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En la cafetería de la escuela, estaban sentados en una mesa Nico y sus amigos. Todos hablaban felizmente y Percy y Annabeth estaban abrazados diciéndole a Leo y Calipso lo que habían hecho el fin de semana en casa de un primo de Annabeth.

Nico no estaba animado. Tenía su cabeza apoyada en la mano derecha y con su cuchara de plástico tocaba la bandeja sin ganas.

Palabra tras palabra, la pareja relataba lo divertido que había sido y lo muy enamorados que estaban. Percy tenía su brazo rodeando la cintura de su novia y Annabeth estaba recostada junto a él.

Mientras los miraba, un sentimiento horrible recorrió el cuerpo de Nico; como una mancha negra esparciéndose lenta pero profundamente en su pecho. Todos en la mesa hablaban de esa pareja. Esa feliz pareja que no dejaba a Nico ser feliz lo cortaba como se corta la leche.
Cuando esa mancha negra tocó su cabeza, Nico tiró la bandeja de su comida al suelo haciendo mucho ruido y deteniendo las conversaciones de todos en el lugar. Todos los estudiantes que estaba ahí se detuvieron y pusieron sus ojos en el muchacho.

Sus amigo lo veían sorprendidos y extrañados, exigiendo explicación.

Cuando Nico miró a su alrededor, todos lo miraban igual. Su mirada se fue a la entrad de la cafetería conde había un chico rubio de ojos azules llamado Will Solace sosteniendo algo en su mano.

El rubio se dio vuelta y regresó por donde venía. Nico sabía que ya no se podía quedar ahí o todos le preguntarían cosas; por lo que tomó su mochila y siguió al joven ojiazul.

—¡Will!

Se detuvo y le dio cara. —Nico, dejé claro que ya no puedo seguir con esta amistad.

Sus ojos se cristalizaron y regresó su camino, no sin antes deje caer algo disimuladamente.

Pero el azabache lo vio y en cuanto el rubio se alejó, se acercó para tomarlo. Estaba arrugado porque la ira de Will se acumuló en ese papel, por lo que era una pequeña bolita blanca. 

Lo siento.”

De no haber visto a Percy y Annabeth felices; de no tener aún cortos sentimientos por Percy; de no haberse dejado consumir por los celos; de no haber tirado la bandeja, él y Will volverían a ser amigos.

Sus ojos comenzaron a picar y comenzó a sentirse desesperado. Se sentó con los brazos abrazando sus piernas mientras gruesas lágrimas bajaban por sus mejillas.

—Deja de sentir, deja de sentir, deja de sentir... —se repetía una y otra vez sin parar.

En otro lado de la escuela, Will Solace se quebró incluso peor que Nico di Angelo. Se repetía las mismas palabras que el chico italiano en medio de lágrimas el doble de descontroladas. 

Hola, Will. (°2 y 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora