El cuerpo de Cinco estaba tirado en el suelo, entre una enorme roca y un par de arboluchos deshojados. Había una bala insertada en su muslo, y del paso de la otra por allí solo se podía percibir la marca de un choque sobre la corteza de los árboles. Ira agarró al desertor de los hombros, lo levantó a lo largo de sus impresionantes dos metros de altura y lo zarandeó, con los pies separados en más de treinta centímetros del suelo
-¿Y qué hacemos con él, Boss?-
-Ey, Irene, déjalo estar- Lao se acercó cautelosamente, echando miradas nerviosas no tanto al hombre que se balanceaba enfrente de su cara sin pinta de estar pasándolo bien sino, más bien, a la mano del tamaño de su cabeza que lo sujetaba -si te lo cargas no sé cómo piensa Nero interrogarle- dijo esto último tratando de componer una sonrisa creíble, pero no le salió muy bien -además, creo que también nos debe explicaciones a nosotros.-
-Cierto- Doug intervino en la conversación, salido de la nada
-deberías soltarle, o lo matarás a base de estrujarle capilares- soltó una risotada con su rota voz de tenor.
-anda, Ira, vamos a llevarlo al campamento-
-Vaya, ahora el señor veterano también se vuelve en mi contra- puso los brazos en jarras, fingiendo enfado -¿Qué será lo próximo, el presidente de los Estados Unidos?-
-Vamos, Ira, que como te dejemos mucho con él lo matas, pero de miedo cuando despierte, al ver tu cara- Lao comenzó a correr mientras Ira se debatía entre soltar a Cinco y darle una paliza a Lao o seguir con lo que estaba. Obviamente, eligió apalearle
-¡VEN AQUÍ, CACHO CABRÓN!- gritó, a la par que tiraba de mala manera a cinco al suelo, con la suerte de que Doug lo agarró al segundo bote.El interrogatorio comenzó. Colocaron el asiento del interrogado sobre una piedra, y el resto de la sala fue improvisada gracias a un enorme sauce llorón que hacía las veces de paredes. Aún con Lao gritando de fondo como mi abuela cuando ve una lagartija y comentarios al margen cortesía de Irene (cosas como "TE MATARÉ" o "COMO TE COJA, CAPULLO...") pudieron sonsacarle información hasta la saciedad a Cinco. Claro, que tampoco él tenía mucha.
***
-Era otoño. Otoño del 2135 o así. Estábamos todos en aquella furgoneta destartalada, traqueteando camino de ninguna parte. Éramos un jodido experimento. Como otro cualquiera. Pero en vez de ratas, ellos necesitaban humanos. Fuimos veinte. Volvimos tres.- el rostro de Nero se ensombreció mientras hablaba -Hombres y mujeres con sueños. Sueños que nunca se cumplieron. Muchos iban por propia voluntad, otros eran prisioneros de la guerra por el petróleo o marginados sociales que podrían haber acabado allí o drogados en cualquier esquina putrefacta, esperando a que los drones bombardeasen su ciudad también. Pero todos estábamos en esa furgoneta porque creíamos en algo. Yo creía que podíamos llegar a algo con ese experimento. Nadie dio muchos datos sobre a lo que nos tendríamos que someter, ni en los días anteriores ni en los consecutivos, y lo que apenas sabíamos era lo que nos habían contado en el viaje. Nos mejorarían. Nos harían superiores a los demás. En los pasillos del centro al que llegamos pude adivinar muchas cosas. Éramos la última esperanza de la Unión General de Estados. Un as en la manga que, si no se caía bajo la mesa, haría que las tornas cambiasen para la Unión. Podíamos acabar la guerra. Recuperar el territorio perdido de Afganistán, y muchos otros en el norte de África, ricos en petróleo. Entonces, a las dos semanas de estar sometidos a rigurosa dieta y con revisiones médicas prácticamente a diario, todo acabó. O más bien empezó. Comenzaron a llamarnos para la mejora física y genética. Nadie salía de la sala de radiación. Pero entonces, él lo consiguió. No sabía muy bien cómo se llamaba, aunque luego llegó a ser mi mejor amigo. No hablaba mucho y parecía peligroso. Era Nova- sonrió -¿le recuerdas?- Elma asintió. Por supuesto que recordaba a Nova. Ella era una de las pocas personas que le había visto sonreír. -tras él, sólo quedábamos nosotros dos. El experimento funcionó bien con nosotros también, ya que sabían cómo debían hacerlo. Tuvimos suerte de ser los últimos, supongo. Nos dieron unas chapa de identificación que me hicieron sospechar. Eran extrañas, pues sólo nosotros sobrevivimos al experimento y, sin embargo, los números de cada uno no eran consecutivos. Yo era A-5, pero Nova era A-2 y tú...- se detuvo, como analizando sus siguientes palabras
-No hace falta que me lo digas- Elma intervino -llevo esta chapa al cuello desde que recuerdo- tiró de ella para mostrársela a Nero
-Increíble- dijo él
