1 Motivaciones

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Cuáles son los motivos que llevan a una persona con un trabajo estable, bien pago y un humilde pero reconfortante departamento a abandonar las comodidades de la gran ciudad para adentrarse a un impensado viaje hacia un pueblo en el medio de la nada? La respuesta, en el caso de Alma Guerrero, estaba asociada a la necesidad de desprenderse de un amor no correspondido y el cual la había ridiculizado públicamente.

Mientras ella intentaba encontrar las respuestas, se percataba que estaba muy lejos ya para echarse atrás. Las estaciones de radio ya no podían sintonizarse y el compilado de canciones que su hermana colocó se volvía tedioso después de un rato.

― Tienes unos gustos espantosos, Abby.

― ¡Oye! 

El conductor del Toyota dio un grito de sorpresa.

― Musicalmente hablando ― estiró su brazo y le palmeó el hombro ― no hablaba de ti, cuñadito― Lo siento, hermanita. O es esta música o yo hablando. ¿Qué prefieres?

― Ninguna de las dos.

Alma respondió con sarcasmo. Desvió los ojos hacia la ventana del vehiculo para observar los vastos campos verdes y mostazas repletos de rumiantes vacas pastando al rayo de sol y analizó por enésima vez con total arrepentimiento, las exasperadas decisiones que la llevaron a su actual presente.

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El fastidioso pitido del despertador anunciaba la llegada un nuevo día pero Alma se negaba a abrir los ojos, los cuales aún permanecían hinchados e entumecidos producto de una vil noche de películas de amor, pañuelos descartables y Malbec. Su cabeza explotaba literalmente hablando y presentaba un gran muscular. Extendió el brazo hasta la mesa de luz, tanteando entre los diferentes objetos, logrando alcanzar el condenado aparato y apagarlo. Después, se envolvió entre las sabanas y se dio la vuelta decidida a seguir durmiendo. No quería afrontar otro día más siendo el hazmerreír de la prensa y si iban a comentar algo sobre su persona lo harían sin su supervision.

Estaba cansada de oír los chismes de como el galán de cine, Thomas Levingston había cambiado a Alma por su actual compañera de rodaje, la actriz Elizabeth Gray.

¿Como pude imaginar que alguien con tanto amor por la lente de una cámara iba a enamorarse perdidamente de mi?― Se preguntó avergonzada de su propia estupidez ― Fui una completa idiota en enamorarme de un imbécil como Tom.

Si alguien sensato le hubiera advertido sobre los amoríos, si le hubieran quitado la venda de los ojos quizás no se estaría lamentando. Aunque si alguien lo hubiera hecho no le creería. Estaba tan ciega de amor seis meses atrás que no pensaba con claridad.

Alma Hasting, seudónimo de la reconocida reina de los romances, era aclamada por las mujeres quienes amaban sus novelas. Ella había construido personajes masculinos caracterizados de una inmensurable sensibilidad; hombres rudos, decididos capaces de cruzar el mismísimo infierno por la mujer que amaban. Hombres que no se parecían en nada a los de carne y hueso.

Tom y ella se conocieron en el plató de filmación de su segunda exitosa novela de amor, cenizas del pasado. Él era el protagonista masculino, un muchacho pobre que se había enamorado de la hija de un acaudalado magnate, interpretado por la maldita Lizzy Gray. Como todo cliché, la pareja debe de enfrentar inmensurables obstáculos hasta que consiguen su final feliz. Desgraciadamente, este final no fue tan feliz para Alma. La separación meses atrás la afectaron muchísimo. Comenzó a separarse del círculo de amigos que tenía en común con su ex, dejo de asistir a eventos y hasta perdió la inspiración. Ahora se debatía en el dilema de seguir escribiendo mientras que su editora, Brenda Stain, mantenía ansiosas expectativas de recibir su nuevo manuscrito. Alma no podía hilar una oración sin sentir el terrible deseo de castigar al protagonista masculino y hacerlo agonizar hasta el final. Eso no estaba bien, ella no estaba bien y no hacía nada para revertirlo.

La melodía Titanium de David Guetta interrumpía sus pensamientos. Era una llamada que, por supuesto, dejaría que fuera al buzón de voz. No quería hablar con nadie, sólo quería dormir. De inmediato, el teléfono de su casa comenzó a sonar con insistencia. Tras sonar por tercera vez, el contestador grabó el monótono mensaje:

― ¿Alma? ¿Alma estas ahí? Soy Abby ― un largo suspiro que luego se volvió en un odioso regaño ― ¡Alma levanta tu estúpido trasero de la cama si no quieres que...!

El mensaje terminaba allí. No le prestó demasiada importancia. Si el melodrama tuviera rostro, de seguro sería el de su hermana.

No sabía cuanto tiempo había dormido hasta que despertó sobresaltada debido a los insistentes timbrazos del portero eléctrico. Luego de varios minutos, el silencio volvió a reinar. Quien quiera que sea, ya se había ido. O al menos eso fue lo pensó. De pronto, oyó el sonido de unas llaves sacudiéndose mientras intentaban abrir la cerradura de su puerta. Abrió los ojos de par en par creyendo que sólo podía ser una sola persona.

Es él.

Se levantó de inmediato de la cama y corrió hasta la entrada llevándose por delante todo lo que encontró a su paso; muebles, ropa y basura.

Volvió. Pensó llena de felicidad.

La puerta se abrió lentamente y no hizo más que gritar su nombre con alegría;

― ¡Tom!

Grande fue su desilusión cuando la persona que cruzó el umbral no era más que su hermana mayor, Abigail.

― ¿Alma? ― La miró de pies a cabeza con perplejidad. Alma no se encontraba del todo presentable con su camiseta desgastada y sucia de los Ramones, sus pantalones de algodón y el pelo revuelto ― ¿Qué diablos te pasó?

― ¿Abby? ¿Qué quieres? 

Dijo con cara de pocos amigos enfilando pronto hasta la oscura habitación.

― ¡Malditas seas Alma! ― bramó siguiendo sus pasos horrorizándose del desorden. Hacía bastante que no limpiaba ― ¿tienes idea por lo que me has hecho pasar? ¡Llevó seis días llamando a tu casa, al celular y no eres capaz de atender! ¿Acaso no tienes consideración de mi estado?

― ¡Abby, por favor! 

Suplicó acostándose de nuevo.

Si algo caracterizaba a su hermana mayor era su irritante temperamento que recientemente se había cuadriplicado en su séptimo mes de embarazo.

― ¡Olvídalo señorita Guerrero! ― Corrió ambas cortinas dejando entrar los brillantes rayos del sol.

― ¡Déjame en paz!

Alma gritó incorporándose en la cama cuando le arrancó las sabanas que la envolvían.

Su hermana la observó inmóvil junto a la ventana, Alma pudo ver lástima en el marrón de sus cristalizados ojos, sus manos acariciaba instintivamente su abultado vientre. Luego se sentó junto a ella y sin decir nada acarició su grasoso cabello. Ese simple acto sirvió para quebrarla. Lloró mortificada en su regazo como si fuera una niña pequeña, lloró llena de dolor e impotencia.

Abby estaba preocupada por ella; La llamaba varias veces por semana para saber que estaba bien, y normalmente, después de colgar, temía que esa fuera la última charla con su hermanita. Alma no estaba bien y dado a su depresión podía cometer algo estúpido.




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la historia será actualizada en la brevedad. espero lo disfruten y comenten libremente.

Allie

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