CAPITULO 6

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Al final, mi autorretrato fue desastroso, patético, porque no fue el verdadero. Escribí algo así nomás en el auto, a la mañana, cuando mamá me llevaba al colegio. Una porquería y además tuve que leerlo delante de mis compañeros. Vamos a ir leyéndolos de a poco. Y justo la primera tuve que ser yo. Ni mis compañeros ni la profesora se dieron cuenta de la estupidez que estaban escuchando. Si ni me conocen, cualquier cosa que diga de mí misma se la pueden creer. No me animé a leer el verdadero. Tampoco sabe mi profesora que por su pedido me he puesto a escribir de mí, sin saber por qué. Sé que las chicas escriben un diario, o escribían. Diario, algunas; otras, agenda. Pero a mí nunca me interesó y ahora no puedo parar. Igual, escribir me gusta desde siempre. Por eso no me costó inventar el autorretrato.

Los otros que leyeron dijeron: "Soy de tal o cual equipo, me gusta tal o cual cosa. Me veo de tal o cual manera. Pienso que..., etc., etc.". Así. Creo que nadie escribió de sí mismo con absoluta sinceridad. Nadie. Excepto Rose, hablar de ella, de lo que piensa y siente no le da nada de vergüenza. A veces me pregunto cómo siendo tan distintas podemos ser tan amigas. Creo que es porque ella me acepta como soy y lo mismo hago con ella. Cosa que no me pasa con demasiada gente. Ella ve cosas en mí que yo no veo. Siempre me dice que valgo mucho, que tengo mucho para dar. A Rose la conocí en el jardín. En un acto. De eso me acuerdo bien, hay otras cosas de las que ni me acuerdo. Estábamos en un acto de jardín, en el escenario, y yo, que no había querido actuar, corría el telón para acá y para allá. Rosario, que siempre quería actuar, era en ese caso la protagonista de la historia. Parada ahí en el medio, toda emperifollada y pintada y con los bucles castaños cayéndole sobre la cara. Tenía que decir unas palabras. Poquitas y ahí terminaba y yo corría el telón. Y aplausos. Pero Rosario se quedó dura, porque se olvidó de la letra. Con los brazos pegados al cuerpo. Desde la parte de atrás del escenario se le veía el puchero. Yo ni me acuerdo cómo fue que se me ocurrió y le empecé a soplar. Y ella dio vuelta la cara para atrás y me miró con los ojos llenos de lágrimas. Y empezó a repetir lo que yo decía y al final se acordó y terminó ella sola. Y yo por lo bajo seguía diciendo la letra como para ayudarla.

Desde el acto que somos amigas.

Rafaela (NCT DREAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora