Veredicto

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Regina se adentró por la gran sala con la cabeza alta, mirando hacia un punto lejano para no cruzarse ninguna mirada. Emma había insistido en que la morena se tomara su tiempo en mirar a los ojos a las personas que la creían inocente para darles las gracias y hacerles ver que ella estaba agradecida, pero para la Reina caída eso es muy difícil.

El estrés, la angustia y sobre todo el miedo de escuchar una sentencia fatal le bloqueaba la respiración y le impedía pensar. Así que a pesar de los consejos de su abogada y amante, ella prefirió no arriesgarse a cruzarse con las miradas compasivas que no harían sino acentuar su crisis de pánico. Con la respiración entre cortada, gotas de sudor perlando su frente, ella se sentó en la silla que era suya desde el comienzo del juicio y cerró los ojos algunos minutos. Emma se colocó a su lado algo más tarde, y tomó su mano en la suya para reconfortarla. Al abrir los ojos, Regina vio la mirada triste e inquieta de la rubia y le mintió afirmándole que todo iría bien, con una sonrisa muda. Pero la joven sheriff sabía muy bien que su amada se encontraba en un estado lamentable, y no era la única. Su retraso se debió a un ataque de llanto que había intentado calmar en el baño del ayuntamiento sin éxito. Con los ojos aún rojos, le murmuró a la morena que la amaba y que estaría con ella hasta el final, fuera cual fuera la decisión última.

David entró en la gran sala en último lugar, y recorrió el camino hasta su mesa en el silencio más absoluto. Miró a su mujer, mientras apoyaba las manos en el respaldo de la silla y tosió suavemente para aclararse la voz.

«Gracias a todos por estar aquí este último día de proceso»

Hizo una pausa cuando vio la mirada triste y los ojos rojos de su hija. La pena y el dolor aparecieron rápidamente en el rostro del juez, sobre todo cuando Emma desvió la mirada de golpe. Intentando mantener la mente fría, suspiró y miró hacia el techo unos segundos. Aún no conocía exactamente la totalidad del veredicto, cada miembro había defendido su visión de las cosas, pero sabía que si condenaba a muerte a Regina bajo la decisión del jurado, su hija no se lo perdonaría...Pero ¿tenía él el derecho de no aceptar una decisión unánime solo para no perder a su hija por segunda vez? Resoplando de exasperación, David se sentó en su sitio y juntó las manos manteniendo una expresión que quería que fuese lo más serena posible.

«No me andaré con rodeos. El jurado va a tener que dar su veredicto y antes de esta tarde sabremos si Regina Mills será perdonada o...» él miró a Emma con expresión desolada «...condenada a muerte»

La rubia cerró los ojos suspirando y estrechó la mano de su compañera, mucho más fuerte de lo que habría deseado.

«Señorita Belle French, ¿tiene la acusación alguna otra cosa que añadir al proceso?»

La morena se levantó y alisó su falda mirando fijamente al joven juez.

«Ninguna, su señoría. He podido mostrar al jurado todo lo que deseaba, confío en ellos y sé que tomarán la decisión más justa»

David le hizo una señal con la mano para que se sentara y se giró hacia su hija.

«Emma Swan...¿tiene la defensa algo que añadir?»

La rubia se levantó moviendo ligeramente la cabeza y se preparó para decir lo mismo que Belle unos segundos antes, pero de repente se tensó, la boca abierta, la mirada perdida en el vacío. Pasaron algunos segundos sin que nadie hablara, después David se inclinó sobre su mesa.

«¿Emma? ¿Todo bien?»

La rubia se sobresaltó, de repente presa de un brote de energía.

«¿Majestad? Euh, perdón, ¿su señoría...papá? En fin...¿puedo pedir una última visión?»

EnjuiciamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora