La casa de Sam

57 3 1
                                    

Nos alejamos del centro de San Francisco en un silencio tenso, y fuimos lentamente acercándonos a la parte residencial de la ciudad. No sabía cómo, pero estaba completamente convencida de que, sentada en el coche de Sam, estaba más segura de lo que nunca estuve en mi vida. De a ratos, él me echaba un vistazo preocupado, y cada vez que lo hacía, apretaba más fuerte las manos contra el volante, como si fuera una especie de tranquilizante. Sabía que debía darle las gracias, pero no podía pronunciar ni una palabra; lo que había sucedido me había dejado completamente en shock. Mantuve todo el trayecto la vista en la ventanilla del coche; si cerraba los ojos, los hechos se sucedían en la oscuridad como instantáneas a tal velocidad que me daban vértigo.

Sam aparcó el coche delante de una casa señorial de dos plantas, de madera blanca, un porche con hamacas. La planta alta tenía enormes balcones con enredaderas secas entrelazadas en la baranda, extendiéndose hasta lo alto de un altillo. Traté de imaginarla en primavera, cuando la enredadera florecía, y encontré una imagen tan pacífica que logré que mis jadeos se convirtieran en una respiración lenta y pausada. Cuando abrí los ojos, encontré a Sam mirándome con ojos cansados y preocupados, y noté que tenía mi mano en la suya, con los dedos entrelazados. 

-¿Te gusta? -preguntó en un susurro.

-Es preciosa -respondí a la vez que apretaba ligeramente la mano.

-Vamos, te voy a preparar un té.

Salimos del coche y el aire frío golpeó mis mejillas. Prácticamente corrí a su lado para entrar en el calor de su casa. Se hizo a un lado y con una media sonrisa abrió la puerta para que pasara. Exhalé en el hueco de mis manos y frotándolas paseé mi mirada por el hall de entrada de la casa. Era muy elegante y sobria, justo como pensé que sería. "Es exactamente como él." pensaba mientras miraba los pisos de madera y la escalera que conducía a la parte superior de la casa.

-¿Me das tu abrigo? -susurró Sam a mis espaldas, sacándome de mi asombro.

Desabroché mi abrigo a la vez que él apoyaba sus manos en mis hombros y me los apretaba cariñosamente. "¿A éste qué le pasa...?" Estaba confundida. No sabía cómo reaccionar. Me daba bronca de sólo pensar que podría ser tan degenerado como había sido Matt, pero había algo en él, o en mí, que me empujaba a creer que todo estaría bien. Deslicé mi abrigo por mis brazos y él lo tomó suavemente. Luego de colgarlo, me tomó de la mano y me dirigió por el pasillo que teníamos delante. Su mano estaba tibia, y me transmitía pequeños golpes de electricidad que hacían que en mis brazos, la piel se me erizara.

Entramos a la cocina y me senté en un taburete, y me relajé viéndolo abrir y cerrar armarios, y moverse grácilmente entre las hornallas. El olor a limón y café que invadió la cocina me embriagó e hizo que cada vez me relajara más. Todo en él provocaba eso en mí. Paz.

Me sacó de mi ensimismamiento cuando colocó una taza frente a mí, y luego se sentó a mi lado, tomando un sorbo de su taza de café. Rodeé la taza con mis manos y agradecí el calor que emanaba, armándome de valentía mientras esperaba el juicio de Sam, rezando para que no sea tan duro.

-Dani... No... Yo no soy quién para juzgarte -dijo, y mi mente quedó en blanco, atónita. ¿De verdad había dicho lo que yo había escuchado?-, pero necesito comprender qué es lo que te lleva a trabajar en un bar nocturno de bailarina, qué es lo que hace que tengas que soportar todo esto.¿Qué es lo que te atormenta? ¿Qué es lo que te está lastimando tanto?

Sentí cómo el temblor de mis labios y el ardor de las lágrimas amenazaban con escapar. ¿Cómo explicarle que siempre fui el bicho de raro de la familia? ¿Que mi padre, ahora muerto, era lo único que me mantenía en pie? ¿Que nunca había entendido el poco aprecio de mi madre y mi hermana? ¿Que, incluso con mis amistades más largas, no había logrado ser sincera con casi nadie? ¿Cómo podía explicarle 'mis tormentas'? ¿Cómo hacerle entender lo aturdida que estaba?

Dudaba entre sincerarme con él, y permitirle que se metiera en lo más profundo de mí, o callármelo, hacerlo aparte y seguir con todo esto y esperar que acabe. Pero su mirada cargada de preocupación me dijo todo lo que necesitaba saber.

                                                                             #####

Cuando acabé, eran pasadas las nueve de la mañana; Sam me había escuchado, y con mis palabras y lágrimas, habían venido las suyas y sus abrazos. Por un rato, pude sentirme realmente a salvo, y eso era todo lo que necesitaba. Sam prometió no juzgarme y ayudarme en todo lo posible, siempre y cuando yo dejara que él pusiera cartas en el asunto 'Thomas'. Cuando me despedí de él, ya sentada en el asiento del autobús, me sentí ligera, como si flotara. Todo lo que venía cargando desde que papá había muerto se había hecho mucho más pequeño, y a medida que pasaban los minutos, sentía cómo un nuevo sentimiento de esperanza mezclada con optimismo florecía en mí; tal vez no todo estaba tan perdido.

Bajé del autobús y caminé por mi barrio, tranquila, saludando a los vecinos que volvían de hacer los recados de cada sábado. Algunos me saludaron con una extraña expresión en el rostro; no los culpaba, había dejado de sonreír tanto después de la muerte de papá. Pero de pronto, algo hizo cambiar mi sonrisa a una verdadera mueca de miedo: las luces rojas y azules de una patrulla de policía estaban frente a nuestra casa. Apresuré el paso para llegar, y cuando abrí la puerta, un grito y un bofetazo cruzaron mi cara.

-¡¿SE PUEDE SABER DÓNDE TE ENCONTRABAS?! 

Mamá había abierto la puerta de mi habitación.

Private DancerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora