Colgando en el vacío, 2.

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- ¿A qué te dedicas, si se puede saber? - Preguntó mi padre con sus ojos negros fijos en mi.

Me removí inquieto en la silla, mi padre siempre había decidido que siguiese su camino a la hora de estudiar mecánica, recordé levemente cuando con catorce años, recién había descubierto la moda Visual-kei le comenté que quería ser diseñador de moda, recordé con dolor como soltaba varios insultos hirientes a mi sexualidad, jamás me pude explicar porqué me dolieron tanto unas palabras que realmente no son un insulto, tal vez fue el tonó de asco mezclado con la amargada mirada de decepción que me dedicó. 

Ahora se hallaba ahí, mirándome fijamente, sus rostros estaban en cierta armonía, el de mi madre, aunque aparentemente calmado guardaba un cierto nerviosismo y el de mi padre, serio, como si esperase cualquier palabra con la que poder juzgarme.

- Soy Tanatopractor. - Dije tras aclarar mi garganta. 

Ante el rostro de mi padre, mi madre le tocó el brazo con suavidad. 

- Prepara a los difuntos para ser velados. - Especificó mi madre, su voz, como siempre, sonó llena de cariño y como un susurro, debo admitir que mi madre siempre había tenido una voz muy clara y agradable, siempre había relacionado el sonido de su voz como un soplo de viento frío en una tarde soleada de Primavera.

- Vamos, que eres Pinta-muertos. - Dijo mi padre con tono tan frío y seco que me pareció ofensivo y me heló la sangre. 

- No, -Dije al momento, endureciendo mi tono de voz- soy Tanatopractor, no "pinta-muertos". 

- ¿Y qué diferencia hay?

Miré a mi madre en busca de un apoyo que no me dio puesto que apartó la mirada, en ese momento pensé que no debería haber tenido que respetar los gustos de mi padre con respecto al aspecto, que debería haberme dado mi mascarilla de color temporal blanca y haberme puesto las lentillas negras de ojo entero que había planeado, además de una ropa mucho más extravagante. 

- En que abro el cuello de los cadáveres para retirar la sangre, ponerles en su lugar líquido conservante, los aseo, visto y preparo, y sí, les maquillo, la diferencia es el respeto que le pongo, no todos pueden hacerlo. - Dije con clara molestia.

En otro momento, enfrentarme a mi padre era impensable, ni si quiera cuando me echó de casa rechisté, recuerdo como hablé con mi madre para pedir la emancipación y en pocos meses ya vivía en el otro extremo de la ciudad y trabajaba en un establecimiento de comida rápida para conseguir un extra.

Me di cuenta entonces que mi padre no quería hacer las paces, una persona que me hablase de esa manera no quería olvidar el pasado, tan solo dibujaba un camino lleno de rodeos para llegar a un objetivo, intentaba ser simpático, pero jamás lo había sido conmigo, era como sí, por el hecho de ser mi padre tuviese todo el derecho a insultarme y ridiculizarme, en aquellos escasos 20 minutos había cuestionado mi estilo de vida, mi trabajo, solo el tiempo que mi madre se había dedicado a hablar había sentido como la atmósfera se relajaba.

Aunque ellos no lo creyeran, yo iba un paso por delante. Los años solo me habían hecho retorcido y perspicaz, aunque en muchas ocasiones me equivocaba, sin embargo, me tomé un momento en mirar mi taza de te. 

¿Qué tenía yo que ellos no? Fácil, dinero.

Una oleada de ira me subió desde la boca del estómago hasta la cabeza, mis manos temblaban ligeramente y mi pecho me dolía, me sentía estúpido y traicionado, entonces, le dirigí una mirada a mi madre, tomándome un minuto para tomar aire. 

- ¿Cuánto y para qué? 

Mi madre subió la mirada de sus mano un poco arrugadas a mi, con cierto sonrojo en sus mejillas, mi padre también me miró.

Intercambiaron una mirada de incomodidad.

- Bueno.. me gustaría mucho pasar mi vejez en Noruega, y hemos estado mirando...

- ¿Cuánto? - Interrumpí a mi madre, de una forma tan seca que a mi mismo me extraño, me sentía decepcionado y engañado, mi propia madre había liado a mi padre por interés para conseguir dinero.

- Al rededor de los 63,000.00 euros, en nuestra moneda son...

Aquella bola de rabia de mi pecho comenzó a palpitar, muchas veces me equivocaba con mis presentimientos, pero me dolió no haberlo hecho ahora, me dolió comprender que mis padres pretendían utilizarme para que les pagase una maldita casa, si lo pensaba bien, les tendría más lejos, pero ¿no los tenía ya?

- No quiero saberlo. -Dije apretando la mandíbula. - Este es el jodido te más caro del mundo. - Dije mirándolos a ambos. 

Deseaba que mi padre dijese algo, quería gritarles todo aquello que me había guardado durante años, por sorpresa para mi, no sentía ganas de llorar, no, no sentía tristeza, solo rabia desmedida, comprendí porqué el empeño de quedar en un lugar publico, sin embargo, estaba seguro de que ellos pensaban que seguía siendo el crío idiota que habían echado de casa. 

- No verás un puto duro de mi parte. - Le dije a mi madre. 

- No hables así a tu madre. - Me respondió mi padre, amenazante. 

Me levanté tirando la silla, lo que hizo que media cafetería mirase. 

Jamás había sido una persona violenta, y a pesar de la forma de vestir que me apasionaba tampoco me gustaba llamar la atención de aquella manera tan desagradable, sin embargo, ahora no había nadie más que esos dos... personajes que quise en algún momento de mi vida, la rabia que llevaba casi diez años guardando y yo.

A toda prisa saqué mi cartera y tiré un billete cualquiera, no sé de cuanto, pero por fortuna había cambiado horas ante, al ir a comprarle comida a mis amigos felinos, así que no sería de mucho, pero sí lo suficiente como para cubrir las consumiciones.

- Tú, -comencé mirando a mi madre-  actúas como si fueses una santa, pero solo eres una interesada, ¿qué clase de madre deja a su hijo solo con quince años? me parece que solo eres una falsa, que eres una imbécil más...

- ¡No le hables así a tu madre! - Me interrumpió mi padre, levantándose de la silla y de forma amenazanate, mi madre, mi madre, por otra parte, se hacía más pequeña en su silla y trataba de aguantar sus lágrimas en sus ojos.

- No me interrumpas, cierra la boca y vuelve a sentarte ahí. - Dije, con un tono que jamás pensé que saldría de mi boca, un tono amenazante que subía desde el ardor de la adrenalina cubriendo mis entrañas. - Tú, no eres más que un viejo cascarrabias y antiguo, un mal padre que se buscó a una idiota que le diese todo lo que quiera, quieres que parezca que sabes de todo, pero si te sacan de un puto motor de coche no sabes hacer nada más.

En ese momento, un camarero llegó a nuestro lado.

- Caballeros, tengo que pedirles que abandonen el local..

Observé el rostro pálido de mi padre, su labio inferior temblaba de rabia y una vena en su cuello palpitaba, se había quedado sin habla. 

- No vales nada. - Rematé, señalandole con gran decisión. Me dispuse a salir, no sin antes, girarme y mirarlo a ambos. - Sois patéticos.  

Luego, me giré y salí, bajo la atenta mirada de todos o de la mayoría de clientes en la sala, luché conmigo mismo para no dar un portazo, ya había causado demasiado jaleo.

_____

Estoy gratamente sorprendida por la evolución de esta obra, aunque en un principio solo sería un relato, he decidido comenzarlo en una historia más larga dado que tengo mucho que contar sobre Castiel.

Aviso para aclarar que no es un fan-fic solo estoy adaptando la historia de un personaje de rol con el que tomé la imagen de Seike. 

Muchas gracias a todos los que votáis y me ayudáis para que más gente pueda leerme, eso me motiva mucho a seguir escribiendo, ¡gracias!

El Funerario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora