N•6 Conflicto Definitivo

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A Varick se le desencajó la mandíbula al enterarse de que soy un licántropo, la mirada de confusión que me dirigió no combinaba con la sonrisa de emoción que tenía en su rostro. Se alejó un par de pasos de mí y temí que pudiera gritar o guitar pero tan sólo se apoyo en la pared más cercana y se acuclilló para procesar la confesión que acababa de recibir de mi parte.

Se pasó las manos por la cara y el cabello mojado salpicando el agua en el proceso, se tomó su tiempo para respirar bocanas de aire e intentar tranquilizarse.

–¿Es una broma? ―balbuceó Varick consternado con las manos en la cabeza.

―Seria más sencillo si creyeras que fue una broma ―respondí en mi defensa aproximándome a él pero dejando una distancia prudente para dejarlo respirar.

―No puede ser... todo este tiempo ―comentó negando con la cabeza―. Nos ocultaste tantos años lo que eras... se que tendrás tus razones pero... es increíble.

No estaba seguro lo que realmente pensaba este chico, olfateaba una mezcla de miedo camuflado con emoción y con un toque de desconcierto que no me permitió averiguar con exactitud sus pensamientos. Ahora que un habitante de Rothenburg sabía lo que era, lo mejor que podría hacer era marcharme de esta ciudad.

―No le diré a nadie ―informó Varick poniéndose de pie aceptando mi confesión―. Sé que es mucho pedir pero si existe la ocasión en la que te transformes ¿Podría ser un espectador?

Era la primera vez que le revelaba lo que realmente soy a una persona, al igual que la pequeña historias que me relató, nos ocultábamos de la vista de la humanidad por temor a ser cazados por fuerzas militares y organizaciones secretas. No es que desconfiara de él pero tenía una promesa que cumplir con mi madre y ya había des cumplido parte de ella.

―Lo siento, Varick pero ahora que lo sabes no puedo vivir en Rothenbug ―informé serio―.Si por casualidad te emborrachas y le contaras a tus amigos que soy un hombre lobo estaría en graves problemas.

Con su mirada de culpabilidad dejó en claro que ese hecho podría suceder e intentar convencerme de quedarme sería malgastar palabras pero esto no acababa aquí, tenía una propuesta que informarme, con los puños apretados y el ceño fruncido me miró a los ojos decidido a persuadirme.

―Barend, creo que sé dónde encontrar a ese asesino, a Simón ―informó con odio en sus palabras―. En una discoteca se realizara una fiesta secreta donde sólo ciertas personas con invitación pueden ingresar, he logrado colarme en el sistema para entrar sin problemas y he visto la lista de todos los que irán, entre ellos está Simón Huber. Iba a ir solo pero no creo ser rival para él.

―¿Cuándo es? ―indagué impaciente, intentando no alzar demasía la voz.

–Mañana en la noche ―respondió él cruzándose de brazos en señal de rendición―. Lo más seguro es que no podré ingresar, aunque alteré mis datos decía "ingreso exclusivo" en otras palabras tendrá limitaciones y creo...

―Entraremos, no importa que ―anuncié con seguridad aunque no tenía ni idea de cómo ingresar.

Mientras me acompañaba a la salida de la ciudad, la lluvia aminoró permitiendo que los turistas pasearan por los diferentes sitios históricos de Rothenburg y al dirigir mi vista al casco histórico, visualicé a Egmont sentado al lado de su hermano con la vista fija en el charco de agua que tenía delante de ellos.

¿Por qué aún no se han marchado de la ciudad? Creí que se lo llevaría enseguida a Quedlinburg, no que se quedarían sentados como dos vagabundos sin hacer nada, aun así no logré evitar correr hacia ellos y detrás de mí me siguió Varick comprendiendo con exactitud lo que sucedía al visualizar ambos hermanos que ingresaron al local de su padre.

―Egmont ¿Estás bien? ―es lo primero que pregunté cuando llegué a su lado.

Su mirada de angustia me indicó que las cosas no habían mejorado desde que se alejó de mi lado, lo que más me sorprendió fue que Stein no evitó que me acercara a su hermano. Sé que todo le daba lo mismo pero simular que era invisible me indicó que debía de ser precavido porque en cualquier momento se podría lanzar sobre mí.

―¿Por qué aún siguen aquí? ―indagué sentándome a su lado atento a cualquier reacción que reflejara Stein.

―Es que... no puedo volver si mis padres... –balbuceó Egmont mirando de reojo a Varick que se mantuvo a una distancia prudente.

―No podemos volver a Quedliburg porque no le informamos a nadie que nos marcharíamos y deben de creer que nos escapamos ―vociferó Stein con furia.

Si Egmont no nos separaba del uno del otro hubiéramos terminado en una confrontación que yo aceptaría con gusto. Odiaba a su hermano, tenía una actitud detestable como la de un tirano y a decir verdad, yo lo señaló como un el tirano cuando nos referimos a él.

―Cuando me escape de casa, Stein me siguió bajo su propio riesgo y si volvemos nos castigaran a ambos ―informó el albino, sintiéndose culpable por el simple hecho de involucrar a su hermano.

Al principio creí que Stein fue enviado por sus padres para capturar a su hermano y llevárselo a la fuerza de vuelta a su hogar pero ahora que sabía la verdad, mi visión de "el tirano" cambio un poquito. Sin embargo cuando pase mi mano sobre el hombro de Egmont para transmitirle que yo siempre lo apoyaré la mano de Stein agarró con fuerza mi brazo.

―Deja de impregnar tu asqueroso aroma en mi hermano ―indicó Stein con los dientes apretados y el más profundo odio que sentía hacia mí en sus grises ojos.

El Sufrimiento Del Lobo SolitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora