Puta

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Llegue a casa con unas salvajes ganas de estar con él, de tenerlo aquí, de abrazar su cintura con mis piernas, de tenerlo hasta el fondo con esa deliciosa sensación de querer sacarlo y al mismo tiempo de dejarlo dentro.
-¡Fernando!- tomo me celular y tecleo el número. Suena dos veces.
-¿Bueno?-
-Necesito que vengas a mi casa.-
-¿Todo bien?-
-Estará mejor si vienes.-
-Llego en 10.-

Busque la lencería más provocativa que tuviera. Negro, forzosamente lo quería negro y encontré el mejor, encajes que lo orillarían a ser el jefe, el domador, el amo. Una vestido casual y unos tacones que iban perfectos con esa lencería pegada a mis atributos, el cabello a medio recoger en un chongo que dejaba caer algunas mechas en mi rostro, fragancia y una botella de vino blanco de las que me regalo mi padre desde que vivo sola.
•••

Tocan la puerta y me acerco de forma provocativa a esta. Abro.
-Kimberly.-me mira y puedo sentir que no es su mirada común. Sabe a lo que vino.
-Fernando...- doy media vuela y con delicados y sensuales pasos me dirijo de la cocina.
Escucho sus pasos detrás de mí mientras busco un par de copas en el gabinete de arriba, sus pasos se detienen y puedo sentir su calor cerca de mi piel, toma de mi cintura y sus labios se pegan en mi nuca, volteo con las copas en la mano y este me da el paso y toma la botella. Camino hacia la habitación y dejó las copas en la pequeña mesa. Las persianas se cierran. Me toma de la nuca de una manera salvaje, besa mi cuello y comienza con un tirante del vestido pero él sabe que no es eso lo que me gusta. Lo arranca y la lencería queda al descubierto. Me avienta a la cama y deja caer sobre mí  su mano en mi cuello con gran fuerza y brutalidad.

-No te muevas, puta.-

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