Capítulo 1

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La brisa movía lentamente sus cabellos azabaches, haciéndola parecer la protagonista de alguna película romántica. Y si lo era, estaba esperando ser él el protagonista para que ella se lance a sus brazos en ese momento y pida que no la suelte jamás.

Lamentablemente, no lo era.

Sabía muy bien que no caminaba en dirección a él para darle el beso de su vida y terminar con un final feliz. De hecho, ni se dirigía a él de una forma directa.

Solo caminaba por aquella avenida como muchas otras personas más lo hacían. Nada especial, solo disfrutando de ese día soleado.

— Deberías dejar de ilusionarte, Adrien. — murmuró para sí, en un tono de reproche a sus pensamientos.

Él también siguió caminado. Tratando de no pensar en lo cerca que se encontraba su gran amor, “su lady” como solía decirle cuando eran una pareja. Pero fue ahí cuando pudo observar más de cerca y ver como habían cambiado algunos aspectos de ella después de que se separaron.

La veía mas madura, determinada y segura de sí misma. También la forma en la que se vestía había cambiado mucho. Ya no usaba esos típicas faldas o pantalones de colores alegres y de un tono pastel, ni sus camisas de manga corta junto con una típica chaqueta negra.

— Ahora..., parece una mujer más adulta... — susurró, divisando un poco de maquillaje en su rostro que la volvía más hermosa todavía, cuando antes era solo un brillo labial de un color claro.

Era cierto que ambos ya no eran unos adolescentes para usar ropa tan alegre y colorida, y que Marinette estaba en todo su derecho de cambiar de atuendo, pero es como si se le hubiera ido toda la alegría que transmitía en su vestuario también.

“Me gustan los colores claros.”, recordó que le dijo una vez, “No me veo usando ropa un poco más oscura y formal como si ya fuera una persona adulta cuando aún somos jóvenes.”

Jóvenes adultos pero, al fin y al cabo, jóvenes.

¿Cuándo habrá cambiado tan rápido?

— Entonces nos veremos ahí. Hasta luego. — la escuchó decir, sacándolo de sus pensamientos. —...Yo también te quiero.

¿O cuándo alguien la habrá cambiado tan rápido?

•••

No pudo dormir esa noche.

Adrien no dejó de darle vueltas al asunto de que había alguien que había cambiado la forma de expresarse, de lucir y de verse de Marinette.

“Estás alucinando. ¿A caso ella no puede simplemente cambiar porque sí?”, le había dicho su mejor amigo.

Sí, podía ser. Nino estaba en lo cierto.

Pero Adrien tenía un problema: él era terco. Demasiado terco. Así que no podía pensar en que Marinette, la chica que lo enamoró, quiso cambiar su personalidad de repente porque sí.

Algo la hizo cambiar.

Alguien la hizo cambiar.

•••

Caminando por los pasillos de la ex-empresa de su padre —y ahora suya—, se topó con la azabache. Quien, al parecer, había ido por una propuesta de trabajo de la que no estaba enterado y que, obviamente, rechazó por estar centrada en su propio comercio en ese momento.

— Lo siento. Déjame ayudarte.

— No te preocupes...

Adrien la miró a los ojos fijamente. Su mirada seguía siendo igual de hermosa y resplandeciente. Luego miró sus labios por unos segundos antes de sentir como ella hacía amague de levantarse.

Él hizo lo mismo mientras Marinette acomodaba rápidamente los papeles que habían caído de su carpeta cuando chocó contra su exnovio en aquel pasillo de las Oficinas de Agreste Company's. Le dirigió una mirada rápida y se fue, sin decir nada más.

Adrien se quedó quieto, viéndola alejarse de él. Miró los papeles que la azabache había olvidado y de los que no pudo decirle nada por su rápida huída.

— Diseños viejos, diseños viejos, facturas viejas... — decía revisando las hojas — ¡¿qué?! — exclamó sorprendido al llegar al final.

El rubio miró con detenimiento la imágen que sostenía entre sus manos. Marinette y un chico pelirrojo se encontraban en ella. Ambos sonriendo con la hermosa Torre Eiffel de fondo, dándole un toque romántico a la fotografía. Observó el escrito que se encontraba en la esquina inferior de la foto.

—  Siempre juntos... — leyó. — Y la fecha es reciente... — murmuró celoso. El rubio gruñó y alejó la imagen de su vista, recostándose sobre la fría pared que se encontraba detrás de él.— Así que es Nathanaël, ¿no...?

•••

Bro, deberías dejar de darle vueltas al asunto de que está con Nathanaël.

— Ni lo menciones, por favor. — pidió echando su cabeza hacia atrás. — Es un...-

— Lo sé, lo sé. — lo cayó Nino, rodando los ojos. — Mira, ella rehízo su vida, ¿por qué tú no lo haces también?

— Porque simplemente no puedo, Nino. — respondió revolviendo su cabello. — Sabes que lo intenté, lo sabes muy bien. — recalcó, escuchando un suspiro de parte del moreno.

Adrien no podía imaginarsela todas las mañanas despertando al lado de un nuevo hombre, no podía imaginarsela en los brazos de otra persona...

— No puedo vivir sin ella... — susurró mientras su amigo sólo le propinaba una suaves palmaditas en la espalda.

Simplemente, no podía imaginarsela con alguien más.

•••

Marinette largó un suspiro con pesadez y miró hacia su derecha, donde se encontraba Nathanaël durmiendo plácidamente.

Era la quinta noche que había aceptado dormir con él en su departamento y también era la quinta noche en la que no dejaba de pensar en su amado rubio y en el porqué aceptó tener una relación con el pelirrojo.

“Esto está mal...”, pensó para sus adentros mientras tapaba su rostro con ambas manos, “Nunca debí haber dicho que sí.”

No es que Nathanaël no supiera hacerla feliz. ¡Al contrario! Él sabía como complacerla y hacerla sentir querida. Pero nunca llegó a enamorarla a pesar de los meses que llevaban juntos.
Siempre tenía que pensar en Adrien.

Siempre, siempre, siempre.

Lo peor de todo, era que a cada momento comparaba cada acción de su actual novio con su ex. Por algo también había aceptado salir con él: Tenía un cierto parecido a Adrien en su actitud.

Era coqueto, gracioso, pervertido en ocasiones...

Y pensar que ese chico pelirrojo era antes el más tímido y asocial de la clase en la preparatoria. Sin embargo, aún conservaba su personalidad de antes.

“Pero aún así Adrien es mucho mejor.”, pensó Marinette con una mueca.

— Lo hice otra vez. — murmuró para sí, golpeándose mentalmente, cuando se dio cuenta de que había vuelto a comprarlos.

“Esto sigue sin ser sencillo.”

Perfecta - Miraculous Ladybug, Adrinette AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora