Como una madre.

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Vegetta estaba tendido en el sillón, mirando la hora continuamente, esperando que los minutos pasasen mucho más rápido de lo que realmente se sentía. ¿Por qué cada vez que miraba el reloj solo pasaba un minuto, y con suerte? 

Willy había salido de casa a las siete de la tarde, diciendo que iba a tomar algo con unos amigos que había hecho en el gimnasio al que ahora iban ambos, y aunque Vegetta no se había quedado para nada convencido, sobretodo cuando era su noche de películas y palomitas -tradición que nació la tercera semana que se fueron a vivir juntos-, él no dijo nada, se encerró en su habitación y empezó a avanzar vídeos para el día siguiente. ¿Qué podía decirle a Willy? No podía objetar de ninguna manera, pues dijese lo que dijese iba a sonar realmente extraño. Así que, después de estar cansado de grabar varios capítulos de "Planeta Vegetta" y algún vídeo de varias series que tenía activas en el canal, y de pensar demasiado en cómo estaría su mejor amigo y qué estaría haciendo, simplemente se fue al comedor, se sentó en el sillón y puso la película que habían quedado en ver él y el menor esa tarde. Pero ahora no estaba Willy, solo él, y se sentía verdaderamente extraño. 

Volvió a mirar el reloj y suspiró con impaciencia. Eran las doce y media de la noche y su mejor amigo seguía sin tener intención de aparecer por la puerta, ¿verdad? Y él empezaba a estar muy cansado, porque había madrugado; Samuel era estricto con su propio horario. 

Miró el móvil sin prestarle realmente atención, como pasó con la película, simplemente para hacer tiempo hasta que aquella maldita puerta emitiera un ruido que gritase algo como "¡Willy está en casa!". Aquel tonto al que llamaba mejor amigo -aunque quería llamarlo como mucho más- había dicho que estaría en casa a las once y media como mucho, ya que él también tendría que madrugar mañana, para grabar un vídeo con él, y ya era como una hora y media más tarde. 

¿Dónde se había metido? Ni siquiera sabía con quien había ido -¿amigos del gimnasio? ¿de verdad?-, y por más que le había mandado Whatsapp, y un mensaje de Twitter, Guillermo seguía sin dar señales de vida. 

Y Samuel se sentía como una madre. 

Peor que una madre, se sentía como un novio echando de menos a su pareja. 

Pero eso no era posible, pues ni eran pareja, ni podía echar de menos a Guillermo. ¡Por el amor de Dios, había estado... ¿cinco horas sin él?! No puedes extrañar a una persona en cinco horas, ¿verdad? Aunque parecían más, parecían muchas, muchas más. 

Y era extraño para Samuel, pues nunca le había pasado nada como eso. Él solía ser un chico solitario, independiente y que no solía crear lazos fuertes con la gente, por supuesto, eso cambió cuando Willy llegó a su vida, tirando paredes y muros, destrozando su simétrica y organizada vida. 

Estaba a punto de volverse loco, casi literalmente, cuando por fin escuchó pasos en el rellano, y segundos después, Guillermo intentando meter la llave en la cerradura. El mayor casi salta de su sitio a abrirle la puerta, pero tomó todo de sí mismo para contenerse y quedarse sentado en el sillón, fingiendo estar sumamente interesado en los créditos que corrían en la pantalla, pues la película había terminado hacía ya bastante rato. 

—Hey.—Saludó Willy nada más entrar, extrañado de que su compañero siguiese despierto. Samuel no contestó.—¿Qué estás haciendo?— Preguntó, dejándose caer en el sillón, suspirando de puro placer segundos después, como si estuviese realmente agotado. 

—Viendo la película que habíamos acordado ver hoy.— Su tono algo sombrío y crisposo hizo reír a Guillermo por lo bajo, a sabiendas de que Samuel estaba molesto.— ¿Y qué ha sido ese suspiro, parguela? ¿Qué has estado haciendo para estar tan cansado?— Y aunque no tenía ningún contexto sexual, Vegetta siempre terminaba mal interpretando todo, hasta sus propias palabras, aunque Willy no, pues era demasiado inocente -la mayoría del tiempo-. 

—Oh, ¿alguien me ha echado de menos?— Preguntó el menor, moviéndose un poco hasta dejar su cabeza apoyada en el regazo de Samuel, sonrojado y nervioso, aunque lo hizo de una forma tan casual que casi parecía que fuese habitual entre ellos. El mayor también se sorprendió, pero no objetó ni se alejó, entusiasmado por el pequeño gesto que Guillermo había tenido. 

—No digas tonterías, Willy. Es solo que dijiste que ibas a estar en casa hace como dos horas, ¡dos horas! Y mañana tenemos que grabar Apocalipsis Minecraft, y ya saber como te cuesta madrugar.— Farfulló. 

Guillermo era orgulloso y obstinado, así que no dijo nada, simplemente asintió y no se movió de su posición. Por el contrario, cambió de tema. 

—¿Qué tal la película?— Y sin volver a decir palabra alguna, Samuel la puso de nuevo, pues él tampoco había prestado atención alguna al argumento, y aunque era tarde y estaba cansado, quizá no era tarde para continuar su tradición de noche de películas y palomitas. Sin palomitas. 

Samuel tardó menos de diez minutos en caer completamente dormido, haciendo reír a Guillermo. Se levantó de su regazo y lo acostó plenamente en el sillón, para después ponerse él a su lado, sintiéndose sumamente extraño, como si aquel hecho fuese sumamente íntimo para ambos. Ellos habían dormido juntos antes, mayormente cuando él tenía pesadillas y Samuel venía a él para calmarlo, pero esta vez se sentía distinto. Mas sin darle demasiadas vueltas, apagó la televisión y se enredó al lado de Samuel. 

—Yo sí te he echado de menos, pringao'.— Se contestó él mismo la pregunta que Samuel había dejado en el aire.— Ha sido muy raro estar sin ti.— Susurró, para luego cerrar los ojos y dormir. Sus mejillas se sentía ardiendo, aunque la sonrisa en su rostro, podía iluminar una habitación totalmente a oscuras. 

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¡Feliz 2017! ♥

Destino. (Wigetta)Where stories live. Discover now