Cáncer

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Narra Rita

Si digo que no tengo miedo estoy mintiendo. Sí, estoy asustada. Más que asustada incluso. El saber que tengo cáncer nuevamente es algo que me aterra, pero esta vez estoy dispuesta a luchar con muchas ganas y no me voy a dar por vencida.

Pedro se dedica a acariciar mi mano mientras termino con mi quimioterapia del día de hoy. No ha sido fácil todo este proceso. He tenido que tomar solo cinco, pero los dolores y malestares son horribles. En estas cinco semanas he visto de todo. Mujeres salir casi desmayadas, otras que no han vuelto porque han perdido la batalla y algunas que simplemente se rindieron sin querer darlo todo contra esta enfermedad. Pero yo no soy así. Yo tengo varios motivos por los que luchar. Tengo que luchar por Pedro y por mis hijos. Quiero estar con ellos cuando se gradúen, cuando se casen y cuando tengan hijos. No puedo abandonarlos aún.

-¿Qué tanto piensas? –pregunta Pedro bajito-

-En que quiero acabar ya con esto –digo señalando el suero-.

-Ya falta poco –sonríe-. Luego de esto nos iremos a casa.

-Ay si –suspiro-, ya quiero que vuelvan los niños con nosotros.

-Yo igual –asiente-. De seguro que han de tener a tus padres hechos un desastre –ríe-.

-Si –rio con él-. Son unos salvajes.

-Bueno es que la noche que los hicimos tu no estuviste nada tranquila –me mira pícaro-.

-¡Pedro por Dios! –Digo riendo- Baja la voz que alguien te puede oír.

-Ríe con fuerza- Pero Rita, si aquí no hay nadie.

-Ya, pero si pasa una enfermera pensará mal de mí.

-Como si nadie fuera salvaje haciendo el amor –rueda sus ojos-.

-Ya, Pedro –digo sonriendo y aprieto levemente su mano-.

-Está bien –sonríe-. ¿Estas mareada?

-Un poco –asiento- Y siento nauseas.

-Mi princesa –besa mi mano-, Ya falta poco –dice mirando la máquina-.

No sé qué haría sin Pedro a mi lado. A veces me pongo a pensar como hubiera sido mi vida si él se hubiese casado con Rosa Mari y creo que jamás hubiese sido feliz sin él. Cada vez que lo veo me enamoro más de él. De su sonrisa, de sus ojos, de su torpeza y de cómo se le aguan los ojos cada vez que nos recordamos el uno al otro que nos amamos con todas nuestras fuerzas.

-Bueno, ¿Cómo está, Margarita? –dice mi oncólogo entrando a la habitación donde estamos-

-Rita –le corrijo y el ríe-. Estoy normal, con mareos y náuseas –me encojo de hombros-.

-Bien –asiente-, Eso es parte de la quimioterapia –dice revisando unos papeles que tiene en mano-.

En ese momento entra Daniela, la enfermera que me ha estado atendiendo en estas semanas. Como siempre me sonríe y me quita la aguja con cuidado.

-Bueno Rita, por hoy has acabado –dice cuando termina de poner todo en su lugar-. Espero no verte pronto –dice sonriendo-.

-Espero igual, gracias por todo Daniela –le sonrió-.

-No fue nada, adiós –se despide y sale de la habitación-.

-Rita, Rita, Rita –repite el doctor. Y Pedro –dice mirando a mi marido-. El análisis de la prueba que le hicimos a la masa que encontramos en tu pecho llegó. Como saben estas quimioterapias fueron de prevención por si el resultado venia positivo y porque se encontraron células cancerosas en el examen que hicimos antes de comenzar con las quimioterapias –nos explica y nosotros solo asentimos-. Pero, gracias a Dios las pruebas han llegado y el resultado ha sido negativo. La masa que era lo más que nos preocupaba ha salido negativa y no hay rastros de células cancerosas en el área. Como sabrás en el primer análisis que le hicimos aparecían unas cuántas, pero ya con este último no hay ninguna. Lo que significa que con las quimioterapias que te hemos dado ya deben de haber desaparecido.

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