Este es el segundo libro de la saga "Los Pasajes de Olinus", una odisea a través del tiempo y el espacio para desvelar algunas de las preguntas más angustiosas del Hombre. Algunos personajes del volumen I, "La Sacerdotisa", se aliarán con nuevos act...
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El aedo suspiró tras su venerable barba blanca, pulsó la cuerda más aguda de su cítara y terminó:
-Y así fueron los acontecimientos que dieron origen a nuestra sagrada ciudad. Muchos sabéis cómo murió Segeo en una de las muchas acometidas de Zagro contra las Puertas de la Libertad, traicionado por Ercilas, pero eso ya es otra historia. Hemos cantado al héroe de Segea, al pie de su altar y de su tumba, y por hoy basta.
El variado público que había asistido, absorto, al recitado de las antiguas hazañas, despertó como de un sueño y comenzó a dispersarse en la clara mañana: un saltimbanqui de una farándula que actuaba en la ciudad se fue con la lección actoral bien aprendida; el soldado que custodiaba el altar del héroe, que ocupaba el centro de la plaza principal de Segea, se colocó en posición de vigilancia; algunas amas de casa volvieron charlando animadamente a sus labores mientras los niños se fueron saltando alegres a los espacios de sus juegos. Una joven bonita y vivaracha, de ojos vivaces y rubios cabellos tocados por una extraña especie de diadema, se dirigió a un muchacho de unos dieciocho años que ya se retiraba.
-Oye, espera...tú no eres de Segea ¿verdad?
-No -contestó el chico, algo sorprendido.
-¿Puedo preguntarte cómo te llamas? –inquirió de nuevo la chiquilla.
-Arián –contestó el chico, algo extrañado por el interés de la muchacha hacia él.
-No pareces muy hablador –exclamó la joven, sonriendo-. Yo me llamo Hermíona.
-Está bien, Hermíona –repuso Arián algo azorado, pues siempre había sido algo tímido con las chicas-. El caso es que me he entretenido bastante con las historias del anciano y se me ha hecho tarde. Tengo que irme ya...
-¿Adónde vas? –insistió la joven preguntona-. ¿Te espera alguien en la ciudad?
-Me espera mi padre –declaró el chico bajando los hombros, resignado y vencido por la terca jovencita -. Es un comerciante de Doduna y estamos aquí vendiendo género. Pero ¿por qué te interesas tanto por mí? Eres bastante curiosilla...
-¡Jajaja! –rio Hermíona de buena gana dejando ver sus dientes perfectos-. Quizá no debería decírtelo pero lo que sucede es que tienes algo... especial.
-¿Especial? ¿En qué sentido? –se extrañó aún más Arián.
-Bueno, la verdad es que mi sonda...no...no ha funcionado contigo...-declaró, confusa por primera vez, Hermíona.
El gesto de incomprensión de Arián provocó la explicación de la joven, que continuó hablando:
-Verás...estudio control mental con el Sumo Sacerdote Aquirón. Pero he intentado sondear tu mente...sólo como ejercicio ¿vale?... y me he encontrado con una especie de muro...
-¿Que has intentado manipular mis pensamientos? –se indignó el joven, sin llegar a creérselo completamente- ¡Eres una chiquilla malcriada y curiosa!