Diosa y Amas

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Cuando llegó el día siguiente, que desgraciadamente era el último día de clases, casi todos nos sentamos donde siempre, Liliana atrás de mí, Ana a mi lado izquierdo, y Liliana atrás de mí. Miranda me tocó el hombro, en señal de que quería decirme algo, yo volteé y me dio un papel, lo abrí y venia escrito:

"Me puse los mismos zapatos, y lo más importante, me puse las mismas calcetas de ayer, espero que las disfrutes, aunque, aún no, en el recreo tal vez. Por cierto, Liliana dice que en estas primeras 2 clases antes del primer recreo les des un masaje a ella y a Ana, la primera clase a Liliana y la segunda a Ana.

Atte. Ama Miranda"

Cuando terminé de leerla, supe que Liliana ya estaba exagerando un poco, ya le había dicho a Ana, y ahora a Miranda también. Al menos no se ha salido de control.

Eric: Gracias, Miranda.

Volteé atrás de mí y ya tenía en la cara las suelas de las flats de Liliana. Le quité sus flats y sus calcetas y empecé a darle un masaje. Pasé toda esa clase masajeándole sus pies. Cuando terminó esa clase, le puse sus calcetas y sus flats, ella y Ana se levantaron de sus asientos y se cambiaron de lugar. Ya estando Ana sentada atrás de mí, levantó sus pies y los recargó en la parte trasera de mi banco. Le quité sus flats y sus calcetas e igualmente empecé a masajearle sus pies.

Se pasó igualmente toda esa clase, y por fin llegó el recreo, era el momento de ver que hacía Miranda. Yo me salí de inmediato y le caminé rápidamente hacia donde siempre pasaba los recreos. Me senté y esperé a que vinieran mientras me comía unos tacos.

No pasaron más de 2 minutos y Miranda solamente llegó, traía cargando un pequeño morral. Se acercó y se sentó a mi lado.

Miranda: ¿Qué comes?

Eric: Tacos.

Miranda agarró un taco y lo empezó a masticar, luego escupió lo que tenía en la boca al piso, y aventó el resto del taco también al suelo.

Miranda: No me gustó.

Me miró y me dio una cachetada.

Miranda: Avienta al suelo todos los tacos.

Eric: Pero tengo hambre...

Miranda me volvió a dar una cachetada. Agarré los tacos y los tiré al suelo.

Miranda: ¿No deberías de estar ya arrodillado ante tu Ama?

Eric: Perdón, mi Ama.

Me paré y me hinqué delante de ella mientras ella cruzaba sus piernas.

Miranda: Quítame los zapatos, esclavo.

Le quité sus zapatos y antes de que los pusiera en el piso, puso su pie de modo que impidiera que los terminará de bajar.

Miranda: No, no, no. Póntelos en la nariz, huélelos. Acuérdate que son los mismos que utilicé ayer, aparte de que no me los quité hasta que me fui a dormir.

Los pegué a mi cara y los empecé a oler, olían muy fuerte. Era obvio porque como Miranda había dicho, los había usado todo el día y lo que va de este, aparte de que los traía con las mismas calcetas de ayer y hoy.

Miranda: ¡Más fuerte! Quiero oírlo.

Olfateé más fuerte hasta que se escuchara. Miranda recargó sus pies en mis hombros y yo seguí oliéndole sus zapatos por un rato.

Miranda: ¡Suficiente! Ahora voltéalos y lame la suela de ambos, ¡rápido! No hay mucho tiempo. De paso lámelos por todos lados, deben de verse como voleados.

Los volteé y lamí la suela rápidamente de ambos zapatos; que, aunque ya me dolía bastante la lengua, continué lamiendo las demás partes de los zapatos hasta que quedaran brillosos.

Miranda: ¡Bien! Buen perro... Ahora sí, dámelos.

Miranda estiró sus manos un poco, y yo le puse sus zapatos en sus manos. Entonces ella los agarró y los puso a su lado.

Miranda: Ya no queda mucho tiempo, todo por tu culpa, por ser tan lento. En fin, quítame las calcetas, ¡ya!

Retiró sus pies de mis hombros y volvió a cruzar las piernas, empezó a chasquear sus dedos mientras le quitaba sus calcetas; que, por cierto, olían muy fuerte. Del morral que traía sacó unas calcetas iguales a las que le estaba quitando, pero limpias. Le terminé de quitar las calcetas; vi sus hermosos pies, con uñas bien cortadas pintadas de negro y con un arco bien marcado. Justo después Miranda volvió a recargar sus pies en mis hombros.

Miranda: Lame las calcetas, quítales el sudor.

Lamí por más o menos 5 minutos las calcetas que, por cierto; olían muy fuerte. Después Miranda me aventó su mochila.

Miranda: ¡Ábrela y mete las calcetas que acabas de lamer!

Abrí la mochila y metí las calcetas; mientras lo hacía, vi unas flats para ballerinas rosadas, se veían muy sucias.

Miranda: ¡Saca las ballerinas! ¿No sabías que practicaba ballet? ¿Cómo crees que conseguí esos arcos tan marcados en mis pies?

Saqué sus flats de ballet.

Eric: No sabía, Ama Miranda.

Miranda: Míralas bien, porque las tendrás que lavar junto con mis calcetas. Seguirás sirviéndonos, aunque ya no haya clases. Después por mensaje te enviaremos la dirección de la segunda casa de Ana, ahí podrás servirnos. Vuelve a meterlas y ponme estas nuevas calcetas.

Metí las flats en la mochila y agarré las calcetas que me dio y se las puse en sus pies lentamente.

Miranda: Ahora los zapatos.

Le puse sus zapatos. Tocó el timbre y ella se fue, después de unos 2 minutos yo también me fui.

Estuvimos en el salón sin hacer nada hasta que tocó el timbre. Nos fuimos todos a sus casas felices de que ya eran vacaciones.

LilianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora