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01 de Marzo de 2017

Querido papá:

Me siento roto por dentro. Ya no se ni quien soy.
Empezaste a llamarme Diana, y como nadie me conocía era tu novia Diana.

La verdad no se porque nunca dije nada, me sentía a mil kilómetros de distancia cuando lo hacían, sólo una sonrisa cortes allí y un apretón de manos allá y era libre de desaparecer en mis pensamientos.

Recuerdo muy bien cuando ese sujeto de ojos color chocolate me miraba, y me desnudaba con su mirada. Era repugnante pero me lo callaba porque te enojarias.

Pero todo cambio cuando tu amigo me violo en nuestra casa; fue un día cuando toco a la puerta y no te encontrabas y entro empujando la entrada, me tomó y me sodomizó sobre el linóleo de la sala mientras derramaba lágrimas saladas.

Cuando llegaste viste la escena pero no te importo y no viniste a ver como me encontraba sino hasta que el se fue. Ahí llegaste con tus aires arrogantes y me gritaste tacos hasta que se te seco la garganta y mientras me golpeabas con el látigo de ortiga la espalda.

Y no te importaba porque pensabas que yo era una fursia, un puto que sedujo a tu amigo y te traicione. Estabas ciego de celos.

Esa noche llore hasta que sentí haber expulsado el mar en los ojos y de nuevo dormí sobre el frío suelo.

Tu hijo, Marcus

Las letras de papáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora