El viaje había tornado largamente agotador, Leo llevaba más de diez horas manejando y sentía que jamás iban a encontrar al condenado pueblo que a esta altura del camino, le resultaba un pueblo fantasma. Tal era así que no figuraba ni en el GPS. Leo tampoco hacia su parte ya que se dedicaba a detenerse a cuanta estación de servicio encontraba. Se iba a los surtidores y cargar combustible o tan solo a estirar las piernas. Les aconsejaba a ambas mujeres a que fueran al baño en cada parada para que no tuvieran que detenerse en la ruta y que algún loco las viera en situaciones poco agradables.
Se lleno de felicidad tras ver un viejo y mal pintado cartel que rezaba una cordial bienvenida.
―Finalmente.
Exclamó aliviada mientras veía la puesta de sol.
Cruz del Sur era tal cual como se lo imaginaba: calles adoquinadas como en la época colonial, casas sin rejas, niños corriendo o montando bicicletas sin temor de ser arrojados, tiendas pequeñas y almacenes que aún conservaban los carteles de publicidad de hace veinte años. Nada de Starbucks, cyber cafes o personas con las narices pegadas a algún aparato tecnológico lo que me hacía pensar que el WIFI no había llegado a esa parte del planeta. Era como si aquel pueblo no hubiera avanzado, como si hubiera preferido quedarse en el tiempo, puro e intacto.
La estancia de los amigos de la familia de Leo estaba a otros diez minutos del centro donde solo podía ver hileras de interminables arboles de eucaliptus. El final del camino nos enfrentaba a un portón de madera del cual colgaba un cartel que decía La Tranquila.
―Llegamos.
Leo nos dio la noticia de que habíamos alcanzado el final de la ardua travesía.
El suave aroma a eucaliptos impregnado en el aire le llenó los pulmones pero fue la formidable estancia frente a ellos lo que le quitó el aliento.
La casa era un enorme chalet de granito rodeado de un camino empedrado y un frondoso parque con rosales.
―Jamás pensé que tu familia fuera propietaria de tan lugar―se volteó a su hermana y le susurró al oído― Quien diría que en medio de la nada se escondía este diamante.
―Eso que no has visto el interior, pequeña.
Alma divisó una decena de personas que los recibían con auténtico regocijo. Al bajar del vehículo, todos se abalanzaron sobre Leo y Abby mientras que la menor de las Guerrero se limitó a mirar desde la puerta del vehículo.
―Señora Colman―Abby hizo un ademán para que se acercara― ella es mi hermana Alma.
― ¿La escritora?
―La única que tiene― esta le estiró la mano― un placer conocerla, señora Colman. Tiene una hermosa casa.
―Eres muy amable, querida― la voluminosa mujer sonrió― he leído una media docena de novelas tuyas y debo decir que son encantadoras.
―Gracias, de saber que tenía un fan aquí se las hubiera regalado en lugar de comprarlas.
―No las compré― se excusó― Leo me ha mandado una encomienda y en la caja estaban los libros.
Miró a la trigueña de vientre abultado. Esta sonrió avergonzada. Los libros que le había obsequiado a su cuñado fueron a parar a un recóndito sitio. Pensó en las veces que le preguntó si había disfrutado de la lectura y este le mentía en la cara diciendo que le resultaba entretenido, en especial cuando se enamoran. Claro que esa frase encajaba si todas sus novelas tenían el mismo núcleo.
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A Primera Vista
Romance¿Cuáles son los motivos que llevan a una joven escritora a abandonar las comodidades de la gran ciudad para adentrarse a un pueblo en el medio de la nada? La respuesta para Alma Guerrero, esta ligada a desprenderse de un amor no correspondido. En...