-Ratliff, ella es Paige.- Paige sobre actuó una falsa sonrisa y luego me interrumpió en lo que estaba a punto de decir.
-Estamos planeando una sorpresa para Riker pero creo que no deberías involucrarte, disculpa.
Paige había sido así conmigo el primer día en que la había conocido pero ahora que ya había "ganado" su confianza yo no era nada más ni nada menos que su amigo. Ratliff realmente odiaba que lo trataran con falta de respeto y especialmente como un desconocido cuando no lo era cuando se trataba de nosotros cinco, y sin incluir a nuestro padre, Mark.
-¿Disculpa? soy el amigo de Riker y lo conozco hace mucho más tiempo que de seguro tú lo haces.-le contestó Ratliff con dureza y seriedad.
-Lo siento mucho ¿cual es tu nombre?- Paige parecía rendida ante ese par de palabras que se habían escapado de su boca; como si se hubiese dado cuenta de que Ratliff era ese hermano más del que yo dudaba que Riker no le haya hablado nunca.
-Soy Ellington, pero todos en esta casa me dicen Ratliff, que es mi apellido.- se presentó haciendo gestos con sus ojos y estrechando su mano como todo un caballero.
-Paige como dije antes. De nuevo lo siento, no sabía que eras ese famoso Ratliff del que Riker me habló tantas veces, realmente eres como un hermano para él. A veces me cuenta cómo se conocieron y todas las anécdotas que pasaron todos juntos, me gusta esa amistad. Nunca tuve ninguna así, es decir, no tengo amigos y con suerte tengo a mis padres.
-Mi relación con estos chicos siempre fue así, es normal que sientas eso cuando hablo con ellos porque son... todo para mí.- dijo mientras me miraba y sonreía. Luego lo miré extrañado y él aparto la vista y de nuevo observó a Paige. -En fin, cuentenme de que se trata esa sorpresa.- dijo de repente.
Se formó un gran silencio y en mi mente recorrían mil excusas para que Ratliff creyera la sorpresa de Riker. ¿Sorpresa de Riker? Paige no podría haber dicho algo mejor...
-Queremos comprarle un auto. Estamos ahorrando hace como cinco meses y... ¡vamos bien!- Paige sonrió en falso de nuevo.
Miré a Paige al tiempo que le hacía un gesto de «¿Estás loca?» pero estaba seguro de que no lograría descifrarlo porque estaba concentrada en que la mirada de Ratliff cayera en su mentira.
Ratliff se vió aturdido y extrañado al principio pero al cabo de unos minutos pareció creernos y después desapareció por la puerta que daba a dónde estaban los demás.
-Vamos.-dijo Paige al tiempo que me tomaba del brazo y me sacaba por la puerta trasera de mi casa.
Atravesamos el jardín, dónde el querubín de porcelana nunca presentaba ninguna mancha de edad, y luego llegamos a la calle. La calle estaba completamente desierta y no había ningún alma que salga al menos a la esquina de su casa para tomar aire.
Paige abrió la puerta de su casa después de repetir dos veces «No hay nadie» ó «Mi madre está trabajando y mi padre... no sé en dónde está.» Se dirigió al pequeño dormitorio y observó. Sentí una pequeña incomodidad al saber que el día anterior había estado en ese mismo lugar con ella a punto de traicionar a mi honrado hermano. Paige se quedó en la entrada de su habitación acariciando a su minino cuando yo me senté en una silla para contemplarla, luego abrí la boca para disculparme.
-Perdona, Paige. No quise hacer lo que hice anoche, no sé exactamente por qué lo hice. Fue como una tentación o algo así...
-No es nada, Ross. En el fondo también quise pero me sentía culpable.- dijo mientras se ruborizaba. Pero el color rojizo no se notaba demasiado ya que tenía un tez algo moreno.
Al escuchar lo que Paige había dicho sonreí a lo bajo y sentí una mezcla de sentimientos en mi estómago que no sentía hace mucho tiempo o, mejor dicho, que jamás había sentido. Paige seguía con el gato en brazos y el color volvía a sus mejillas mientras se acercaba a mí. Luego de unos minutos ambos fuímos interrumpidos por un fuerte golpe que venía del pasillo.
-¿Qué fue eso?- susurré.
Paige no despegaba su vista de la puerta cerrada de su habitación mientras le prestaba atención a los pasos que hacían un leve ruido que cada vez se volvía más aterrador.
El tiempo parecía eterno pero finalmente la perilla de la puerta comenzó a moverse y en el lugar de la puerta apareció un hombre robusto, con un bigote que se extendía a ambos lados de su boca. Su cabello era grisáceo y en sus ojos sólo había furia.
-¿Este es ese tal Riker que figuraba en los mensajes de tu celular, eh?- preguntó. Su voz era gruesa y no dejaba de serlo mientras seguía hablando. Su rostro parecía amenazante y su mirada era cruel.
-Si, él es Riker.- mintió Paige y luego le sonrió a su padre con una sonrisa inocente y amable que sólo una vez había visto en ella.