26. Dejarla ir

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Narra Alex


Estaciono mi deportivo frente a uno de mis bares favoritos, incluso antes de salir de él puedo escuchar la música a la perfección. Avanzo caminando hasta la entrada y solo tengo que mirar al guardia para que me deje pasar, muchas personas se encuentran dispersas por todo el lugar, hay una pista en el centro y una gran y linda barra al costado que es a donde me dirijo en este momento. Me topo con una barrera humana que se mueve al compás de la música, la mayoría de las mujeres usa una bufanda por falda y tacones tan altos y delgados que podrían servir como armas mortales, logro llegar a la barra, puedo sentir varias miradas sobre mi pero las ignoro, me siento en uno de los taburetes y le hago una seña al cantinero para que me atienda.



—Poco me importa lo que contenga el vaso, quiero algo que me haga olvidar hasta mi nombre.—Digo con firmeza y él sonríe.


—Sabes, llevo aquí lo suficiente como para decirte que ésta no es la forma.—Levanto la cabeza para poder verlo mejor, es un castaño de ojos verdes, un poco más oscuros que los mios, descubro un arito en el bode de su labio inferior, sus brazos cubiertos por tatuajes de colores.


—¿Acaso pedí tu opinión?—Hablo con la mandíbula apretada.



—Tranquilo viejo, yo solo te advertí.—Para mi suerte alza las manos y se va. Suspiro frustrado y volteo a ver la pista de baile, alguien toca mi hombro y cuando giro es el mismo chico que me mira con un vaso en la mano. Apenas lo apoya en la mesa lo tomo sin dudar, el liquido transparente traza un camino de fuego hasta llegar a mi estómago, una y otra vez, llevo el vaso a mis labios e inclino mi cabeza hacia atrás hasta dejar el vaso vacío.


Luego de un par de horas comienzo a sentirme mareado, todavía me queda un poco de auto control como para saber que debo parar, pero el rostro de Sam no quiere salir de mi cabeza, ver como el imbécil de Connor la besó y ella no hizo nada, ni siquiera intentó apartarlo.


Dejo unos cuantos billetes en la mesa y comienzo a caminar hacia la salida, ya estoy harto de este lugar, logro llegar al estacionamiento pero no soy capaz de encender al auto, estoy tan mareado que simplemente cierro los ojos y me duermo. Los primeros rayos de sol hacen que mis ojos piquen, mi cabeza palpita y siento la boca arenosa y seca, miro a mi alrededor y los recuerdos de la noche anterior llegan como un balde de agua helada, logro encender el motor y en unos minutos llego a casa. Me mantengo quieto unos segundos mirando al frente, mi mente divaga hasta volver con quien me ha atormentado desde pequeño y es ahí cuando considero que ya es hora de ir a la cama.


Entro a la casa por la puerta trasera, deseando que no haya nadie despierto atravieso la cocina y la sala hasta llegar a las escaleras, subo despreocupado, la gran y gruesa alfombra que las cubre absorbe el sonido de mis pisadas, se los juro, ésta alfombra me ha salvado más veces de las que se pueden imaginar, avanzo despacio por el pasillo hasta llegar a mi habitación, cierro la puerta lentamente y me giro mirando todo, la cama está tendida y las luces apagadas, todo está en su lugar, exactamente como lo dejé pero, por alguna razón, se siente más vacío que antes. Dejo caer mi cuerpo sobre la cama y suspiro mirando el techo.


—¿Enserio quiero dejarla ir?.—Susurro antes de quedarme dormido.

Desde Mi BalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora