Cápitulo 1
-¿Qué hace aquí señorita?-
-Pues... no se pasaba por acá y me quede viendo lo hermoso que es el salón Jones -
Sabía que me había metido en un gran problema, estaba prohibido en el internado salir de las habitaciones después de las nueve de la noche y era aproximadamente casi la 1 de la madrugada.
-¿Y yo me chupo el dedo Price?-
Su mano sostenía el picaporte de la puerta e hizo un gesto con la cabeza para que saliera, lo mire a los ojos con una sonrisa, el profesor Jones algunas veces actuaba como si no me conociera.
- Entonces... ¿Para que pregunta?-
Dije sin quitarle la mirada de encima y sin moverme del frío suelo, mis padres adoptivos me dejaron en la entrada del internado, los primeros días mandaban cartas, diciendo que lo habían hecho por mí bien y que me amaban con todo su corazón después el tiempo siguió pasando y ellos dejaron de comunicarse, no recibí más cartas, simplemente me abandonaron, desde ahí Engelsfors lo considero mi único hogar; Este cuarto viejo lo he estado merodeando desde mi segundo día en el instituto después que Christian (uno de los compañeros de mi clase) quemo los únicos recuerdos que tenía de mi verdadera familia.
-Sabes que este salón esta cerrado y solo personal autorizado puede pasar, así que tendré que llevarte a la Dirección- Camino a donde estaba y de un jalón me levantó -No estoy jugando Price, por tu propio bien deja de buscar información porque lo único que encontraras serán problemas
Al llegar al pasillo, se volteó y cerró con doble cerrojo la puerta de madera desgastada
- Tranquilo, no necesita jalarme, conozco el camino
Me solté de su agarre y limpie mi chaqueta, el solo dio un pequeño bufido mientras se encaminaba a la oficina de la directora, metí mis manos en mi pantalón y seguí los pasos de Jones, el pasillo era bastante estrechó, en las paredes podías ver los retratos de la familia del fundador del Instituto y en el suelo una gran alfombra roja que abarcaba todo el pasillo, en el techo habían unas grandes lámparas parecidas a las de una iglesia en la Ciudad de México donde fui con mis padres dos años atrás en un lugar llamado Mixcoac sin mal no recuerdo.
- Señorita Price ¿Otra vez usted acá?-
Sin notarlo me encontraba en la puerta de la oficina de Elena, ella ni siquiera había alzado la vista para mirarme, siempre se veía tan joven, cualquiera que no la conociera diría que tenía 30 cuando en realidad se encontraba en los bellos 40, sus lentes estaban a punto de caerse del Puente de su nariz y como por arte de magia se los acomodo, dejó de ver los papeles que tenía en su mano y centro su vista en la mía.
- No para nada m, solo soy un holograma -me acerqué a una de las sillas que se encontraban en frente de su escritorio y tome asiento- ¿Por qué hacen preguntas tan idiotas?
- Siempre tan simpática -note una pequeña sonrisa en su rostro pero pronto desapareció, se levantó y se dirigió a uno de los rincones de la habitación donde en una mesa se encontraba una charola de plata, en ella había una pequeña taza de café caliente.
- Siempre -sonreí mientras mi mirada seguía posada en ella- Bueno Elena ¿Qué castigo tendré ahora? - una vez más me acomode en mi a siento.
- Ninguno, te hemos puesto demasiados castigos y tu comportamiento rebelde sigue sin cambiar - regreso a su asiento y con cansancio me devolvió la mirada, no había dormido como en dos o tres días o eso era lo que su semblante delataba, su cabello estaba sostenido en una coleta alta y varios cabellos salían rebelde mente, llevaba un traje gris y una blusa blanca que combinaba mientras que sus uñas eran de un color negro realmente se conservaba bien-
-He roto el récord - coloque mis pies sobre el escritorio y mis manos detras de mi cabeza y con una sonrisa en mi rostro- entonces... ¿Qué va proceder?
- Baja tus pies Lucinda -me ordenó- por el momento estarás en tu habitación sin poder salir, solo para comer, ya después veré que más harás- volvió su vista al papel que leía antes de entrar a su oficina, me daba pesar Elena, a estas horas y trabajando ¿Por qué no solo se iba a dormir?, era la dueña del internado, de seguro mañana podría seguir con el trabajo.
- ¿Qué tanto me miras Lucinda? -preguntó sin apartar la vista del documento.- Yo... Em.... Nada Elena -dije un poco nerviosa- bueno... supongo que puedo retirarme ¿Verdad? - baje mis pies y me levante de mi asiento.
- Ahí esta la puerta -señaló la entrada con la pluma que sostenía su mano derecha.
-Gracias, eres un amor - le guiñe un ojo y cerré la puerta tras de mí, camine por el pasillo oscuro sin ninguna alma en el, doble a la derecha, subí un par de escalones y llegue hasta mi habitación, la abrí y encendí la luz, fui directo a mi armario pero antes observe mi reflejo en el espejo que estaba en la puerta de mi closet, ahí estaba yo, con mi chaqueta negra y mi camisa blanca con la frase "Love is Die", mis jeans grises y rasgados, y mis amigas las botas negras, mi cabello estaba suelto y un poco esponjado, el maquillaje negro en mis ojos estaba intacto, observaba cada detalle, intentando saber que está mal en mi, di un pequeño suspiro, ¿Por qué nadie me amo? ¿Acaso soy tan fea?, una tras otra pregunta se amontonaba en mi mente, por fuera parezco un chica ruda y que lo menos que tengo son sentimientos, pero en realidad es todo lo contrario, soy como un bebé, inocente y noble que lo único que pide a gritos es que lo noten pero los demás están tan concentrados en sus problemas superficiales que lo menos que tienen es tiempo para ver más allá de sus narices, se enojan por qué les quedo mal su corte de cabello o no consiguieron el vestido que tanto querían, cuando no se dan cuenta que son afortunados en tener una familia o una madre que los ama.
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Amor Eterno
HumorEl amor va más allá de la muerte, Lucinda y Nicholas, dos almas que fueron destinadas a estar juntas, sin importar cuanto tiempo estuvieran separadas, al final del camino siempre volvían a verse...amarse, pero el mismo mal en persona, sin importar a...