Capítulo 02.- "Un panda volador"

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Maya estaba segura de dos cosas: 1.- Dejaría de asistir a las clases deportivas, y 2.- Cody terminaría creando un hoyo en el suelo.

—¿M-me lo dices otra vez?

Suspiró, ya le había contado más de tres veces el encuentro que había tenido con Leith. Hablar sobre el tema no hacia más que ponerle los pelos de punta, aún así volvió a repetirle detalladamente lo que había pasado.

Cody reaccionó igual que la primera vez; su piel empalidecio, y volvió a retomar su caminata alrededor del sofá.

—Está bien, puedo manejarlo. —intentó tranquilizarlo, muy a pesar de que ver a Leith otra vez la ponía en un estado crítico de ansiedad.

—Maya, no entiendes... su familia dijo que lo mantendría fuera de la ciudad hasta que se estabilice. No puede ser que esté de regreso tan rápido.

Volvió a suspirar. Si su tío seguí así terminaría por contagiarle los nervios.

—Está bien, no la dejaré sola. —interrumpió Nick.

Cody paró en seco y lo miró por unos segundos antes de suspirar con resignación.

—Y se supone que el adulto soy yo. —sonrió a medias—. Perdón, estoy inquieto. Y es que no quiero que vuelvas a pasar por todo eso, May...

Ella tampoco quería volver a tener que lidiar con eso. Pero no le quedaba de otra. Leith había regresado, y con eso volvía la zarpa de problemas de los que quiso alejarse la mayor parte de su adolescencia. Aunque ahora tenía el apoyo de Nick, eso bastaba para tranquilizarla.

—Estaré bien, ya ni siquiera me afecta. —le sonrió a su preocupado tío—. Ahora, ¿por qué no vas por el helado de Tamara? Cuando se despierte sin el helado en la mesa no te cubriré.

Cody abrió en grande sus ojos verdosos y tras tomar las llaves de su automóvil, salió. No sin antes dirigirle una corta mirada llena de inquietud.

La casa estilo victoriano se quedó en completo silencio tras el sonido de la puerta al cerrarse. Maya no quería romper ese silencio, no porque le pareciera incómodo, si no porque hablar con Nick sobre ese tema hacia que se moleste consigo misma.

—No se merece que le mientas así. —replicó Nick—. Tú sabes que te afecta, yo sé que te afecta. Cody es el único que te cree cada vez que le dices que estás bien al hablar de lo que pasó hace cinco años.

Le dolió escucharlo hablar de una forma tan fría que hacia parecer que estuviera molesto con ella. Pero no lo culpaba, porque sí era cierto. Cody siempre creía lo que ella decía. Aún así ella le mentía diciendo que estaba bien cuando por dentro estaba luchando consigo misma. Cody no merecía esto. Él no merecía tener una sobrina tan mentirosa como ella.

—Decírselo aumentaría sus preocupaciones, y ya tiene mucho de que preocuparse por ahora.

El silencio volvió.

Ella sabía que Nick esperaba otro tipo de respuesta, pero no podía dársela sin sentir que le mentía. Y nunca volvería a mentirle a Nick.

El silencio que los rodeaba se vio interrumpido por el timbre. Fue algo tan repentino que no pudo evitar sobresaltarse. Milisegundos después escuchó reír por lo bajo al pelinegro de su costado. El sonido de su risa la tranquilizo un poco y, después de golpearlo en el brazo, se levantó hacía la puerta de hierro.

Cuando la abrió se quedó sin hacer ningún tipo de movimiento.

—Pasó mucho tiempo...

Era él.

—Maya, Maya, Maya... igual de despistada. Me alegra que al menos eso no cambiará en ti.

¿Despistada? Nunca he sido despistada.

—Leith. —fue lo único que salió de sus labios.

—No luces sorprendida... qué decepción.

La verdad era que no lo estaba. Después de verlo en el club supuso que tarde o temprano él encontraría la forma de hablar con ella, y se había preparado mentalmente para el encuentro. Lástima que aún le faltaba prepararse más.

—¿Qué quieres? —le preguntó intentando imitar la mirada de indiferencia de Nick.

—Sólo pasó a saludar. —sonrió levemente. Su expresión parecía inocente, pero Maya no se iba a dejar engañar fácilmente por aquella cara de ángel—. Mi psiquiatra me dijo que debo enfrentar el daño en persona, y aquí estoy.

¿S-su... psiquiatra?

La ira empezó a apoderarse de su cuerpo. Era un sentimiento conocido para ella, pero hace tiempo que no experimentaba tal sensación que parecía algo nuevo.

Necesitaba tranquilizarse.

—¡Atrás chico blanco!

La sonrisa inocente de Leith desapareció en cuanto un peluche de oso se estrelló en su rostro.

Cualquier pensamiento negativo que había logrado formar en su mente desapareció en el instante en el que oyó el infantil grito de Tamara.

—¿Pero qué...?

—¡Un kilómetro lejos de mi hermana!

Le entraron unas inmensas ganas de sonreír al ver a su pequeña hermanita apuntando a Leith con otro peluche de panda como si fuera el arma más peligrosa jamás creada.

—¿Hermana?

En el instante en el que Leith preguntó aquello la sonrisa se esfumó de su rostro.

—¡Devuélveme las gomitas que Maya te dió! ¡Son mías!

El peliblanco se quedó mirando a la pequeña un largo rato, después volvió la vista hacía ella y luego otra vez a Tamara. Parecía querer buscar algún parecido, y eso la molesto.

—Vete a decir incoherencias a otro lado, cabeza de pincel. Tengo que alimentar a un monstruo.

Y sin mas, le cerró la puerta. No sin antes recoger al pobre panda que había sido usado como proyectil.

—¡Nick! ¡El hombre blanco no me dio las gomitas! —Tamara dejó caer al segundo oso y corrió a los brazos de un Nick medio sonriente.

—Qué hombre tan cruel. —le respondió él tomando a Tamara en brazos y sentándola sobre su regazo. Por un momento a Maya le dieron ganas de gritarle a su pequeña hermana.

—¿Tú me comprarás gomitas?

Sin embargo, las ganas de regañarla se fueron al ver la espléndida sonrisa que mostraba su rostro.

Suspiró, por tercera vez en todo el día. Aún no se acostumbraba a la idea de compartir a Nick con Tamara.

—Todas las que quieras.

No creía poder soportarlo.

Mi dulce caso perdido. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora