El castaño se perdió entre el denso bosque, los animales miraban como caía y se sentían impotentes, porque sabían que si intentaban saltar a ayudarlo, su amo les regañaría después, ya que por algo él se esta sacrificando de hacerse daño para que sus animales estuvieran bien, ya que ellos al igual que él, sus poderes sagrados eran mas que limitados cuando visitaban el reino de los dioses.
Cuando visitaba el reino de los dioses se le daba un determinado tiempo desde que tocaba aquellas nubes esponjosas y suaves, en su brazo se marcaba un reloj de arena con apenas una hora, pero el tiempo en el mundo de los dioses se iba como el agua en un rio, no alcanzaba, y más si todos aquellos dioses se dedicaban a frustrar sus planes de hablar con sus padres, por eso tenia que medir bien su tiempo, ya que si le hubiera sobrado tiempo, podía haber bajado tranquilamente, tal como llego, pero al no haberlo hecho el reino de los dioses lo expulsaba de manera brusca, como si se tratase de algún intruso.
Esto era causado a las reglas de oro forjadas por su padre, Izanagi; aquel dios era alguien estricto, fuerte, poderoso, omnipotente, inteligente, y a veces despiadado, pero tenia una gran lado paternal, también tenia su lado amable, pero normalmente para eso tenia a su alma gemela, su enamorada, su amante y su esposa, Izanami; ella era dulce, tierna, amable, poderosa al igual que su esposo, comprensiva, hermosa, era adorada por todos, de verdad que aquella diosa se podría describir como el pan más suave, esponjoso, delicioso y dulce que podía existir en el universo.
Ambos eran como el Yin y el Yang, se compaginaban, y amaban sobre todas las cosas a su hijo; pero su padre era alguien que respetaba, adoraba y cumplía sobre todas las cosas, las reglas; se podía decir que era un fanático de ellas, y al ser más poderoso de los dioses tenia que hacerlas cumplir sin importar quien fuera, inclusive a su propio y adorado hijo. Su hijo había nacido como un dios puro y sano, conforme iba creciendo, tomaba la actitud de su madre, iba siendo cada vez más amable y tierno, su padre no le importaba que fuera así, pero lo que si no aguantaba era que su hijo se dejara hacer por los demás, no importaba que fuera alguien amable, pero que permitiera que le hicieran cosas, como las burlas, las bromas pesadas y cosas así, era inaceptable.
Por supuesto, cuando veía todo aquello su padre no se abstenía a no hacer nada, y como todo padre protector, iba y hablaba con aquellos dioses que molestaban a su hijo, le daba una buena llamada de atención y estos ya no volvían a acercarse a él nunca más, su hijo dejo de tener amigos, nadie se le acercaba, él se la pasaba solo, fue entonces cuando su padre le comenzó a enseñar el formar su carácter y una manera de ser un poco mas respetable, que causara a los demás dioses respeto y que no le despreciaran, si no que le trataran como era debido y digno del hijo del dios más poderoso.
Poco tiempo después, su hijo comenzó a tener más amigos, Amaterasu, Tsukuyomi y Oinari, quienes siempre estuvieron con el pequeño castaño, ayudándolo, jugando, platicando, todas las cosas que hacían los amigos; hasta que un día, su padre le dijo que tenia que enseñarle como era el mundo de los humanos, el pequeño oji verde, estaba emocionado, él en su tiempo de soledad se refugiaba en libros que tenia, y hablaba sobre los mortales; se comenzó a interesar de como pequeñas hazañas podían convertirse en algo enorme, de verdad aquellos seres no importaba que no tuvieran poderes, la unión y la fuerza de equipo sobresalían, formándose así una gran sociedad; esto le encantaba aquel muchacho, se le hacia interesante, era bastante entretenido ver aquello.
Ese día su padre, quería enseñarle una gran lección como dios, al llevarlo a ver a los mortales, era a darse a conocer y se temido por ellos, obligándolos a venerarlo y a adorarlos si no quería que su furia cayera sobre ellos y hacerlos sufrir. Se fijo en un pequeño pueblo, al cual no veneraba a nadie a ningún ser, esto a su padre le molestaba, ya que gracias a él, aquellos mortales disfrutaban de todo lo mejor, él los creo, el los hizo a todos; y eso no podía permitirlo, fue por eso que al ser todo poderoso; su padre hizo temblar la tierra, tomo una nube que la convirtió en una nube negra y la soplo, mandándoles un diluvio intenso, y al estar cerca del mar, hizo que se formara una gran ola que arrasara con el pueblo definitivamente. Formo sus dedos como si estuviera fingiendo tener una pistola y apunto a uno de los aldeanos, disparo y de sus dedos salió una especie de rayo de color azul, que hizo que aquel humano gritara lo mas fuerte que pudo: "Hicimos enojar al gran dios Izanagi, esta es su gran furia, todo por no venerarlo, ni adorarlo"; todos aquellos hombres y mujeres escuchaban las palabras de aquel hombre, miraron sorprendidos y asustados; comenzaron a asentir y a seguirle la corriente a aquel hombre, comenzando a orar y pedir piedad, en el nombre de Izanagi.
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La deidad de la Tierra
Fiksi PenggemarEstá es una historia Osomatsu x Choromatsu, la cual trata de una "Deidad" que decide abandonar el reino de los dioses, para observar más de cerca a los humanos,los cuales son más que interesantes para nuestro Dios, más sin embargo, existen reglas de...