3. Un recuerdo que jamás podremos olvidar

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— ¡No prendas esa cosa cuando te encuentras tan cerca de mi! ¡Voy a asfixiarme!

El pelirrojo solo rodó los ojos. Seguramente para ese entonces ya estaba harto de que le repitiera lo mismo tantas veces, pero el jamás hacia caso a mis palabras y tenía la mala costumbre de encender sus preciados cigarros cuando se le daba la gana, incluso después de tener sexo y cuando literalmente aún se encontraba encima mío.

— Eres un niñato, ¿lo sabías? —se quejó este, ignorándome y dando una calada a su cigarro. Luego exhaló el humo y lo lanzó en mi cara, obviamente a propósito.

— ¡Maldito idiota! ¡Ya quítate! —dije, mientras tosía debido al poco salubre humo y me lo quitaba de encima, molesto.

Chūya rodó al otro lado del colchón, riendo.

Había expresado mi disgusto por el tabaco en numerosas ocasiones, pero como siempre, a Chūya no le importaba mi opinión y se divertía haciéndome enfadar. Ambos lo hacíamos, de hecho. En ese sentido suponía que éramos la pareja perfecta, aunque teníamos muchas diferencias.

— Algunas veces es imposible tratar contigo, Chūya. Ni siquiera sé para que me molesto en venir cada vez, siempre es lo mismo. Siempre terminamos así y sinceramente lo odio.

Recogí mi camisa del suelo y me cubrí con ella. Hasta ese entonces, cuando había abandonado la calidez de la cama, no me había dado cuenta del frío que rondaba en la habitación. Probablemente la calefacción no funcionaba. Vaya sorpresa.

— Es gracioso —murmuró Chūya, luego de un rato observándome en silencio.

No tenía ninguna prenda encima y su delgado cuerpo relucía en desnudez, a excepción de su collar negro, el cual aún seguía en su cuello. Al parecer, no tenía ningún perjuicio por verse así. Más bien lo disfrutaba y se jactaba de ello, de estar desnudo.

Busqué con la mirada mi ropa interior y pantalones en el montón del suelo, realmente habíamos hecho un desastre en ese lugar. Apenas podía distinguir cuál era mi ropa y cuál no. En serio no teníamos control.

— ¿Qué es gracioso?

— Que tú y yo siempre terminamos volviendo a los brazos del otro a pesar de pelearnos tantas veces —respondió con cierto desdén, jugueteando con el cigarro en sus dedos— Casi parece un chiste de mal gusto, ¿no te parece? Como si alguien se estuviese burlando de nosotros y disfrutase el espectáculo que ofrecemos.

— Si, bueno... Estamos vinculados, no es algo que podamos evitar —murmuré, mientras abrochaba mi camisa, sentado en el borde la cama— No importa cuánto nos odiemos, nuestros cuerpos se seguirán deseando. Es natural.

El silencio invadió de pronto el cuarto. Fue tan repentino que incluso me giré para verificar que Chūya aún estaba ahí. De echo lo estaba, pero una mirada extraña prevalecía en su rostro. Una mirada que nunca antes había visto.

— ¿Chūya?

Giró su cabeza cuando lo llamé y me miró.

— Si quieres desvincularte de mi, hazlo.

La naturalidad con que dijo aquello me sorprendió. Le miré ceñudo, aún sin estar muy seguro de haber oído bien.

— ¿Qué?

— Lo que oíste —repitió, demasiado serio para tomarlo como una simple broma. Sus ojos habían adquirido un tono más oscuro— Si ya no quieres estar vinculado a mi, si te has cansado de tener que ocuparte de mi... Entonces rompe nuestro lazo. De esa forma... Ya no tendremos ninguna relación, seremos libres y cada quien seguirá con su camino.

Tal fue la sorpresa que no supe cómo contestar. ¿Y eso de dónde venía? ¿Porque decía esas cosas ahora? Sinceramente no lo entendía. Algunas veces Chūya era difícil de entender.

Me acerqué a él y trate de tomar su mano, pero inesperadamente él la apartó de mi toque. Al comienzo creí que solo estaba jugando, pero al ver de nuevo su rostro, está vez más de cerca, supe que lo decía muy en serio.

— Chūya...

— Será lo mejor, Dazai. Aún cuando ambas organizaciones están en paz, es peligroso realizar estas reuniones. Solo se necesita que alguien se entere y todo se habrá terminado. A mí probablemente me maten por traición, y a ti... No lo sé. Quizás solo te suspendan por algún tiempo o en el peor de los casos te despidan. Sea como sea, así será más sencillo.

— Nadie te pondrá un dedo encima —espeté, comenzado a molestarme por lo que decía— Si alguien quiere acercarte a ti, primero tendrá que pasar sobre mi. ¿Estás asustado, eso es? Yo no dejaré que nada te suceda, lo prometo.

¿Podría ser eso? ¿Quizás estaba asustado por... algo? ¿Lo habían amenazado? No. Chūya no era del tipo cobarde, el sabía defenderse y no se dejaría intimidar.

— No lo hagas más difícil, Dazai. Solo piensa —pidió Chūya— Cuando nos vinculamos no éramos más que unos críos que apenas descubrían lo que era el sexo. Teníamos catorce años, en ese entonces no sabíamos lo que queríamos para nosotros. Nos dejamos llevar por el instinto, no por nuestro corazón. Quizás por eso nos llevamos tan mal. Quizás nuestro destino jamás fue estar juntos y ahora pagamos las consecuencias de ello.

A pesar de que él decía todas esas duras cosas, su cuerpo no parecía sentir lo mismo. Vi como algunas lágrimas cristalinas caían de sus ojos.

— Yo te escogí porque quería hacerlo, no porque mi "instinto" me lo pidió —tomé su delicado rostro entre mis manos y le hice mirarme a los ojos. Deposité un suave beso en su frente y sonreí— Te ves tan indefenso cuando lloras. En serio no te queda, tus mejillas están rojas.

— ¡C-cállate! —exclamó Chūya entre sollozos, pero aún así se las ingenió para emular una sonrisita.

Me impresionaba que ese mismo hombre con personalidad de acero y carácter fuerte pudiese llegar a ser tan débil al mismo tiempo. Siempre había creído que ese tipo de personas eran las más sensibles.

— Además, si hubiera querido desvincularme de ti... ¿No crees que lo hubiera hecho hace mucho tiempo? ¿Hace ocho años?

— Por favor —murmuró, ahora mirando hacia su regazo— En ese entonces había una razón para no hacerlo. Una razón que nos unía y formaba parte de ambos. Pero... ahora esa razón ya no existe.

Enterró su rostro en mi cuello y yo lo abracé, estrujándolo contra mi cuerpo. Sabía que alguna veces no se podía evitar recordar cosas dolorosas, pues esos recuerdos jamás abandonaban a una persona y lo atormentaban por siempre. Lo sabía por experiencia propia.

Lo único que deseaba era que Chūya dejase de sufrir por mi culpa, por algo que sucedió en el pasado y aún así era imposible de olvidar.

You're my loveprize [Soukoku, Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora