Entrenamiento

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- ¿No quieres que te acerque a casa? -la preguntó Verónica mientras abría la puerta de su modesto vehículo.

Irene sonrió sin demasiadas ganas, tenía hambre y sí quería que la acercase, pero le había prometido a Xana, su mentora, que el trayecto que había desde su casa hasta la facultad lo haría a pie.

- No gracias, hoy me apetece dar un paseo- dijo la chica mientras comenzaba a caminar en dirección a su casa.

Xana se había metido en su vida más de lo que esperaba. Aparte de aquella imposición de recorrer los casi 3 kilómetros que había desde su casa hasta la facultad, había que sumarle que todas las tardes tenía que estar con aquella luchadora un par de horas, una de gimnasio en la que hacía toda clase de ejercicios de flexiones, pesas, abdominales… y otra media hora mínimo corriendo por el parque que separaba el gimnasio al que acudía de la casa de Xana, al ritmo que la mentora imponía que era realmente fuerte, y finalmente otra media hora en casa de la asiática en la que esta la enseñaba haciéndola padecer una gran cantidad de llaves de inmovilización.

Irene sabía que, con todo aquel tiempo que le dedicaba a su formación como luchadora, sus notas se iban a resentir, aunque ya estaba tratando de hacer una nueva organización de sus estudios que implicaba quedarse por la noche estudiando un par de horas extras que robaba al sueño. La muchacha tenía la esperanza de que una vez su cuerpo alcanzase el tono muscular que Xana considerase adecuado tan solo tendría que hacer ejercicios de mantenimiento y así poder estudiar también por la tarde.

Irene llegó a su piso jadeando, cansada debido a que había subido los cinco pisos de escaleras a pie. Xana le había dicho que aquello sería bueno para su entrenamiento, que todo lo que pudiese evitar hacer por el camino fácil la acercaría más rápidamente a ser una buena luchadora.

A la muchacha no le dio tiempo a casi nada después de tener que hacerse la comida, comer y fregar los platos, pudiendo tan solo releer lo que había visto aquella mañana en la facultad.

Por primera vez desde que había comenzado con aquel entrenamiento que tanto tiempo la quitaba, a la chica la entraron ganas de llorar. Veía como lo que tenía que estudiar tenía un volumen cada vez mayor y los exámenes estaban cada vez más cerca. Aun así, trató de calmarse y salir fuera para dirigirse al gimnasio donde Xana ya debería estar esperándola.

A diferencia de cuando tenía que ir a la facultad, el gimnasio estaba bastante más lejos, con lo que Xana le permitía tomar algún medio de transporte, pero en aquella ocasión no fue necesario que la muchacha eligiese entre el metro o el autobús. Xana estaba dentro de su vehículo esperándola.

- ¿Qué tal está mi estudiante favorita? -preguntó la asiática, sonriendo en cuanto Irene se introdujo en el coche después de meter su bolsa de deporte en el maletero.

- Bien -mintió la muchacha, que no quería aburrir a Xana con sus problemas-. ¿Y tú?- se interesó.

- Como una rosa, como siempre- dijo sonriendo, mientras arrancaba el coche para dirigirse hacia el gimnasio en el que daría su entrenamiento diario a Irene.

La tarde en el gimnasio fue bastante intensa, como todos los días, ya que Xana mantenía a Irene siempre muy cerca de ella, con lo que el entrenamiento de la muchacha siempre estaba controlado por la experta luchadora, que apenas la dejaba tiempo para descansar entre ejercicio y ejercicio.

Como siempre, después de la intensa sesión de ejercicio, Irene salió mucho más agotada y sudorosa que su mentora, aunque la joven poco a poco se iba acostumbrando a aquella frenética tabla de ejercicios.

Irene, al estar aquella tarde casi media hora más en el gimnasio y estar el coche esperándoles fuera, pensó que Xana quizás fuese a suprimir su sesión de correr por el parque hasta llegar a la casa de la mujer. Pero se llevó un disgusto cuando Xana dijo que efectivamente iba a ser suprimida la sesión de footing, pero solo para ella. Irene debería ir corriendo a su casa mientras ella tomaba el coche para llegar hasta allí.

Irene la luchadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora