora sonrisa, aunque para la señora Milligan aparentaba más una víbora luciendo sus colmillos impregnados de veneno.

-¿No me vas a invitar a pasar, Katherine? Sabes que no me gusta autoinvitarme a las casas de mis amigas, no es de buena educación.

Katherine observó como uno de los acompañantes del hombre se ponía en posición, preparado para disparar a la cerradura de hacer falta para abrirla (lo cual no sería la primera vez que lo hicieran). Terminó por retirar el seguro, dejándoles pasar mientras emitía un bufido de molestia, sabía que no podía hacer nada y eso era lo que más la irritaba. César abarcó el hombro de la mujer, empujandola hacia el salón mientras los otros comenzaron a revolver el hogar en busca de determinados objetos, como si les fuera la vida en ello. El jefe de la cuadrilla estaba disfrutando demasiado de las muecas de desdén que colocaba la mujer escuchando tal jaleo.

-Pensaba que los asesinos os decantabais más por el desorden.

-No somos salvajes, Borgia, nunca comprendisteis nuestro cometido, ni lo haréis.

-¿Ya empezamos con los formalismos incómodos, señorita Frye? Antes había más confianza en esta relación.

-Tú y yo nunca hemos tenido confianza alguna, solo un trato.

-Cierto, cierto, un trato... Te pusiste a lamerme las botas con tal de que no matase a la cría.

-Y todavía os creéis superiores, cobardes, matando a los bebés de los enemigos se arregla todo ¿eh?

-No te conviene ponerte agresiva conmigo, Kat, he hecho mucho por ti. Y aun con todo te fuiste con ese borracho que llamas marido. Yo podría haberte dado una vida mejor.

-Primero, no me llames Kat, ya no estamos en el instituto. Segundo, me casé con el por que quise y por que me comprendió siempre.

-Tienes suerte de que te diera todo esto, no te habrían dejado nunca adoptar a Shanon en aquella ratonera inmunda donde os escondíais.

La mujer iba a contestar pero de pronto apareció uno de los hombres del templario con un libro de tapa antigua, idéntico al que había escondido rato antes. Aunque por fuera aparentase tranquilidad, por dentro estaba rezando que no fuera lo que pensaba. César lo tomó, abriéndolo y observando el interior, pasando las hojas paulatinamente, acabando por esbozar una sonrisa y dejarlo en la mesa. Era un simple álbum de fotos.-

-Como crecen ¿verdad?

Kat soltó toda la tensión que había acumulado en aquellos segundos a través de un suspiro, usando su ingenio para que aparentase simple añoranza.

-Sí, es cierto.

-Recuerdo como si fuera ayer cuando mi hija tenía solo cinco años y jugaba con la tuya. Se conocen de casi toda la vida, y que diferentes son.

-En cada casa hay unos ideales.

-Lo sé, los ideales pueden matar hasta relaciones.

-No empieces otra vez. Tenemos nuestras vidas, no pensamos igual, no somos iguales.

-Pero tú lo entendiste, Kat, el buen camino se te presentó y no quisiste tomarlo.

César extendió su mano en un intento de tomar la de la mujer que tenia delante, pero esta de inmediato la retiró.

-Su-pe-ra-lo. Tu y yo no teníamos futuro, a demás, tienes una esposa, una hija. ¿Es que no es suficiente?

-Eres una ignorante.

-Una ignorante libre que no tiene que esperar ordenes hasta para cagar.

El ambiente volvía a ponerse tenso, para suerte del templario otro de sus ayudantes llegó con una nueva recopilación. Para desgracia de Kat, en esta ocasión si parecía algo importante. César agarró el papel, poniendo un gesto frío repentinamente. Era un boceto, un dibujo aún inacabado pero ya tenia "alma" propia. La capucha, la chaqueta, el tatuaje del brazo, la porte y las hojas. Estaba claro.

-Katherine, ¿le hablaste alguna vez de su abuelo, Desmond, a Shanon?

-No, nunca.

-¿Ni si quiera una foto?

-Nada, no tengo fotos suyas.

César dobló el folio guardandolo en su chaqueta, para mirar después al que lo trajo.

-¿Donde estaba?

-En un cajón, señor. -Contestó el hombre. - Junto a otros dibujos de animales, lobos, cuervos, águilas, ciervos... De todo un poco, no vimos nada raro en los demás.

-Entonces no lo ha intentado esconder, desde luego. Sigan bus...

De pronto el móvil sonó, el templario tuvo que cogerlo de inmediato, podría ser una emergencia o su jefe. La voz del otro lado de la llamada aparentaba nerviosa.

-"¡Señor Borgia! Hay un tiroteo en la manzana Lynn Margulis!"

El hombre ni contestó, simplemente llamó de inmediato a los demás y corrió hacia la puerta, aquella manzana estaba demasiado próxima al instituto de su hija así que casi lo tomó como algo personal. No dijo ni adiós, incluso dejó la puerta de la casa abierta. Katherine se levantó primero para cerrar y después yendo a la cocina, se acercó a los ladrillos decorativos de la pared. Estaba igual de revuelta que el resto de la casa; cajones abiertos, cubiertos fuera, todo hecho un caos. Su alrededor se volvió azul, resaltando un ladrillo en concreto en el cual, hincó las uñas para sacarlo y tomar lo que había en su interior; Matrix estaba a salvo, por ahora.

Manzana Lynn Margulis

El hombre que había agarrado anteriormente a Shanon por la mochila se había ocupado de sujetarla mejor, tapándole la boca para que no pudiera hablar aunque eso no duró mucho ya que la joven le propinó un mordisco y logró soltar algún que otro grito. Pasó a tomarla por el cuello a mala leche para haber si así se estaba un poco quieta mientras otro aparecía, preparando una especie de aguja. Ambos iban completamente tapados, solamente se les veía los ojos y así no había manera de reconocerlos. Tras ellos se escucharon aún más disparos lo que hizo que el recién llegado fuera más rápido, la neoyorquina aún se revolvió con más fuerza pero la tenían bien sujeta. Notó el pinchazo, pero ya no más salvo la fuerza de una tercera figura, en esta ocasión femenina, que había saltado desde arriba y los había dejado en el suelo, inertes. Se retiró la aguja, acercándose después a la pared para alejarse de la mujer, al levantarse se veían sobresalir de sus muñecas dos hojas, goteando la sangre de los que acababa de matar. Otro grito más, la contraria pareció alzar las manos, marcando paz pero de inmediato salió corriendo nada más ver como unos agentes giraban la esquina y comenzaban a disparar a bocajarro con la intención de alcanzarla, aunque no pareció ocurrir. A Shanon comenzaron a temblarle las piernas de forma ilógica, se le estaban durmiendo y eso sumado al susto aumentaban su agobio. Sólo pareció relajarse levemente en cuanto vio a César agacharse a su lado pues se había caído al suelo y ella ni se percató. Oía los gritos difuminados, como si llevase los oídos taponados. La vista ya tornaba borrosa pero entre eso, se dio cuenta de que había algo muy claro y definido, un hombre con una capucha blanca, acabada en punta, la misma hoja que había visto en la mujer y una espada con el mango en forma de águila. Lo último que notó es como alguien la recogía del suelo, a partir de allí ya todo sumió en las sombras para ella.

Assassin's Creed ResurfaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora