El brillo de la ventana me cegó.
—"¿Desde cuando dejo las cortinas corridas?" —Pensé.
El dolor en la cabeza era inminente, pero ¿que importaba? no debería de levantarme de mi cama, aunque, al girar a la izquierda, recordé que tenía compañía.
La resaca, la bendita resaca que no para de retumbar entre mis sienes adoloridas, moví a un lado la rubia semidesnuda que estaba a un costado; al sentarme en el borde de la cama una repulsión en mi garganta me obligó a incorporarme y correr al baño.
—"Fue una noche interesante —me dije—, no había reído tanto hace años, en fin".
—¡Arriba princesa! —grité a la chica que aún estaba recostada en mi cama— tenemos mucho por hacer.
En la habitación se escuchó un chasquido, luego el rebosar una ventana, me incliné en el suelo de la habitación y en cuclillas me acerqué a la puerta para esconderme tras ella, observé por la mirilla y vi un hombre al pie de esta armado con una glock.
—"¿Qué está esperando para entrar?" —me pregunté.
Las gotas de sudor resbalaban por mis mejillas mientras el peso sobre las sienes desaparecía opacadas por el presuroso latir de mi corazón, escudriñé su rostro, era un rostro conocido, pero no lograba recordar, sigilosamente me acerqué a la cómoda junto a la baranda de la cama y tomé un pequeño revólver que contenía aún tres balas.
—"No debí jugar tanto con ella" —me dije irónicamente lanzando una sonrisa.
—Tranquila cariño —le dije a la chica postrada en la cama mientras le acariciaba el cabello— esto no durará mucho; regresé junto a la puerta, al ver por la mirilla, el hombre ya no estaba, lancé un suspiro, pero al volverme escuché pasos apresurados en el corredor, asustado, abrí la puerta bruscamente y lancé al aire dos tiros, me volví hacia atrás del portón, se escuchó un apagado gemido, seguido de un estruendoso grito: —¡Reginald! —gritó el hombre postrado en el tapete de bienvenida echando sangre a borbotones por el antebrazo— ¡sal hijo de perra!
Reconocí su voz.
—¿Paul? —dije con voz temblorosa.
—¡No imbécil! Santa Claus —dijo mientras lanzaba un fuerte quejido al aire, trataba de incorporarse con su brazo colgante, pero sentía que los tejidos que recubrían su codo le quemaban y causaban un dolor indescriptible.
—¿Qué deseas Paul? —dije mientras me asomaba a su encuentro con una sonrisa burlona y nerviosa, en cuanto me vio disparó con su brazo bueno y dio contra el marco de la puerta.
—Devuélvemela —dijo respirando forzosamente— sé que la tienes aquí rata asquerosa y no pienso irme sin ella.
—Baja el arma Paul, por favor no es para tanto, lo solucionaremos, pero antes tienes que tranquilizarte, estás perdiendo mucha sangre, pronto te desmayarás y todo esto habrá sido en vano ¿no lo crees?
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Entre La Conciencia y La Penumbra
HorrorReginald un joven de aproximadamente veinticinco años no recuerda nada de la noche que desapareció su esposa, pero poco a poco se enterará de la realidad. ¿estás seguro de quién eres? ¿estás seguro de que a tu lado, e...