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《Ala 3-0-9, ala 3-0-9》fue lo primero que oyó. Intentó levantarse, pero sus músculos no respondieron. Le dolía todo el cuerpo y la cabeza le daba vueltas, lo que le impedía pensar con claridad. Intentó pronunciar algo, pero el propio sonido de su voz le sobresaltó. Recordó su nombre: Nero. Trató de moverse de nuevo. Se sacudió hasta darse cuenta de que algo no marchaba bien. Sus sentidos empezaba a funcionar con claridad y pudo ver que se encontraba metido en una especie de cápsula individual cerrada mediante un cristal curvo en la parte delantera.
-Decompressing- sonó una voz electrónica en el exterior. Los oídos comenzaron a dolerle.
-Unblocking- los grilletes que le sujetaban se aflojaron y le soltaron. Se frotó las doloridas muñecas y se observó en el el cristal. Por los datos que podía extraer de algo tan simple como un reflejo, deducía que el hombre que veía ahí tendría unos veinticinco años, llevaba el pelo rojizo lacio, por encima de los hombros, pero no corto. No abultaba más de un metro setenta y cinco u ochenta y tenía un tatuaje similar a unos cables, o quizás ramas de un árbol desde la espalda hasta la mano derecha.
Se incorporó, golpeándose con el bajo techo de la cápsula. De pronto, sintió un agudo dolor en la espalda y prefirió quedarse tumbado.<¿tendré que quedarme aquí mucho más?> pensó. No tuvo que esperar por la respuesta, ya que con un -Opening gates- la campaña de cristal se deslizó silenciosamente hasta arriba. Salió de la cápsula para encontrarse con un tipo vestido de rojo oscuro con una máscara y una banda en el brazo. El símbolo que había en la banda era una calavera con rayos saliendo por los ojos y la boca. Sin saber por qué motivo, y pese a que el hombre llevaba una Walther-P99 colgada del cinturón, Nero no pudo resistirse a pegarle un puñetazo en la mandíbula que lo dejó sin  sentido.
                                                                                         ***
No creía que pudiera pasarle nada en su escondite. Siempre había sido su refugio, y posiblemente, según ella pensaba, siempre lo sería. Claro, que no contó con los bulldozer. En menos de media hora desde que se enteraron de su localización, los jefazos de la UGE (Unión General de Estados, para Elma Unión de Gilipollas Excelentes), habían movilizado unos veinte de esos monstruos se metal que ahora daban vueltas en el terreno cercano a la casa de Elma. Ella había huido a su refugio secreto, pero en aquellos momentos se arrepentía profundamente de no haber hecho una puerta trasera, ya que unas tropas de asalto trataban de tirar abajo la puerta blindada. Elma sabía que nadie acudiría en su ayuda, y que era solo cuestión de tiempo que los soldados rompieran los goznes de la puerta. Pues, solo la quedaba morir de inanición, esperar a que la puerta volase por los aires o abrirla ella       misma y entregarse.
Estaba empezando a acostumbrarse a los golpes del ariete contra la puerta cuando escuchó otros golpes, bastante menos sonoros. No creía que los soldados se peleasen entre ellos, así que se asomó con cuidado al ventanuco y lo que vio la dejó pasmada. Un tipo no muy alto, con el pelo rojizo lacio y con un tatuaje en forma de cables (o quizás ramas) en el brazo derecho, se estaba ventilando uno a uno a los soldados, de forma tan sigilosa que no se daban cuenta hasta que ya estaban noqueados. De un golpe de su brazo derecho, la puerta blindada voló por los aires. Elma se pegó a la pared, pero el desconocido ya la había visto.
-N-no me hagas daño, no he hecho nada-.
-Sí no has hecho nada, ¿por qué he venido a buscarte?-.Rió el hombre.
-No lo sé-hacerse la mosquita muerta estaba dando resultado. El tipo raro ya no la miraba. Cogió el walkie de uno de los soldados y lo lanzó a la cabeza del desconocido con tremenda puntería. El hombre se desplomó, inconsciente, boca arriba. Elma vio una pequeña placa de identificación saliendo de su bolsillo y no pudo resistirse a sacarla. Sólo ponía un nombre: Davis Nero A-5.
-Buenas noches, Nero-.dijo, y acto seguido volvió a golpearle con el walkie, que ya había perdido varias piezas.

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