Día Cuatro: La Cita.

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A la mañana siguiente, cuando los rayos del sol ya se asomaban por las persianas de una casa nipona, Judai Yuki se estiró de manera placentera sobre el futón sobre el cual dormía.

Aquel último día había sido relativamente bueno, sin embargo, nada igualaría a la experiencia que tenía planeada para hoy.

Apenas abrió sus bonitos ojos cafés, notó que el joven europeo con el cual compartía habitación ya estaba levantado, escribiendo quién sabe que cosa sobre su laptop.

Si lo miraba atento, podía ver que Johan no se veía nada mal con anteojos para vista cansada.
Así, prefirió incorporarse antes de que Anderson notara siquiera que ya estaba despierto.
De puntitas fue hasta donde él, y finalmente lo rodeó del cuello con sus brazos.

—Buenos días –Soltó el castaño sobre la nuca de su amigo, haciendo sonrojar violentamente al de ojos verdes al instante.

El peli azul incluso olvidó lo que estaba a punto de escribir en el siguiente párrafo, así que devolvió el saludo.

—Ju-Judai... Me alegra que despertaras–Exclamó amable.

Pero su charla fue abruptamente interrumpida cuando, sin aviso, la puerta de aquella recamara se abrió, dando paso a que un atractivo chico de ropajes oscuros presenciara aquella inusual escena y sonriera falsamente por la incomodidad.

—Ah... Johan, mi madre dice que puedes bajar a desayunar –Dijo únicamente a su huésped debido a que la relación con su menor todavía era muy frívola.

Judai puso una mala cara al ver a Haou, y soltó al escandinavo.

—Gracias, Haou, enseguida bajamos–Le respondió con amabilidad el dulce europeo, haciendo sonreír ligeramente al hermano mayor de los Yuki mientras asentía y bajaba.

Resignado, Judai tuvo que ir a cambiarse de ropas, incluso cuando quería seguir viendo lo curioso que Johan se veía sonrojado.

De ese modo, Judai y Johan se encaminaron a tomar el desayuno mientras los padres de Judai hablaban con mucho entusiasmo con aquel jovencito que les parecía tan simpático.

Así, el de ojos chocolate miraba esa escena y se preguntaba qué había de diferente en aquel chico de todos los demás cómo para agradarle a sus tutores, pero no pudo seguir pensando, ya que la madre habló a modo de pregunta para el invitado.

—Y bien, Johan, ¿te ha servido la visita a Japón para tu proyecto?

Por tanto, todos (hasta Haou) voltearon a ver atentos al guapo chico.

—Si, y bastante. Ya hoy he finalizado la presentación digital, por lo que tengo el día libre para mañana partir a medio día.

Pero al decir eso, los padres castaños suspiraron afligidos.
¿Tenía qué irse tan pronto?

—Bueno, regresas a Europa, pero, ¿nos visitarás algún día?–Le preguntó el señor Yuki con ánimos.

Johan asintió, ya al momento en que terminaba su alimento.

—Seguro que si, señores Yuki.

Y así, la mañana estaba yendo de manera relativamente bien.
El lindo hombre de ojos esmeralda había aprovechado para guardar su equipaje mientras Judai había salido de la habitación para darse una ducha.

Justo estaba doblando sus camisas, cuando sintió una presencia detrás suyo, tomándole los hombros con firmeza.

—Con que... ¿Mañana te vas?–Fue lo que logró salir de la boca serena de Haou.

Al escuchar esa voz ronca, todos los poros de Johan enseguida se alertaron, pues con ese mismo tono que el chico de ojos dorados había hablado ahora, era con el cual le había susurrado sensual la primera vez que se vieron, y siendo precisos, el día en que se besaron.

Sólo Cinco Días (Spiritshipping)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora