Capítulo 8.

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Dereck estaba ahí, de pie junto a mí a punto de entrar a casa. Esto sólo significaba problemas gigantescos con mis padres.

— ¿Qué haces aquí.?

—Me quedé preocupado por ti, no quería que tuvieras problemas con tus padres.

—Te dije que estaría bien, si mis padres te ven aquí tendré más problemas.

—Entonces ¿qué hago?

—Será mejor que te vayas. Mañana nos veremos.

—No quiero dejarte aquí sola.

—Estaré bien. Mañana nos veremos en el mismo lugar de siempre.

Dereck insistía en quedarse, sin embargo le convencí para que se marchara. Entré a casa con temor a lo que pudieran decir mis padres, me disponía a subir hacia mi habitación cuando fui interceptada por papá. Se veía muy furioso, nunca lo había visto así; me tomó del brazo y me llevó a mi habitación. Me empujó hasta que caí de bruces en la cama, y después salió dando un fuerte portazo. A los pocos segundos escuché el sonido de unas llaves, lo que indicaba que estaría encerrada aquí por unos días.

Esa noche lloré desconsoladamente. Pero no lo hacía sola, el fuerte torrencial de afuera me acompañaba. Lloré hasta quedarme dormida.

Cuando desperté, me sentía agotada física y mentalmente. Había llorado tanto y por tantas cosas. Mario Benedetti tenía razón, anoche yo descargué el peso de tantas cosas que tenía acumuladas, fue mi propio desbordamiento; lo que más me pesaba era que no podría ver a Dereck el día de hoy.

Me levanté de mi cama y me di una ducha muy placentera, luego me puse un vestido cómodo, mi estómago ya me estaba reclamando alimento pero no podía hacer nada. La puerta estaba enllavada, y si mi madre decidía que me castigarían de esa forma, tendría que soportarlo.

Paseaba de un lado a otro desesperada. Había pasado mucho tiempo desde la hora que desperté y el sol empezaba a ocultarse nuevamente, los treinta minutos de descanso habituales habían terminado.

El ruido en la ventana de mi balcón me sobresaltó. Caminé hacia allí y pude divisar la silueta de Dereck.

— ¿Qué haces aquí.?

—Me preocupé mucho porque no llegaste hoy a nuestro lugar.

—Mis padres me han dejado encerrada en mi habitación. No puedo salir.

—Entonces yo subiré.

—¡No! Estás loco. Si te descubren, nos matarán a ambos.

—Correré ese riesgo. Quiero estar contigo, me haces mucha falta.

Dereck subió muy ágilmente a mi balcón, una vez que estuvo a salvo, le abracé fuertemente. Lo había extrañado mucho, tanto, que en ese abrazo sentí como todas las piezas que se habían desarmado anoche, volvían a unirse.

—Estás muy pálida.

—Debe ser porque no he comido en todo el día.

— ¿¡Pero qué dices!? Necesitas comer algo, ¿qué clase de padres encerrarían así a su hija?

—Al parecer, los míos.

—Debes salir de aquí. Escapa conmigo.

En ese momento, la puerta de mi habitación se abrió de repente, mamá y papá estaban de pie ante mí. Sus semblantes eran serios, no había ninguna mueca en ellos. Miré a Dereck horrorizada.

— ¿Qué sucede?  ¿Por qué estás así?

—Mis padres.  —susurré.

—Nova, no hay nadie.

—Claro que sí, están ahí Dereck. En la puerta.

—Te digo que no hay nadie, estrella.

Dereck me miraba confundido. Yo no entendía por qué él no los veía. Pero no hubo mucho tiempo para cuestionarme eso. En un instante todo se volvió negro y caí inerte al frío suelo de mi habitación.

Con el miedo de lo que mis padres pudieran hacer con Dereck...

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