Un dolor en el trasero

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El despertador del móvil sonó, lentamente abrí los ojos, lo apagué, decidí levantarme e ir al baño.

Una escalera no tan larga debía recorrer para llegar, apenas podía, pues todavía estaba adormilada, y debido a eso, tuve la mala suerte de chocar contra una persona.

- Lo siento mucho - hablé frotándome los ojos - Anoche no pude dormir bien... - alcé la mirada y me encontré con Kotaro-chan - Demonios... - pensé.

No tenía idea de cuánto tiempo estuvimos ahí mirándonos las caras, pero fue suficiente para darme cuenta de la situación en la que me encontraba.

- ¡Esto es genial! - pensé - Las ilusiones de Kotaro-chan seguro murieron al verme así - sonreí - ¡Al fin me dejará en paz!

Uno nunca tiene buen aspecto cuando recién despierta, pero el mío, en ese momento, era demasiado debido a la falta de sueño. Por fin, los ojos de mapache y el cabello mal recogido servirían de algo.

- ¡Buenas, Kotaro-chan! - saludé - ¡Es un bonito día!, ¿verdad?

La expresión en su rostro era una llena de confusión, parpadeó unas cuantas veces mientras trataba de hablar, sin embargo, las palabras parecían no querer salir de sus labios.

- Perfecto - esbocé media sonrisa - ¡Te veo después! - dije y empecé a dirigirme al sanitario.

- Mi... Michiru-chan... La pijama que llevas es muy tierna - sonrió.

- Pi... ¿Pijama? - hablé - ¿Qué dices? Si yo no... - observé lo que tenía puesto - ¡Ay, rayos!

Él tenía toda la razón, yo portaba una pijama turquesa con rayas azules, no era nada del otro mundo, ni de que avergonzarse, sin embargo, debido a la gran cantidad de sueño que tenía, y sigo teniendo, yo parecía haber perdido noción de la realidad y ahí estaba, bajando las escaleras teniendo puesta una pijama.

Subí rápidamente, luego de estar un minuto en estado catatónico, y me dirigí a los dormitorios a cambiarme la vestimenta.

- ¿Cómo pude no darme cuenta? ¡Todo es culpa del idiota ese que no fue capaz de enviar un méndigo mensaje! - refunfuñaba mientras bajaba raudamente los escalones.

- La pijama era bonita - habló Kotaro-chan, quien se encontraba sentado en el último escalón.

- ¿Qué haces aquí? - pregunté - Deberías estar calentando en el gimnasio - dije.

- Todavía no comiste algo, ni fuiste al baño, aunque debería ser al revés - rio - Esperaré a que regreses del sanitario para ir a comer juntos - sonrió.

Solo suspiré y asentí - Hoy es el último día, no te preocupes, pronto terminará esto - pensaba tratando de tranquilizarme.

- Ni los ojos de mapache, ni el cabello horriblemente recogido, ni siquiera la pijama - suspiré - Eso último no lo planeé, pero igual... algún efecto negativo debía haber - pensé mientras terminaba de lavar mi rostro.

Al salir lo encontré donde se había quedado a esperarme - Este tipo sí que es persistente - dije para mis adentros.

- ¡Michiru-chan! - exclamó levantándose del primer escalón - ¿Qué vamos a desayunar? - saltó a abrazarme - ¿Sopa de miso te gustaría? - tiernamente apretujaba su mejilla contra la mía.

- ¡Oye, ya basta! - decía tratando de librarme de su agarre - Pero... sopa de miso y un rábano encurtido no estaría mal - hablé llevándome el dedo índice a mi barbilla.

- ¿Rábanos encurtidos? ¿Por qué no tamagoyaki? - preguntó mientras caminábamos.

- Me gustan los vegetales, Kotaro-chan - dije en tono serio - y a ti también deberían gustarte... Tú sabes bien que deben formar parte de la dieta del deportista.

[Haikyuu!] ¡Solo lo llamé por su nombre!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora