Día Dos: Tarde de postres.

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—¡Qué chico tan educado!–Fue lo que lograron exclamar con total gusto los padres de Judai al ver los modales del amigo de su hijo.

Todo un caballero escandinavo.

El joven se había presentado sumamente formal, y con ese tono de voz, hubiese enamorado de seguro a la hermana de Judai sí éste tuviese una.

—Gracias por invitarme a cenar, señores Yuki. La comida estuvo esplendida–Dijo el de ojos jade sin una pizca de hipocresía, ayudando a la señora Yuki a levantar sus trastos.

La mujer castaña sonrió y levantó los platos.

Mientras tanto, el padre de Judai hablaba animado con el peli verde.

El de ojos chocolate miraba todo ello con suma extrañeza.
Sus padres no solían ser así con sus amigos.

Carraspeo un poco la voz y se atrevió a interrumpir.

—Entonces, ¿se puede quedar? Sólo es una semana–Pidió Judai.

No le gustaba en absoluto la idea de que el extranjero se quedase en un hotel durante su estadía.
Después de todo, eran amigos.

Sus padres se miraron un momento uno a otro, y finalmente, luego de intercambiar miradas dubitativas, asintieron con gusto.

—Sólo hay un problema, cielo–Dijo su madre, posando sus ojos en su hijo.

—No tenemos cuarto de huéspedes –Admitió ahora su padre.

Judai se encogió de hombros en respuesta y sonrió.

—¿Está bien sí te quedas en mi habitación?–Le dijo con un poco de rubor en sus mejillas–Yo... Yo dormiré en el futón.

El europeo asintió, y, sonriente, siguió a Judai hasta donde su pieza.

Abrió los ojos de manera tremenda.
Ya había visto el cuarto del chico mediante fotos o videollamadas, pero ahora que estaba en el lugar que todas las noches era testigo del sueño de su amado, no pudo evitar sonreír.

Aspiró un poco y sonrió.
Todo el lugar estaba impregnado con el delicioso aroma a la colonia que su Judai usaba.

—No será la gran cosa pero espero estés cómodo –Dijo el nipón, invitando a su amigo a entrar a su pieza.

Se dirigió a su armario y sacó una especie de bolsa de dormir.

—Puedes usar mi cama sí quieres. Yo dormiré aquí abajo–Le sonrió.

Johan miró atentamente a su ángel.
Realmente era un chico amable.

—N-no, no te preocupes por mí. Puedo dormir en esa bolsa.

Judai rió enseguida.
¡¿Bolsa?!

Sabía que era un inmaduro por reírse así, pero hombre, las palabras de Johan le habían causado mucha gracia.

Miró al chico de piel nívea y negó nuevamente.

—No. Tú duerme en la cama. Mamá me mataría sí se entera de que te dejé dormir en el suelo.

El peliazul sonrió enternecido y asintió sin más.

Estaba emocionado por dormir, de algún modo, con su lindo amigo.

* * *

Un nuevo día había llegado ya.

El joven extranjero se removió en la cama ajena y sonrió al darse cuenta de que en realidad no había soñado.
Estaba en Japón con su amor platónico.

Sólo Cinco Días (Spiritshipping)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora