Buscando en el lugar equivocado / Capítulo 1

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"Hace algunos años, una bella mujer llamada Elcira se enamoró de Héctor, un joven de su mismo colegio. El problema fue que Héctor no se enamoró de ella, sino que se obsesionó con la hermosa joven. Esa obsesión la demostró con apenas unos cuantos meses de noviazgo; los celos excesivos, la insistencia por tener relaciones sexuales, el control total de sus salidas y la casi nula aceptación de sus amigos. Con los años se casaron, Elcira creía firmemente que Héctor la amaba, se cegó sola ante el supuesto amor que le demostraba su, ahora, esposo.

Con el tiempo, el hombre cambió drásticamente; ahora era más frío y cortante con su esposa, cada noche, después de llegar del trabajo y de una cena en pareja, prácticamente la arrojaba a la cama con el fin de saciar su placer.

Cada noche, luego de una exhaustiva "bienvenida" Elcira no aguantaba las lágrimas y las dejaba salir con fluidez, junto a unos sollozos que trataba de ocultar mordiendo la almohada. Su esposo se estaba volviendo algo violento al momento de hacer el amor, ella tenía la esperanza de que hacían eso y no tenían solamente sexo.

Una noche, Héctor fue muy brusco, tanto que la mujer no pudo aguantar los sollozos y los dejó salir con total libertad. Eso molestó de sobremanera a su esposo.

-¡Cállate de una maldita vez! - Le gritó al momento de amenazarla con un golpe. Pero eso solo apresuró las lágrimas y el terror aumento, el golpe no tardó en llegar: fue certero y duro, justo en toda su mejilla.

Desde entonces que se va cultivando el miedo en el corazón de Elcira.

Se levantaba para admirar su cama vacía. Iba y se duchaba, al salir se quedaba mirando su reflejo, el cual mostraba su horrible realidad: su cuerpo lleno de moretones y cicatrices, sus ojos rojos, sus labios partidos, su busto, su cuello y su clavícula tenían marcas de mordidas, chupones y moretones. Las lágrimas caían ante la imagen que le entregaba el espejo. Héctor sabia dónde hacer el daño; sus brazos no muestran ningún rasguño, tampoco sus pies ni su rostro algún moretón o algo que el maquillaje no pueda ocultar. Luego desayunaba sola y calmada, disfrutando la tranquilidad de la casa. Al terminar la comida, se dispuso a limpiar su hogar. Lo hacía con esmero, para así no tener que recibir un reprimenda por parte de su esposo. El resto de la tarde se la pasaba leyendo, viendo televisión o tejiendo. Cuando son exactamente las 19:15 p.m, salía a comprar para la cena. Su marido llega a casa, comen en silencio, a veces roto por alguna pregunta directa por parte del hombre y una respuesta clara y completa por parte de la asustada mujer.

Así fueron todos los días, por dos años; hasta que un día una prueba de embarazo le dio las razones a sus vómitos y antojos: estaba embarazada. Elcira estaba increíblemente feliz, pero cayó de golpe a la realidad. ¿Cómo sobreviviría ella y su bebé bajo el mismo techo que un enfermo maltratador? Tenia que escapar.

Lo intentó en la mañana, cuando sabia que su esposo no estaría en casa. Arregló su maleta y salió de su hogar. Corrió a una estación de policías (comisaría o estación de carabineros). Iba a denunciarlo, si o si. Pero cuando le faltaba una cuadra para llegar, un golpe en toda su mandíbula la hizo llegar al suelo. ¿La había encontrado? ¿Cómo?

-¿Pensabas huir, mi cielo? ¿Pensabas escapar, junto MI hijo?- Escupía cada palabra con rencor, ironía, enojo. Elcira no podía tener más miedo. No había nadie para ayudarla en esa calle.

Con brusquedad la tomó del brazo y la arrastró a la casa. ¿Cómo se enteró de su embarazado? Se aseguró de que no se le notará... La prueba de embarazo, la tiró al basurero. De seguro él la encontró. La pobre mujer se odió por no ser más cuidadosa.

Al llegar a la casa, el hombre la arrojó al suelo y comenzó a patearla, en ningún momento pateó su vientre, golpeaba sus piernas, sus brazos, su cabeza incluso. Golpeaba zonas que no pondrían en peligro la vida del niño. Detuvo sus golpes cuando sintió algunas gotas de sudor surcar su frente. Cínicamente, se hincó al lado de su esposa y le acarició su cara.

Elegí amarte por el resto de mis días...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora