PARTE I: Reencuentro y explicación

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Reserva de dragones, Rumania. 9 de Diciembre.

Draco despertó por la tarde cuando comenzaba a anochecer y el fuerte viento helado forzaba a las ramas de los grandes árboles del bosque a danzar a su ritmo produciendo un inquietante lamento. La vela en la mesita del lado derecho de la cama iluminaba parcialmente la habitación, apenas vislumbro un escritorio con una elegante silla en la esquina izquierda justo por debajo de la ventana.

-Estas seguro aquí, Malfoy.

El rubio respondió buscando el lugar del cual provenía la voz, súbitamente una sombra comenzó a moverse por la habitación hasta llegar a su lado en donde la luz de la vela le permitió apreciar a su interlocutor.

-Weasley – dijo desconcertado.

-No me has olvido.

-Tu cabello y tus ojos son inconfundibles.

Aunque Ron Weasley había cambiado a lo largo de los años convirtiéndose en un hombre alto, fornido sin caer en los excesos, seguro de sí mismo, algo que Draco atribuía al acertado intercambio de su deplorable guardarropa por uno más glamoroso, en el fondo no perdía los rasgos característicos del viejo Ron.

-Debo presentarme como es debido – declaró el pelirrojo con una mueca de fastidio – Auror Ronald Weasley del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, División Bestias, sub-departamento de Búsqueda y Restricción de Dragones, asignado al caso del dragón blanco Ridgeback Noruego.

-Impresionante introducción auror Weasley – se burló Draco incorporándose – Sin embargo, ¿Qué tiene que ver conmigo?

-¿No lo recuerdas?

-Sigues siendo desesperante Weasley, si lo recordara no estaría preguntándote – vociferó el rubio.

-Y tú sigues siendo el mismo idiota de siempre – atacó Ron dando la vuelta – Hablaremos en otro momento.

-Espera ¿Puedes explicarme que hago aquí y porque alguien de tu departamento está cuidándome? - Ron se giró escudriñando al rubio con mala cara – No me mires de esa manera, es obvio.

El Gryffindor suavizó su gesto y con su varita hechizo la habitación. Aparecieron más velas iluminando por completo el lugar, el escritorio de la esquina se desplazó hacia el centro y junto a él dos sillas, además de dos tazas humeantes de café.

-Será una conversación larga – el pelirrojo le ofreció un lugar al mismo tiempo que invocaba un hechizo para vestir a Draco, solo hasta ese momento el rubio se dio cuenta de su desnudez. – No te sonrojes, Malfoy – se mofó el auror.

-Muy gracioso, Weasley – recriminó el rubio sentándose – Siéntate de una vez, me duele la cabeza no sé cuánto tiempo resistiré hablando contigo.

Ron ignoro el ácido comentario bebiendo un sorbo de su delicioso café bajo la mirada incrédula del rubio aristócrata. El pelirrojo tomó otro sorbo sin darse cuenta del cambio en Draco, el Slytherin ahora le miraba mordiéndose el labio inferior.

-Me sorprendes Malfoy, has tomado la situación con tranquilidad. Esperaba un mimado, asustado y quejica. Le has quitado la diversión.

-Se llama madurar.

-Cierto – consintió el auror – Para empezar necesito ver tus manos, ponlas sobre la mesa – sin poner resistencia el rubio extendió sus brazos – Revelare.

El Slytherin sintió una opresión en el cuerpo, principalmente en las manos. Ron se percató de la confusión en el rostro de su compañero y coloco sus propias manos sobre las ajenas, Draco estaba por protestar pero desistió porque el contacto disminuyó el dolor en sus extremidades.

-Tienes un brazalete – le dijo el pelirrojo retirando sus manos.

- ¿Un qué?

-Un brazalete ¿No los conoces? – se río Ron, aunque bajo la máscara sarcástica una punzada de tristeza se instaló en él.

-Idiota, claro que los conozco – respondió indignado.

-Toca tu mano izquierda, ahí aunque no está a la vista tienes un brazalete creado con magia antigua – Draco siguió las instrucciones de Ron y lo notó, su muñeca estaba cubierta por una delgada línea de lo que parecía metal – Es oro, por si se lo pregunta señor Malfoy.

-Paremos con los comentarios ácidos – pidió acariciando el brazalete – Sólo dímelo.

-Tú lo pediste – le advirtió el auror recostándose en el respaldo de su silla y cruzando los brazos – Eres, lo que denominan los rumanos como dracul. Un humano con la capacidad de convertirse en dragón - el Slytherin movió los labios dispuesto a alegar – Debes estar confundido y asustado pero no me interrumpas, escucha – Draco asintió aun sin estar muy convencido – Se trata de una maldición o bendición, hay dos formas de ser un dracul: la primera es que este en tu herencia y solo necesita un detonante; y la segunda es que la adquieras a través de una maldición.

-Está en mi herencia – concluyó el rubio recibiendo un asentimiento del pelirrojo.

-Algo presiono tu esencia de dracul para que se manifestara. Los de tu estirpe necesitan ser controlados porque pierden la consciencia humana con facilidad y debido a su poder de destrucción como bestias arrasan con todo a su paso. A su vez, poseen dones peculiares y variados que los colocan en un nivel diferente al de los dragones comunes, pueden ser una verdadera amenaza si caen en las manos equivocadas de un domador.

-¿Domador?

-El domador es quien controla al dragón y al humano a su voluntad. Hace muchos años en Ucrania se desarrolló una guerra entre magos, el bando favorecido con el apoyo de lo domadores se impuso a través de una masacre en la cual solo los dracul participaron en su forma de bestia. Muchos magos murieron. Comprenderás su utilidad en la guerra y el interés de algunos magos oscuros.

-Esto es una locura, has leído muchos libros Weasley. Yo no puedo ser eso que dices – Draco se incorporó tirando la silla.

-Tal vez no recuerdes lo sucedido en tu forma dragón pero antes de eso debes ser capaz de recordar. Tienes un domador, Draco. El brazalete lo confirma y esa persona no tardará en aparecer para reclamarte.

El rubio se mantuvo en silencio intentando rememorar al responsable de esta estupidez, incluso se preguntó si no era una pesadilla. Bien podría haberse quedado dormido después de su discusión con Harry.

-¿Qué día es hoy? – se atrevió a preguntar incluso cuando tenía un mal presentimiento.

-Nueve de Diciembre. Te atraparon el 2 de Diciembre después de atacar una aldea en la costa, por poco asesinas a una niña muggle. El ministro ordeno trasladarte a la Reserva de Dragones, en realidad me ordeno encargarme de ti personalmente – explicó Ron acercándose a Draco.

-¿Es una broma? – susurró aterrado buscando la burla en el pelirrojo.

-Lo siento – negó suavemente el Gryffindor.

-No soy un monstruo...

Lo que sucedió después ninguno lo esperaba. Ron atrajo a Draco y lo abrazó. Acarició tiernamente la espalda del rubio con sus grandes manos, lo sostuvo en sus brazos reconfortándolo como si se tratara de Harry o Hermione. Sin burlas o insultos como en su época de estudiantes, simplemente embriagados en un cómodo silencio apto en sensibilizar a Draco y no alejar a Ron.

-Malfoy, encontraremos la forma de librarte de esto – murmuró el auror acariciando el rubio y sedoso cabello – Ahora debes descansar.

-Weasley...

Draco no pudo decir más porque se quedó dormido en los brazos de Ron. El pelirrojo lo cargo llevándolo hasta la cama en donde lo acostó y cubrió del frío. El dracul estaba consumiendo su magia, mantener la bestia en confinamiento sin un vínculo establecido a la larga se convertiría en un problema.

-Descansa – musitó regresando los muebles a su lugar y apagando las velas.



DOMADOR Y DRAGÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora