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"¿Quién eres?"

Mulder miró al hombre que conducía de reojo, aún limpiándose las lágrimas.

Odiaba llorar frente a otros.

El hombre, de gran edad y larga gabardina, sonrió.

"Fui yo quién dejó ir a tu amigo idiota que se infiltró a nuestras oficinas" Mulder se tensó. "Pero tranquilo, ten en mente la parte en que lo dejé ir."

Mulder frunció los labios.

"No es gracioso" dijo. "Escuche, gracias por sacarme de la lluvia, pero tengo que volver por mi bicicleta e ir a casa."

El hombre se detuvo abruptamente, y por la velocidad a la que iban, Mulder estuvo a unos pelos de estrellarse contra el parabrisas.

"Lo sé, niño" él lo miró fijamente, tanto, que lo asusto. Y Mulder no era para nada de esos que se asustan con facilidad. "Quiero que me pongas mucha atención. Tu papá está dentro de algo muy importante y riesgoso, y tú y tu amigo han metido las narices. ¿Sabes lo que le pasa a las personas entrometidas?"

Mulder asintió.

"Ellos saben que estuviste ahí" prosiguió. "Tu padre debe inventarse una buena historia para salir de esta."

"Él no tuvo nada que ver" exclamó Mulder, consumido por la importancia. "¿Y quién diablos son las personas esas? ¡Tenemos que ir a la policía!"

El hombre soltó un bufido.

"¿Es qué acaso no has entendido? No se puede hacer nada en contra de ellos" el chasquido de los seguros quitándose sonó. "Ahora, lárgate. Te he dicho demasiado y valoro mi vida como para seguir contigo."

Mulder se bajó malhumorado y muy confundido del auto.

"¿Qué se supone que debo hacer ahora?" Gritó entre la lluvia, que aún caía y no parecía detenerse algún día.

La lástima se asomó en los ojos del hombre.

Tan joven, y condenado a muerte, pensó. Una pena.

"Corre, niño" murmuró. "No dejes de correr."

Ride; Fox MulderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora