Capítulo 2.

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Era Martes. Y como siempre, me esperaba una secuencia de actividades que ya sabía de memoria.

Me di una ducha rápida y bajé a desayunar con mis ausentes padres en un total silencio. Luego volví a subir a mi habitación para tomar lo que necesitaría en las próximas horas. Cuando llegaron mis treinta minutos de descanso, decidí ir a la Biblioteca de mi padre a buscar un libro interesante, en esta semana había llevado libros nuevos y pensé que podría encontrar algo que llamara mi atención. Rebusqué entre las estanterías hasta que encontré un libro escondido entre tantos otros . El título no me sugería mucho, pero aún así había algo en él que me atrapaba, por lo que me dispuse a leerlo.

La novela iba de una joven que encontraba el amor después de haber pasado mucho tiempo encerrada en una torre. Lo curioso, era que no se enamoró de quien la rescató, sino, justamente de quien la tenía cautiva. Era una total ironía, pero la chica narraba que su corazón no pudo elegir de quién enamorarse, y aunque sabía que era una locura y más que eso, un suicido, le entregó su alma a su antiguo captor, con la esperanza de que esta vez no la oprimiera más, y que juntos fueran libres.

No pude saber qué pasaba luego, porque papá llegó anunciando que mi profesora de Ballet estaba esperando. Me prometí a mí misma, que al día siguiente continuaría la historia.

Durante la clase, fallé varias veces. La maestra se molestó mucho pero fue algo a lo que no le di mucha importancia. Mi mente se encontraba pensando en la historia que recién acababa de leer. La lectura, era mi escape. Era como un túnel en medio de la realidad asfixiante que me encontraba. Y la ironía de esa historia, había logrado cautivarme. Con papá leía libros de historia, filosofía, sociología y en ocasiones algo de poesía. No era común que él conservara novelas en donde la temática estuviera ligada al amor de dos personajes con finales felices. Por eso me sorprendía que aquel libro estuviera entre sus estantes, lo que me llevó a pensar que quizás esa novela no tuviera uno de esa manera.

Después de treinta minutos de constantes fallos, la maestra dijo que no le estaba prestando la debida atención, y que eso le parecía una falta de respeto hacia ella y hacia el arte del ballet por lo que se retiró diciendo que esperaba mañana, me conectara con su clase a como era debido.

Como sólo faltaban diez minutos para la cena, fui a mi habitación para cambiarme de ropa. Mientras lo hacía, la incertidumbre de saber qué sucedía luego con la protagonista del libro, me estaba carcomiendo. Después de cenar, fui con papá directo a su biblioteca, él se sentó en el enorme sillón de cuero y yo en un sofá justo enfrente de donde se encontraba él. Esa noche tocaba leer poesía, y el elegido fue Gustavo Adolfo Bécquer.

No era la primera vez que leíamos algo de él, era uno de mis escritores preferidos. Pero en esta ocasión, sentí algo diferente al escuchar aquellas rimas, era una sensación extraña, muy parecida a la que experimenté aquel dieciocho de febrero en mi cumpleaños número diez.

Cuando me sentí libre por primera y única vez.

Papá empezó a hablar...

"Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor."

Mientras él recitaba con su imponente voz una de las tantas rimas del poeta, yo estaba extasiada de una nueva manera, de una manera que me hacía sentir vibraciones por todo mi cuerpo. Que me hacía desear tener a alguien que me dijera ese tipo de cosas, a alguien que me enseñara el amor del que se hablaba en esas líneas.

Mi Utopía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora