El miércoles siguiente, mis padres y yo vimos la gran mansión sureña desde las ventanillas del auto alquilado.
— ¡Guau! —fue la exclamación de admiración que pudimos decir. Una impresionante casa colonial de dos pisos se erguía frente a nosotros, imponente y majestuosa.
Un envejecido y cansado Henry respondió al llamado, note reflejos plateados en su pelo negro. Me estudio con sus ojos color avellana.
— ¿Cuál de las siete Harris eres tú?
—Ella es Sophia—respondió papá.
—Ah, Harris número cuatro. No te reconocí tan grande.
Le dio la mano a mi papá y abrazo a mamá, umbral de por medio. No estaba seguro de como saludarme, por lo que tan solo me saludo inclinando la cabeza.
—Vengan a conocer a mis hijos.
Lo seguimos a la sala de juegos, en el piso inferior.
—William, Abigail, vengan a conocer a los amigos de papá.
Dos cabezas de cabellos color castaño claro se asomaron en el lugar donde los niños estaban mirando un video de Barney, acostados boca abajo. Rápidamente se pusieron de pie y corrieron hacia su padre. William parecía una réplica de su papá. Los tímidos ojos de color gris de Abigail deben de haber venido de su mamá. Sus regordetas mejillas pedían ser besadas por mí. Me resistí ya que Abigail no me conocía y parecía una acción un poco atropella para una desconocida. Me dolió el corazón por esos niños sin mamá y jure inundarlos de amor y atención mientras estuviese allí.
Henry nos acompañó hasta la habitación de huéspedes.
—Sophia, ¿te molestaría compartir la habitación con Abigail? Tengo solamente dos habitaciones adicionales en la casa principal y pensé que, si no te importa, les daré el dormitorio de la planta baja a mis padres. Hay otra habitación separada de la casa, si prefieres.
—Me gustaría mucho compartir la habitación con Abigail, ¿qué te parece a ti, señorita? —no pude evitar acariciar los rizos de la niña. Abigail asintió tímidamente con la cabeza, sonriéndome. — ¿Me muestras donde está tu habitación?
Luego de otro movimiento de cabeza me llevo por la escalera hasta la habitación.
El dormitorio de Abigail era muy femenino, decorado con lazos y adornos rosados, la cama con dosel estaba ubicada en el medio de la habitación. Por lo que había visto de la casa hasta el momento, Regina parecía tener muy buen gusto. Era claro que los Crawford estaban muy bien económicamente. Luego de colgar mi vestido azul y de mover mi equipaje del medio, decidí conocer la casa por mi cuenta.
En la sala me detuve a admirar una foto que supuse era de Regina. Los ojos de la mujer se parecían a los de Abigail.
—Es Regina—me confirmo Henry desde la entrada, detrás de mí.
Asentí con la cabeza diciendo
—Abigail tiene sus ojos. Era muy bonita; debe extrañarla mucho.
Mi voz se tornó melancólica al pensar que la vida de Henry y Regina habría sido como un cuento de hadas. Parecía tan romántico dejar a un lado todos los proyectos y los sueños por amor a una persona, tanto, que nada es más importante en la vida que tener a esa persona a tu lado. Eso es lo que Henry había hecho por Regina; debió haberla amado con profunda pasión.
—La belleza es superficial. No te engañes pensando demasiado bien de mi esposa muerta. No era más que una cualquiera.
Jadeé. Me di vuelta y me encontré con unos ojos llenos de dolor y sufrimiento. Su rostro mostraba la amargura que había escuchado en su voz; y algo dentro de mi corazón quería salir en ayuda de ese hombre sufriendo con el corazón roto.
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No te dejaré©
RomanceHenry Crawford un joven viudo, atormentado por su pasado, lucha por encontrar el perdón con la ayuda de Sophia Harris. Y vuelve a amar. Venid a mi todos los que estais cansados y cargados y yo os hare descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprend...