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Cuando Pepper despertó esa mañana, Chris no estaba en la cama. Tampoco Steve. Ya estaba devuelta en su habitación, en ese increíble y lujoso departamento en Manhattan. Los recuerdos difusos. Si cerraba los ojos se hacían claros. Aun podía sentir las manos de Teddy sobre su piel. El empuje mecánico y demandante de Steve. Ese estrago que ambos habían provocado en su cuerpo.

Entro en la ducha, dejo el agua caer, tomo su jabón favorito y fue inevitable, sus manos poseídas por la voluntad de Steve comenzaron a recorrer su cuerpo con necesidad y lujuria. Había intentado terminar con eso. Pero era demasiado pronto. Solo había pasado un mes desde que la fue a dejar al aeropuerto. Pese a todo lo previsto. Habían sido unas increíbles vacaciones.

Durante la jornada de trabajo logró hacer unos buenos tratos, había llegado tan despejada mentalmente de su viaje; que ahora estaba acumulando como nunca comisiones y había vuelto a ser la fiera de los negocios que llegó a ser antes de conocer a Jamie. Ahora sus compañeros la observaban pasar y como se movía entre la gente. Pero lo mejor era cuando se instalaba los manos libres y comenzaba a negociar. Peppermint, llegaba a brillar con esa insana seguridad como un tigre blanco, moviéndose con elegancia. Acechando a sus presas.

En su trabajo ahora de nuevo estaba segura. Y se podía desconectar de la realidad. Ahora Emily era parte de su inocente adolescencia.

....Si la hubieran visto. A la rubia despampanante, como se le cayo la boca, cuando Steve fue a devolver las llaves de la cabaña y Pepper estaba sentada a su lado en el carro. La morena le sonrió de costado. Verdaderamente alegre. Saludando sin recelo. A Emily le pareció que Steve se veía feliz, como en mucho tiempo no lo había visto. Luego vio cómo su marido se acercó a la chica de ojos de caramelo. Esa forma tan inusual de abrazarla. Como con una extraña y solemne ceremonia beso su frente, causándole cierto escalofrío. Con esa larga ausencia, había olvidado como Chris miraba a Pepper. Nunca antes le importo. Y lo peor, muy en el fondo de su corazón sabía, que jamás, su marido, la adoraría de esa manera.

Pero eso a Pepper ya no le importaba. Solo ponía sus sentimientos en <<mute>> para trabajar hasta el agotamiento. Al fin le pareció que estaba retomando el control de su vida.

Ni se imaginaba. Esa tarde, a la salida del trabajo. La esperaba, con un impresionante ramo de flores y una botella de champaña de las caras. Ambos regalos, muy costosos, aunque una apuesta humilde, frente a la aberración cometida.

El ascensor toco la planta y abrió sus puertas. Los ojos de Pepper se abrieron mucho y su expresión se descompuso. La morena, dio el paso para salir hacia el lobby. Respiró profundo, tras ver a Jamie. Se encaminó a la salida, no lo podía creer ¿cómo osaba a hacerle un escándalo en la recepción de la empresa en que trabajaba?

Irritada. Por sobre todo dolida. Pero con la mirada alta, se encaminó hacia las puertas de cristal. Intentando verse indiferente....

-Nena... Nena por favor- Jamie chillo aguda siguiéndola, cuando se dio cuenta que no pretendía detenerse. corrió tras ella, vistiendo de esa manera provocadora y sensual que Pepper adoraba. Si. La había querido tanto. Tanto que le destrozo el corazón. -Mi Amor ... Por favor...- logró atajarla en la vereda. Mientras la gente se movía indiferente al rededor. Casi autómata.

Jamie ya se había quebrado en lágrimas. Probablemente no estaba soportándolo. La chica de NewYork, ahora se mostraba frágil y desesperada. Busco sus ojos. Busco una esperanza.

Pepper sacudió la cabeza en negativa. Sentía el pecho apretado.-No puedes volver... Y pretender...-Suspiro sin voz. Apretó sus mandíbulas. También sus labios. Estuvo a punto de decir que ella ya no era un juguete. Pero no se dio el trabajo. Logró hacer parar un taxi y se escabuió en el con rapidez. - Todo lo que quedó de ti, está en recepción esperándote...- Le aclaró, sacando voz de no sabía dónde. Pepper intentó sonreír, mirándola por la ventana. El auto partió. Jamie se quedo estática intentando comprender. Se suponía que era Pepper la chica frágil. Y la había terminado despreciando.

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