Private Dancer.

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Viernes, 18 de octubre.

El frío viento otoñal se cuela por el cuello de mi abrigo, haciendo que mi piel reciba pequeños escalofríos. El ruido de mis pasos apresurados queda tapado por el ajetreado ritmo de la ciudad de San Francisco. Viernes, día de fiesta, borracheras, sexo y drogas... para los demás. Para mí, es sólo una noche más de trabajo, tal vez la noche más ardúa de toda la semana, sin contar el sábado.

Cruzo la última esquina corriendo y entro en un callejón, donde Richard me espera con la puerta abierta.

-Vaya, la niña ha llegado un poco tarde...- me sonríe y le sonrío haciendo una mueca. Es cierto, estaba retrasada y eso era raro en mí. Pero a veces las huídas de casa se dificultan, más cuando mamá y Caroline están tan emocionadas, como era el caso. Caroline es mi hermana mayor, tiene 23 años y es hermosa. Tanto como para tener a los mejores chicos detrás de ella, y a eso se debía su emoción: iba a presentar a su novio, el "amor de su vida", según ella, el mejor, el más lindo, el más atleta, el más todo. "Amor". Estoy feliz por ella, pero, bah, siendo sinceros, todos los chicos que ha presentando han sido "el amor de su vida", y ya como que te acostumbras a escucharlo. Por lo menos yo, no puedo decir lo mismo de mi madre.

Y, pensándolo bien, aún habiendo sido criadas de la misma manera, realmente Caroline y yo no teníamos nada en común. Ella, con sus ojos grises y su largo pelo rubio ceniza, era popular en cualquier lugar que pisaba. Había sido porrista, había salido con los mejores deportistas, y había conseguido entrar en una gran universidad. Ella realmente estaba destinada a una vida de princesa. Yo, por el contrario, con mi indomable melena pelirroja, la pateaba con buenas ganas e intentaba pasar lo más desapercibida posible. Odiaba la atención, odiaba que supieran mi nombre, mis actividades, mis horarios. Odiaba ser tan fácil.

En eso pensaba mientras me maquillaba a toda prisa y me convertía en Misty. A mi lado, Shanna arreglaba sus plumas para su número de burlesque. A pesar de ser un lugar repleto de mujeres y lleno de competitividad, el bar era un lugar donde me sentía cómoda y respetada. Nadie se metía en tus asuntos, estaban todos demasiado metidos en los suyos como para preguntar. Se sabía lo necesario como para saludar y compartir camerinos.

Así era mi vida: de día, una estudiante mediocre, en el último año de secundaria, y por las noches, Misty, bailarina de un bar del centro que sólo intenta salir lo antes posible de esta ciudad luego de su graduación. Nadie lo sabe, ni siquiera mis mejores amigos, Rebeca y Alan. Es un secreto. Y así debe mantenerse.

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Los aplausos irrumpen en todos los pasillos. Shanna, ya en su bata, sale del camerino para pedir un refresco, y al pasar por su lado, me aprieta un brazo, sonriente, deseándome suerte. Subo al escenario, esperando a que el juego de luces y la música nublen mi mente.

-Ahora, damas y caballeros- sonrío, Richard siempre gracioso. Damas, claro que sí...- con ustedes, Misty!

Los aplausos aparecen y se callan rápidamente al encenderse las luces. La música empieza a escucharse por los parlantes, mi canción favorita. Que comience el show.

Muevo mis caderas, mis hombros, me dejo llevar; en segundos todo mi cuerpo es invadido por el ritmo.

Just a still town girl on a saturday night, lookin' for the fight of her life, In the real-time world no one sees her at all, they all say she's crazy.

Comienzo a moverme, utilizo todo el escenario, haciendo que todos me miren, y yo los miro, los miro a los ojos; capas de maquillaje cubren mi rostro, imposible ser reconocida.

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