Hacían ya tres días que no recibía noticias de Ashley. Busqué por el suelo mi celular y no llegaba a encontrarlo. ¿En dónde había dejado el teléfono? Luego de memorizar mis recorridos en la noche anterior me dí cuenta de que tal vez me lo habían robado en el bar en dónde había estado con Paige. Traté de pensar en su número de celular y cuando lo recordé me dí cuenta de que dudaba sobre sus últimos dos dígitos. Al llegar al teléfono, ya había olvidado los primeros números que recordaba...
Rápidamente me decidí en ir a visitarla a su casa. Toqué el timbre varias veces hasta que una mujer de como máximo cuatro décadas me abrió la puerta. Aquella mujer tenía los ojos rojizos e hinchados.
-¿Se encuentra Ashley?- pregunté educadamente intentando demostrar un rostro inocente.
-Ella... -la mujer no pudo terminar lo que estaba a punto de decir y se echó a llorar.
Toda esa situación me decía que algo malo le había pasado a Ashley, fue ahí cuando entré en una especie de pánico y entré a la casa sin el permiso de la "supuesta" madre de Ashley.
Ashley Morrison estaba echada de frente sobre una cama. El camisón que llevaba estaba misteriosamente desgarrado y la cuerva de su pecho al descubierto. Tenía el cabello castaño oscuro suelto y desparramado como si estuviese dentro del agua. La nariz había sangrado y el labio superior presentaba una mancha oscura allí dónde la sangre se había secado. Una rodilla estaba metida bajo la otra, casi tímidamente, y la cadera desnuda estaba a la vista. Las sábanas aparecían enredadas entre los pies.
Sentí que estaba a punto de desmayarme, que no tenía como sujetarme... no podía creer lo que estaba viendo con mis propios ojos. Todo el mal que yo mismo había causado a la sociedad se había vuelto en contra mía pero para sacarme una de las personas más importantes que existían en mi vida. Ashley en los últimos meses no había hecho nada más que irritarme pero desde el día que le había pedido que sea mi novia era porque realmente lo quería, lo anhelaba.
Eché un rápido vistazo alrededor. Ví a un fotógrafo tomando una instantánea del cadáver de la persona a la que había amado tanto. Otro estaba empolvando la cómoda en busca de huellas. Los cajones habían sido abiertos y volcados y la ropa estaba esparcida por todos los rincones. Recordé el pequeño joyero que le había regalado a Ashley el día de su cumpleaños junto a un porta-retrato con una foto nuestra de aquel día en el campo; pero ahora la fotografía estaba en un rincón de la cómoda, con el cristal roto, y el joyero había desaparecido.
Observé al padre de Ashley, quien me conocía y tenía una buena relación conmigo, pero este estaba deprimido con su cara entre las manos. Me retiré de esa misma casa sin decir una sóla palabra. No quería saber cómo había muerto Ashley pero lo que sí quería era saber quién había sido el que me había sacado al posible amor de mi vida. Al cerrar mis ojos tuve un recuerdo mío de cuando era pequeño y veía a todos esos policías entrar a mi casa para averiguar quien había sido el asesino de mi madre. Me frustré al acordarme de ese ingrato recuerdo y volví a abrir los ojos. Cruzé la calle y toqué el timbre de la casa de Paige. Luego de unos minutos fue la misma quien me abrió la puerta y me preguntó sorprendida cómo estaba.
Sin responder, dí dos pasos y la abracé sintiendo que ella era Ashley y volvía de la muerte sólo para despedirse...