Sentí una palmada fuerte en el hombro y unos cuantos gritos de un hombre, pero no logré reconocer sus palabras. No pude ver nada ya que una bolsa negra tapaba mi visión, solo tenia uno de mis sentidos para guiarme, mi olfato.
Un aroma nauseabundo inundaba mis fosas nasales. De seguro ya me encontraba en las islas y estábamos justamente desembarcando.
-¡Despierta deprimido! Me gritó un guardia en la cara mientras disparaba saliva de su boca. Me ayudó bruscamente a ponerme de pie y me despabiló. Después de eso, me quitó la bolsa de la cabeza. Con los ojos entrecerrados; noté unos rayos de luz grises, contaminados por el ambiente que me rodeaba; igual de muertos que las islas.
Al estar tanto tiempo sin poder ver, una breve ceguera me impidió observar mejor mi alrededor. Me movía entre empujones y gente que gritaba., pero no tenía noción de donde me hallaba.
Cuando logré divisar lo que sucedía quedé perplejo. El primer vistazo del lugar me resultó muy familiar. Era bastante similar a la ciudad alegre, pero este en cambio tenía rotos los pavimentos; entre las grietas de la calle y de los edificios se encontraban miles de raíces que circulaban a través de ellas, los juncos y pastizales me llegaban a las rodillas y estaban en mal estado. Algunos árboles se encontraban quemados y parte del pasto también, el deterioro y el descuido del medio ambiente se notaba.
Una energía negativa recorría el lugar. La falta de color predominaba por encima de todo, las edificaciones se habían deteriorado por no cuidarlas y debido a esto era fácil encontrarse varios escombros repartidos por algunos sectores.
Estaba esposado al igual que todos los demás y solo caminábamos siendo guiados por los guardias. Se nos iba depositando en diferentes partes, yo fui uno de los últimos en ser liberado.
-Bueno deprimido, te deseo la mejor suerte posible-. Me acercó una bolsa con provisiones y la tome con ambas manos.
-Aquí hay algo de comida y ropa para que puedas sobrevivir unos días; cuando se te acabe tendrás que ingeniártelas-.-¡Por favor no me deje aquí! ¡No soy un deprimido se lo juro!- Le insistí.
-Ya lo sé, eres diferente... Yo no puedo hacer nada, pero él si. Búscalo...-
-¿Qué? ¿Buscar a quién?- No lograba entender nada.
¡Rápido Hamilton apresúrese , que no tengo todo el día!- Le gritó uno de sus superiores. Rápidamente se levantó y salió corriendo. Me quedé observándolo y a una cierta distancia se volteó para mirarme. Ese guardia me conocía, sabia algo que yo no. A la brevedad otro guardia volvió a reprocharle y desapareció de mi vista.
Tenía que sentarme y meditar un rato acerca de todo lo que estaba ocurriendo, pero ya estaba oscureciendo. Decidí ir en busca de un refugio para poder pasar la noche, no sabía con el tipo de personas que podría llegar a tratar en este moribundo lugar. Me encaminé sin rumbo en busca de algo que me sirviera de techo para poder dormir. Encontré una casa desalojada la cual me pareció perfecta para establecerme.
Intenté meterme haciendo el menor ruido posible por la casualidad que me encontrará con un inesperado inquilino. Abrí una de las ventanas y sigilosamente entré. Estando en la sala principal, comencé a abrir todos los cajones rotos con la esperanza de encontrar algo de utilidad; pero el intento fue inútil. Decidí seguir investigando la peculiar casa y pasé hacia la cocina. Al adentrarme me pareció muy raro ver que había una fogata en el centro y arriba de ella una olla. Me asusté mucho con pensar que alguien ya estaba ocupando la propiedad así que inmediatamente quise salir de ahí.
-¡Ladrón! ¡Ladrón!- Gritó una señora desde afuera mientras sacaba de los arbustos una especie de remo roto que le servía de arma.
-No es lo que parece señora, no soy ningún ladrón-. Le dije muy asustado. Me encontraba paralizado. Pero ocurrió algo que no esperaba en lo absoluto. La señora empezó a golpear con mucha furia al piso mientras seguía gritando.
-¡Ladrón!-.
Al final me di cuenta lo que ocurría; estaba masacrando a una rata que tenía comida en su boca. Una vez muerto el roedor, la señora agarró el pequeño trozo de queso y se fue corriendo.
Esa era la mejor definición de la locura que se podía llegar a encontrar en este lugar. De igual manera, había tenido suerte de no encontrarme con el propietario de la casa; debía salir rápido de allí. Noté que adentro de la olla se estaba cocinando un pedazo de carne el cual robé antes de irme.
Ya estaba oscureciendo y todavía no había logrado encontrar refugio. Seguí caminando con paso vacilante. Ya desganado y sin esperanza decidí hacer una fogata en pleno descampado y que el destino decidiera. Saqué un trozo de pan de mi bolsa y la comí junto al pedazo de carne. Indagando entre mis provisiones encontré una cantimplora, muy útil de hecho.
Me sentía muy débil como para ir a buscar agua, además estaba todo muy oscuro así que me desplomé en el piso y me dormí en unos pocos segundos.
-Lalala, lelele, lalala-. Un sombrío hombre tarareaba una extraña melodía sin sentido alguno.
Abrí muy despacio los ojos para que no notará que yo había despertado. El muy infeliz estaba hurgando mis provisiones y a la vez robándome, debía hacer algo inmediatamente.
-¡Detente ya mismo! Le grité. Su mirada se volteó hacia mí y vaciló un momento; pero no me dio importancia y siguió tarareando.
-Tú me obligaste a hacerlo...- Después de decirle eso, lo patié con mucha fuerza en la cara, lo que le produjo un gemido de dolor.
-Aaghhh ¡Traidor!- Me reprochó. Agarró mi bolsa y salió corriendo. Tenía que alcanzarlo obligatoriamente así que empezó la persecución. Lo perseguí un par de kilómetros pero el tipo era muy ágil y no tardó en sacarme una clara ventaja. Debido a mi mal estado físico di por pérdida mi comida, lo único que tenía era mi cantimplora. En este lugar era así, o te aprovechas de los demás o ellos se aprovechan de ti...
Todavía me encontraba sin refugio y no tenía agua ni comida. Usar un árbol para protegerme no era una muy buena opción ya que me encontraba muy a la vista. Un edificio podría llegar a ser de utilidad pero era un refugio muy obvio. Tenía que hallar algo que fuera muy difícil de encontrar, pero para ello tenía que encontrarlo yo primero.
A lo lo lejos divisé algo que me llamó la atención. Ya estaba atardeciendo y el sol se ocultaba, así que los rayos de luz pegaban de lleno en la montaña. Se podía ver un pequeño brillo, como si de algún objeto de metal se tratara.
En mi interior sabía que tenía que ir, algo valioso iba a encontrar. Muy emocionado me puse en marcha, pero antes de partir escuché un chistido desde un callejón.
-Tss, tss, oye oye-
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Seamos felices
General Fiction¿Qué es la felicidad?... Muchos la buscan, otros dicen de haberla encontrado, algunos; que no existe. Yo pensaba que la tenía, creía que conocía todo sobre ella. No podía estar tan equivocado...