Ayudando a la niña buena

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Roman le dejó intimidad para que se pusiera las horrendas mallas cortas del hospital, para andar sobre el suelo gomoso y mejorar el progreso de sus heridas. Tenía una minúscula cicatriz donde el menisco fue reparado, y al vérsela, Roman se agachó sorprendido.

Roman: Creo que nunca te lo dije pero... lo lamento. Iba encabronado por la carretera, tal y como voy por mi vida. No me dio tiempo a frenar.

Bayley: Pensé que no ibas a decírmelo nunca —sonrió, algo avergonzada de que un hombre tan grande la viera así. No había reparado en ello antes, porque con Dean y Styles tenía más confianza, eran amigos de la adolescencia.

Reigns subió la mano hasta la cara interna de su rodilla y apretó ligeramente. Palpó el hueso de su rótula con mimo, mirando si le daba alguna molestia. Tenía unas piernas bonitas, estilizadas. Nunca se veían demasiado cuando las luchadoras usaban mallas chillonas que las tapaban por completo.

Bayley: No creo que debas irte —dijo en un segundo, mirando atenta el masaje que daba en su pierna. Caminó apoyando el pie de a poco, con el maldito aparato que la obligaba a hacerlo recto. Era lo más doloroso que le habían puesto.

Roman: No tenemos que hablar de eso —ofrecía el antebrazo mientras andaba con ella. Notaba su cojera con esa plantilla.

Bayley: Si no hablas de eso con nadie vas a irte con una idea muy equivocada —Roman suspiró, aparentemente molesto de que la más joven siguiera insistiendo. Bayley alzó la cabeza hacia él— estoy como tú, he tenido auténticas discusiones con Stephanie por no darme una buena oportunidad. No puede decirse lo mismo de ti, desde que llegaste lo has tenido todo.

Roman: Tuve tiempo de hacer migas con los McMahon cuando me sacaron de mi territorio de desarrollo. Pero empezaron a decirme cómo actuar y qué decir delante de un micro... craso error. Charlotte muestra su personalidad auténtica en el micro y los pondrá a todos cachondos, pero yo no provoco el mismo efecto. Las promociones son una pérdida de tiempo, al final lo que la gente quiere ver son peleas.

Bayley: ¿Y por eso alejas a la gente de ti? Tienes una cara de agrio... —arqueó sus cejas y Reigns chasqueó la lengua.

Roman: No es asunto tuyo. Pero tranquila, no tengo nada contra ti.

Bayley: ¿Ves? Menudo borde —le dio en el brazo, resoplando al molestarle la plantilla y tomó asiento— Yo tengo más derecho que tú a mirar con esa cara de sieso, me tiraste tu moto encima —exageró haciéndole sonreír.


Al final, con el paso de la noche, ni Roman ni Bayley se dieron cuenta de que llevaban dos horas en aquel restaurante cerrado. El dolor de Bayley se incrementó tanto que tuvieron que parar. Roman miró el reloj.


Bayley: Siempre lo estás mirando, ¿no? ¿tienes algo que hacer?

Roman: Espero un mensaje.

Bayley: Llevamos mucho aquí, siento haber abusado de tu tiempo.

Roman: ¿Te quieres callar y dejar de ser tan políticamente correcta?

Bayley: No hasta que tú dejes de ser un carcamal antisocial de treinta años.

Roman: ¿Cómo, qué has dicho? —se separó de la pared y se acercó a ella, imponente. Su corpulento y trabajado cuerpo se sobrepuso enseguida al de la mujer, haciendo a la luchadora cambiar de expresión rápido.

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