8. The Arrival

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Él ha aparecido. Lo tengo delante de mis narices, y es aterrador. Viste un elegante traje negro, aparentando una inquietante formalidad. Su gran altura me impide distinguir los rasgos faciales, pero el aura que desprende no deja lugar a dudas sobre su identidad.

Tengo miedo, no sé como reaccionar ante su presencia. No se me ocurre nada que decir, y Él también está en silencio, observándome.

Oigo de pronto un grito detrás de mí. Me giro, aturdida, y contemplo con horror que la niña que he visto antes se ha apuñalado ella misma y está escribiendo algo en la pared con su sangre. Casi sin fuerzas, es capaz de completar una frase antes de que su cuerpo sin vida se desplome contra el suelo: «Go to the Tower ↑».

Alzo la vista en el sentido que me indica la flecha, y veo en la montaña una vieja torre de comunicaciones. Sin dudar ni un momento, compruebo que Él sigue en el mismo sitio y presa del pánico comienzo a correr en dirección a la torre.

No me sigue, intento hacerme sitio por el barro cuando veo a lo lejos que el camino se bifurca. Busco rápidamente alguna señal que me indique qué dirección tomar, desviando la vista del suelo.

De repente, escuchó un sonido suave, pero aterrador, y todo comienza a arder, la luz me ciega. Él aparece de pronto ante mí, y puedo apreciar de una vez su aspecto. No es humano. Es increíblemente alto y delgado, y no tiene cara, su rostro es un lienzo totalmente blanco, a juego con sus manos.

Me quedó paralizada del terror que me produce tenerle tan cerca, empiezo a arrepentirme de haber llegado hasta aquí. Antes de poder reaccionar, comienza a hablar en mi cabeza:
«Martha, me estabas buscando, y aquí me tienes. Vamos, mátame, intenta vencerme. Yo también quiero morir, como tú, pero la muerte es un privilegio que está lejos de mi alcance. Los mortales dedican su corta existencia a encontrar la vida eterna. Hacen lo que sea por esquivar la muerte los muy estúpidos, y ahí radica mi poder. Mis capacidades son inútiles ante un mortal, pero tengo lo que ellos saben que jamás lograrán, la vida eterna. ¿Comprendes? Tengo ganado su miedo y respeto de antemano. Pero eso no me sirve de nada, el poder absoluto sin nadie capaz de derrotarte termina aburriendo con el paso del tiempo. Por eso quiero crear un nuevo mundo donde todos seamos inmortales, para dejar de ser diferente. Esa es la auténtica razón, Martha, lo que os cuento a las proxys no es más que un farol para hincharos el ego y las ansias de poder. Solo quiero sentirme normal. Pero tú de alguna forma has logrado llegar más lejos de lo que ninguna rebelde lo había hecho. Por eso te he traído hasta aquí, para poder hablar frente a frente contigo. Eres poderosa, tienes algo especial que no logro comprender. Únete a mí, sé mi mano derecha. Juntos lograremos todo aquello que nos propongamos».

Termina de hablar y vuelve el silencio, le doy vueltas a sus palabras. Me ofrece el poder tras una batalla ganada de antemano, ser alguien importante, que mi voluntad sea la ley de un nuevo mundo. Es demasiado perfecto, no puedo rechazar la oferta.

Pero recuerdo a mi madre, a mi novio, a toda la gente que he matado por seguir a Él, aquel perrito inocente que lancé por el puente, la niña del bosque que se suicidó para ayudarme. El fin no justifica los medios, no puedo alcanzar el poder de esta forma.

Muy asustada, hago servir todo el valor que queda en mí y le respondo:
«No. Tú no mereces el poder. Eres un ser despreciable, nos robas el derecho a morir para que le quitemos a la gente el derecho a vivir. Eres un loco egoísta, intentas conseguir la aceptación de la sociedad a base de asesinarla, no mereces nada más que oscuridad. No voy a colaborar contigo, dedicaré mi eterna existencia a lograr la forma de destruirte».

—Una lástima Martha —dice Él al instante—, pero siento decirte que no eres del todo inmortal.

Esa declaración me deja descolocada, como si una pistola invisible hubiera disparado una bala sobre mi cuerpo. Comienzo a correr esquivando la luz del fuego, necesito llegar a la torre antes de que me atrape. Él no me sigue, poco a poco voy ampliando mi distancia, pero de repente aparece ante mí y todo se vuelve negro.

Recupero la consciencia y me veo sola, rodeada por completo de fuego y completamente cegada por su luz, cada vez siento más calor, las llamas se acercan a mí.

Oigo su voz, habla tan rápido que no puedo entender más que algunas palabras como «muerte», «purgatorio» o «nuevo mundo».

El fuego alcanza mis piernas, y siento un dolor horrible, empiezo a toser por el humo, me cuesta respirar, siento que mis pulmones van a estallar, mi corazón sufre la falta de oxígeno, comienza a latir de forma brusca. Las llamas llegan a mi pelo y mi cabeza, los ojos se me secan y empiezan a consumirse entre mis gritos de dolor.

«Lo siento», es lo último que pienso antes de desplomarme sin vida.

Huye de mí, soy una proxyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora