Capítulo 4. -"Recuerdos repentinos"

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Maya quería retirar a Tamara de las clases deportivas. No porque la avergonzará frente a todos, si no porque la quería lo más lejos posible de Leith. Sin embargo su hermanita era muy obstinada como para hacerle caso.

—¡Y entonces Maya vomitó! —Anto, quién había estado haciendo un esfuerzo por no reírse, estalló en carcajadas. Al igual que todos los que se encontraban escuchando a Tamara.

Los instructores les habían dado un descanso, y como la clase de voley para niños de la edad de Tamara estaba justo al lado de la clase de fútbol mixto, la pequeña de coletas se había unido al grupo de Maya. Para desgracia de ella, había comenzado a relatar su paseo en montaña rusa del mes pasado. Sus amigos se reían y la miraban con diversión mientras fingían gritar escandalosamente como ella había hecho el día tuvo que subirse a esa cosa del demonio.

—Creo se te acabó el descanso. —le susurró a su hermanita con los dientes apretados.

—Oh, pero quería contarles la vez que te lanzaste al lago desnu...

En un rápido movimiento abrazo a Tamara tapándole la boca con su mano izquierda. La cargó como pudo y llevó hacía la cancha vecina. Intentó reprimir la zarpa de insultos que se le ocurrieron en el camino, pero simplemente no podía ocultar su molestia.

—¿Quieres que sepan que aún duermes con tu mantita? —le preguntó al soltarla. Tamara infló los cachetes y le sacó la lengua, luego sus ojos se abrieron y comenzó a negar una y otra vez—. Entonces cuida tu lengua.

Lo último se lo susurro para que los demás niños curiosos no la oyeran. Fue en ese momento en el que vio a un niño observando a su hermana detrás del cesto de pelotas.

¡Admirador!

—¡Eres mala! ¡No te quiero! —le gritó Tamara dándole la espalda. Tal vez no lo hizo a conciencia, pero aquellas palabras trajeron unos recuerdos no muy agradables.

"¡Eres mala!"

"Cariño, debo trabajar. La próxima jugaré a las muñecas contigo"

"Papá y tú siempre dicen eso. ¡Pero nunca hay próxima vez! ¡Ambos son malos! ¡No los quiero!"

Maya tenía más o menos la edad de Tamara cuando sus padres fueron ascendidos a cargos de suma importancia en prestigiosas compañías. Al principio se había alegrado, pues le traían juguetes caros muy llamativos. Durante un periodo de tiempo se conformó con eso, pero luego empezó a extrañar hacer pasteles con ellos cada vez que traía buenas calificaciones. Extrañaba las maratones de películas que solían ver los Sábados. Los extrañaba, y cuando lo comprendió fue demasiado tarde. Sus padres estaban totalmente inmersos en su trabajo que se olvidaron que aún tenían una hija. Ella intentó meterse en problemas para llamar su atención, pero no lo consiguió.

Fue en ese entonces que conoció a Leith, ahí sí se metió en problemas.

Pero no con sus padres.

Cody, el hermano menor de su mamá, fue el único que se encargó de sacarla del hospital después de vivir el trauma que aún no lograba recordar. Él le había dado el sermón del siglo, para después abrazarla y decirle que todo había acabado. Se comportó tal y como ella había deseado que sus padres se comportaran que en ese momento tomo la decisión de adoptarlo como su papá/mamá. Ya que los verdaderos no se enteraron si no hasta semana y media después. Aquello los hizo recapacitar, y dejaron un poco de lado el trabajo para pasar tiempo en familia.

Fue en ese periodo de tiempo que nació Tamara.

Aunque tuvo preferencia por un hermanito varón, de igual forma se emocionó cuando tuvo a Tamara entre sus brazos. Casi se le cae, pero afortunadamente no pasó.

Lastimosamente, el tiempo en familia no duró tanto como a ella le hubiera gustado. A penas su madre se recuperó del parto, ambos volvieron al arduo trabajo que según ellos se había acumulado por el embarazo. Contrataron una niñera a tiempo completo para cuidar tanto de Tamara como de ella. Eso la molesto, su hermanita no necesitaba crecer con una desconocida, necesitaba crecer con una mamá y papá atentos. Además la niñera robaba joyas cuando creía que nadie la veía.

Maya no lo había soportado, y había hecho frente a sus padres diciéndoles que se mudaría y llevaría a Tamara consigo. La respuesta de ellos fue: 'Sí, sí cariño. No olvides las llaves'

De esa manera fue que termino en la puerta de su tío Cody empujando un carrito con una bebé dormida dentro. Su tío no hizo ningún comentario, sólo se limitó a preguntarle si era normal que Tamara durmiera demasiado. A lo que ella respondió que venía de familia.

—Intenta no lastimarte. —le volvió a susurrar antes de revolver su cabello y volver a la cancha de fútbol. El instructor ya había regresado, pero al parecer su celular tenía cosas más interesantes que dirigir un partido de fútbol mixto.

—¡MAYA! —un chico de cabellera negra empujo a otros dos que a su vez intentaban hacer todo lo posible para interrumpir su pasé.

—¡MAYA NO LOS ESCUCHES!

Uno de esos chicos era Sam, el que había gritado primero era Ian, y el otro que trataba de tumbar a los demás era Víctor. Los tres habían sido elegidos capitanes, y se hacía una idea de porque peleaban entre sí hasta llegar a ella.

—¡ENTRA A MI EQUIPO! —gritaron al mismo tiempo. De tanto empujarse habían terminado los tres en el suelo frente a ella. Eso le hizo gracia. Era buena haciendo de arquera, todo gracias a que desde pequeña no le había gustaba correr grandes distancias y siempre jugaba tapando la red.

—¡Estará en mi equipo! —les gritó a los otros Víctor.

—Siento bajarte de tu nube, pero... ¡En mi equipo está su amiga la friki! —le respondió Sam.

—Pueden ir retirándose, chicos. En mi equipo está Nick. —sonrió Ian, él era uno de los pocos amigos que Nick tenía, por lo que no le sorprendió escuchar que lo tenía en su equipo. Sin embargo...

—Estoy molesta con él. —le respondió haciendo que las muecas de decepción de los otros volvieran a ser miradas llenas de esperanza.

—¿Qué pasó ahora? —preguntó Ian acomodándose en el suelo mientras apoyaba las manos en su mentón. Sam intercambio una mirada con Víctor, y luego imitaron la posición de Ian. Los tres la miraron tan expectantes que no tuvo más remedio que sentarse frente a ellos cruzando las piernas.

—Me dijo gorda.

Los tres quedaron en blanco. Un pequeño tic apareció en la ceja derecha de Ian.

—¿Qué tienen las chicas con eso? —preguntó medio confundido Sam—. El otro día acompañé a mi prima al centro comercial, estuvo probándose ropa y preguntando a cualquiera que la viera si se veía gorda o no.

—¿Cómo es tu prima? —preguntó interesado Víctor.

—Cabello negro, tez morena, y bajita, aunque no tanto como Maya.

Frunció el ceño, media 1.64 cm. Y estaba orgullosa, aún no entendía porque tenían la manía de molestarla con su estatura si está era promedio.

—¿Conoces al asistente del entrenador? —le preguntó Ian en un susurro viendo algo detrás de ella. Maya sintió el deseo de voltear, pero la mención de Leith la distrajo.

—No. ¿Por qué?

—Porque nos está mirando de lo lindo. —ironizó Víctor antes de incorporarse con una mueca. Sam movió la cabeza de un lado a otro mirándola sin entender nada.

—Estaré contigo, Víctor. —el aludido cambio su mueca a una sonrisa mirando con superioridad a los otros dos chicos que de pronto tenían una aura depresiva a su alrededor.

—¡HABER MOCOSOS! ¡¿QUIÉN JUGARÁ PRIMERO?! —gritó el entrenador. Al parecer había perdido temporalmente el interés por su celular.

—¡Nosotros! —Víctor levantó la mano. Y, para su sorpresa, Ian también.

Esto será divertido.

Mi dulce caso perdido. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora