Regina

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La puerta de entrada golpeó violentamente, lo que despertó al joven de sobresalto, como cada noche desde hacía tres semanas. Lanzando una ojeada al despertador, Henry suspiró al ver aparecer los números que indicaban que eran casi las cuatro de la mañana. Dando la vuelta hacia el otro lado, subiendo su cobertor hasta la nariz, movió la cabeza imaginándose a su rubia madre gruñendo y lanzando improperios a todo lo que encontraba por el salón. Cerrando los ojos, enjugó rápidamente las lágrimas que corrían por sus mejillas e hizo lo posible por dormirse otra vez rápidamente.

En el hall de entrada, Emma lanzó su chaqueta al perchero y se quitó los zapatos con violencia, mandando las botas a más de un metro. Dejando su arma y su placa sobre el mueble del pasillo, se dirigió como una autómata a la cocina, como cada noche, para tragarse un gran vaso de leche. Tenía verdaderamente muchas ganas de beber algo más fuerte, pero Henry le había hecho prometer que no se emborracharía cada noche. Él necesitaba a su madre, y ella necesitaba mantener las ideas claras para continuar con la búsqueda de Regina.

Regina...la rubia pronunció en silencio su nombre...Ya hacía tres semanas que la morena había sido exiliada. Tres semanas desde que Emma había visto desaparecer la berlina negra a lo lejos, gritando desesperadamente el nombre de su compañera, que ya no se acordaba de su existencia.

Había intentado saltar a su coche para seguirla inmediatamente, pero bajo petición de David y de Snow, Rumpelstilskin se lo había impedido paralizándola con magia durante más de tres horas. Su padre le había explicado que, a pesar del dolor que pudiera sentir, debía aceptar, como lo había hecho Regina, la decisión del jurado y de toda la ciudad. Emma había gritado, insultado, maldecido a todas las personas que se encontraban frente a ella y que no hicieron un gesto para ayudarla, pero eso no cambió nada... Cuando finalmente el bloqueo mágico fue levantado, Rumpel no tuvo tiempo de esquivar el gancho que la rubia le asestó en la mandíbula, y ella tuvo que hacer prueba de mucha sangre fría para no moler a palos a su padre, el Rey.

Sin pensar, subió a su coche de patrulla y arrancó a toda marcha sin dejar tiempo a que Henry se subiera su lado. Rojo de rabia, el joven soltó algunas palabrotas que hicieron que su abuela abriera los ojos de par en par, anulando cualquier duda de que la rubia incendiaria no fuera su madre.

Marchando a toda velocidad, Emma intentó imaginar a qué sitio podía haberse dirigido su Reina. La carretera que unía Storybrooke con el resto del mundo era recta durante casi veinte kilómetros, sin ningún otro desvío sino pequeños caminos que conducían a diversos claros en el bosque. La rubia no imaginaba a su compañera aventurándose por ese tipo de caminos, así que continuó hasta llegar al primer y verdadero cruce, que dividía la carretera en dos. ¿Boston? ¿Lawrence? ¿Qué dirección tomaría una mujer amnésica? Siguiendo su instinto, la rubia decidió seguir el camino que ella conocía mejor, el que la llevaba a la ciudad donde ella vivía cuando su hijo la encontró...¿Habría hecho lo mismo Regina? ¿Es que la visión de la palabra "Boston" le habría recordado vagamente a algo, incitándola a tomar esa dirección? Emma así lo esperaba en el fondo de su corazón...Pisando el acelerador como nunca, el coche patrulla se tragó los kilómetros, haciendo desfilar las líneas blancas de la carretera a una velocidad endiablada. El corazón de la rubia dejaba de latir cada vez que divisaba a lo lejos un coche negro, imaginando que había logrado dar alcance a su amante, pero siempre la esperanza dejaba lugar a la decepción, que la ayudaba a pisar un poco más a fondo el pedal.

El cartel anunciando Boston le cortó la respiración. Había estado conduciendo durante horas, sin encontrar el Mercedes negro. Había mirado con atención cada zona de reposo, cada gasolinera a lo largo del camino, se había parada en cada intersección para mirar a lo lejos en todas las direcciones...pero ninguna huella de Regina.

EnjuiciamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora