5. Una misión

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—Verás Martha —comenzó a hablar—, las proxys no solemos tener contacto entre nosotras, pero tú estás resultando especialmente problemática, y Él nos ha mandado a advertirte. 

—¿Él? —la interrumpo—, ¿el monstruo que me controla?

Las dos extrañas se miran como si acabara de decir una imprudencia.

—Que sea la última vez que insultas a Él, es más, tienes prohibido dirigirte de otra forma al supremo —dice la más joven enfadada—.

Recibo de pronto una descarga eléctrica, supongo que Él ha notado mi atrevimiento.

—Decidme de una vez qué es lo que soy y que me pasa —empiezo a perder los nervios—.

—Antes nos presentaremos —comentó la mayor—, yo soy Lauren y ella es Kate. Ahora escucha atenta lo que te voy a contar:

«Martha, has tenido el honor de ser reclutada por el todopoderoso Supremo. Su nombre no te incumbe, y como ya sabes, se hace llamar simplemente Él. Nuestra misión es muy sencilla, matar a sus enemigos y a los que se opongan a nosotras.

Digo nosotras porque en nuestro equipo no hay chicos, ellos son a los que debemos borrar del mapa. El mundo no progresará hasta que hayamos eliminado a todos los niños y hombres de este planeta. Por su lado, Él seguirá buscando chicas con altas capacidades para sus intereses. Las convertirá en proxys y se unirán a nuestra causa.

Una vez muertos todos los hombres, será cuestión de tiempo que las niñas y mujeres inútiles fallezcan. Entonces solo quedaremos Él y las proxys, alzándose el Supremo como el dios que ya es.

Tu misión es muy sencilla, por las noches irás por las casas matando de la manera más cruel que puedas a todos los chicos con los que te encuentres.»

Lauren terminó de hablar y me surgió una duda:

—Pero, ¿qué gano yo con todo esto?

—Estúpida inútil —me gritó Kate—, ¿acaso ganaste algo por respirar durante el tiempo que estuviste viva? Nosotras matamos, y punto.

—Me niego —no pude contenerme más—.

De repente, siento que todos los huesos de mi cuerpo se fracturan a la vez. El dolor es insoportable, grito con todas mis fuerzas. Desde el suelo observo que Lauren y Kate se ríen a carcajadas y comprendo de una vez lo que pasa.

—De acuerdo, cumpliré con la misión.

Al terminar de decir mis palabras, las dos proxys se marchan sin despedirse siquiera.

Son las doce de la noche, voy a ponerme en marcha.

Huye de mí, soy una proxyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora